domingo, 26 de febrero de 2012

El cine, ser o no ser


No hace mucho pudimos disfrutar de la gala de los Goya, último encuentro del gremio de cineastas, y ahora estamos en vísperas de los Oscars.

En aquel caso se trataba de premiar y reconocer las principales obras realizadas a lo largo del pasado año dentro del cine español, con pequeñas referencias ajenas en categorías especialmente dedicadas a ello. Por su parte, los Oscars se consideran la principal referencia internacional en la materia.

Más allá del acto en sí, y de las posibles opiniones que puedan surgir acerca de los resultados acontecidos, creo relevante debatir acerca de un gremio en peligro de extinción, no por culpa de la piratería, sino por la escasez de oferta de calidad y una negación absurda a la apertura frente a nuevas tecnologías.

Estamos de acuerdo en que la piratería como tal, es un mal que perjudica a todo el sector, así como lo hace en muchos otros gremios. Sin embargo es importante recalcar que piratería e Internet no son, ni de lejos, términos sinónimos. Evidentemente Internet se ha convertido en un nuevo escenario social, en el cual todos estamos invitados y al cual es cada vez más fácil acceder. Asimismo, este hecho asociado inevitablemente a la globalización, permite multiplicar indefinidamente la repercusión alcanzada por cualquier iniciativa o acción. Es decir, Internet permite ampliar horizontes a cualquier ciudadano interesado en hacerlo, lo cual nos deja dos posibles lecturas:

1.      “Cualquier ciudadano”: incluye tanto a ciudadanos ejemplares como piratas, de hecho cuando hablamos de internautas nos referimos a todos ellos (si estás leyendo esto, es que eres uno de nosotros), del mismo modo que con el término ciudadano incluimos tanto a trabajadores decentes como delincuentes.

2.      “Interesado”: Sólo aquellos decididos a mantenerse al margen de esta alternativa tecnológica, renunciarán a los posibles beneficios de una evolución social evidente. Sin embargo, negarse a tal oferta, no da derecho a cambiarla (por más que se aleje de nuestros principios e intereses) ni nos evita la posibilidad de vernos afectados por los inconvenientes que pueda generar.

Toda revolución supone el inicio de nuevas esperanzas, sí, pero a costa del final de algunas tradiciones. A lo largo de la historia, la sociedad se ha visto inmersa en innumerables muestras de esta evolución, traducidas en nuevas tendencias y aficiones, nuevas maneras de comunicarse e interactuar, de vestir, de pensar, etc. Por supuesto, todas ellas han derivado en oportunidades de negocio, dispuestas a erigirse sobre los cimientos de éxitos anteriores.

Por ello, parece algo insensato pretender nadar a contracorriente, en vez de girar la vista y buscar el mejor camino para adaptarse al entorno.

Sé que suena muy fácil de decir y muy difícil de hacer, pero también sé que es mucho más fácil sentarse en su sillón a destruir ideas en vez de levantarse y dedicar su tiempo a pensar en cómo mejorarlas. De ahí que la industria vuelva la cara a lo que se empeña en convertir en el enemigo.

No es el cine el único sector que se ha visto afectado por un cambio mundial en el modo en que la gente hace las cosas. ¿Qué es entonces lo que les da derecho a juzgar a millones de internautas por acciones que ni siquiera han cometido? De este mismo modo, sería desconsiderado por mi parte, incluir en el mismo saco a todos los profesionales de la industria cinematográfica. Me consta que existen algunos pocos dispuestos a luchar en contra de dichos miedos y a favor del cine y sus más fieles aficionados. Lo triste de esto, es que no sólo parecen ser una minoría, sino que los últimos acontecimientos nos muestran una Academia capaz de despedir a su director por recapacitar acerca de la identidad de ese “enemigo”. Una Academia que nos recuerda día a día su postura ante nosotros, los cinéfilos a los que además nos gusta disfrutar de Internet. Una Academia que representa a toda una industria que, o bien apoya sus manifestaciones, o bien observa apática como sus públicos representantes los guían hacia un suicidio colectivo.

En cualquiera de los casos, me tengo que mostrar reacio a darles mi apoyo a través del silencio y la resignación. El cine ha sido, es, y quiero que siga siendo, parte de mi tiempo libre, de mi vida. Pese a ello, depende más de vosotros que de mí. Lo cual me asusta, me inquieta y sin duda, me desagrada, pero prefiero animaros a reaccionar, a luchar por aquello en lo que creemos; confiar en que seréis capaces de superar este cambio.

Soy cinéfilo, es más, soy amante del cine en el más amplio y tradicional sentido del término, entendiéndolo como edificación en la que se proyectan películas en un entorno bien acondicionado acústicamente y aderezado con deliciosas palomitas y demás sucedáneos. Eso sí, la crisis amigos míos me obliga a privarme de este placer, para poder afrontar aspectos de mi vida no tan lujosos ni agradables.

A veces incluso llego a pensar que si tan mal está el negocio, ¿cómo es que no caen los precios de las entradas? ¿Cómo es que siguen gastándose millones en publicitar obras de dudosa calidad? ¿No sería más coherente reducir los precios, invertir en buenos contenidos y buscar alternativas de distribución menos costosas y más asequibles para el ciudadano de a pie? Al menos, estarían dedicando sus esfuerzos a recuperar el interés de sus clientes, en vez de acusarlos y decepcionarlos a diario.

Me parece genial que la respuesta a todas estas preguntas, decidan que sea la negación. Pero entonces, por favor, dejad de quejaros porque vuestro negocio se está resintiendo, cuando hay familias que no tienen ni para comer. El cine, os guste o no, es un hobby que muchos han convertido en su trabajo, pero no deja de ser un lujo. Negocios mucho más necesarios como la agricultura y la ganadería se ven al borde del abismo, la construcción se tambalea y la pesca se hunde en travesías peligrosas e improductivas.

Aprovechando la actualidad que nos mostráis, permitidme este símil: sería como si el cine mudo siguiera hoy día tachando al color y al sonido de delincuentes insensibles dispuestos a destrozar su futuro. Pero, si no me equivoco, aún hoy se pueden hacer películas en blanco y negro y sin voz, ¿no es así? Es más, he oído que incluso triunfan.


jueves, 23 de febrero de 2012

Radiography of my life


I am less than 30, too young for many, and too old for some others, but it depends on who you compare me with, doesn’t it?

I am here to talk about me, to describe myself, but please notice that I have not used the word ‘biography’ or even ‘autobiography’, but ‘radiography’ because I am not going to write about what I have done in life. I will write about what life has done to me instead. It is a personal trip to my deep inside instead of travelling around me.

Probably, that is not interesting for anyone, but at least it is interesting for me, and I am pretty sure that it could be a great opportunity for everyone to come with me in this travel and figure out what we have in common and what not.

As I have said before, I am almost 30, and I have been studying for more than 20 years, it means, I have received an education based on what people think is important in life. When I say people, I am trying to say that I have nothing to do on which subject or topics should I learn. That is the way it is. Right or wrong? We will see.

After choosing science branch of education, I decided to learn how to become an architect. Of course, before starting your career, you just have an unreal image of what being an architect means. Currently, after passing my final project and getting my degree, I still have no idea of what is the actual meaning of my profession.

As a Spaniard, I grew up learning my mother tongue and a little bit of English and German. As you can see here, my high rates on high school did not assure me any knowledge about foreign languages. It is a pity, I know. But what can I do?

However, apart from my lack of language skills, I found a job in Spain, doing what I have studied for. The economical situation forced me to accept several contracts, earning less than I should. That is fair enough. But maybe, it is not so fair to feel forced to leave your job, because the situation is so bad that you are not learning anymore, and everyday could be the last one. Instead of keeping on earning and enjoying doing nothing, I decided to leave my job and try a new adventure, of course, travelling abroad.

Easy to say, very difficult to reach. Travelling abroad? First of all, you have to improve your language skills, you have to prepare yourself to leave everything you have, and then, hurry up! because youth slips through your fingers.

Learn how to make a good CV in order to succeed, prepare your application letter, and after that try to resume your professional background. Once you have done everything, you have to start sending e-mails to every chance you find, wherever it is.

By the way, let me introduce you to the real world, where every minute without working is a minute you are losing money. Because your flat worths money, food and clothes as well, and of course petrol and language school.

As a conclusion, we could say that if you have done everything you could in order to find a good job and live your life without financial problems, you will get an amazing opportunity to start again in another country, learning a new way of working and building, while fighting against language difficulties. And that is not all, I am leaving my relatives in Spain, a country with a huge crisis, where well-educated people are flying away. It means, those people whose education they have paid for are very well prepared to help improving their country. But instead of that, they move abroad and use these acknowledges to improve other countries status.

Once I understood the size of this problem, I decided to change my mind and my personal goals again. I preferred to stay here, and give my best in order to find another way of helping. In this case, I had to make an effort to stay at home, to start my own business here and accept my new nickname, “the crazy one!”, the stupid one that did not want to scape from his country, but wanted to choose the best moment for travelling abroad by himself.

What have we done wrong? Or better said, what are we still doing wrong? If someone knows the answer, please help us! And, please, hurry up! We really need to find a solution.

miércoles, 11 de enero de 2012

La conciencia del colectivo


El otro día me daban un dato que no puede más que remover todos tus cimientos: el 98% de los universitarios no se plantean ni estarían dispuestos a emprender.

En otras palabras, entre los universitarios que mañana serán la fuerza económica de este país, existe la convicción de que un 2% de la población activa generará trabajo para el 98% restante. Y existe además la actitud de no querer aportar nada, sino que nos lo den todo hecho para poder ganarnos la vida sin muchas complicaciones ni riesgo, aunque con esfuerzo, eso sí. Ni que decir que es insostenible desde todo punto de vista.

Esa idea fue rumiando en mi cabeza y me hizo observar otros aspectos. En las reuniones de comunidad todo el mundo propone modificaciones estatutarias para poder hacer las obras que ellos quieren, sin pensar en las consecuencias que tendrá para los demás vecinos o en las aberraciones que tal “desregulación” puede provocar.

Igualmente, todos aplaudimos quien consigue evadir impuestos u obtener una prejubilación injustificable, pero a la vez exigimos los mejores servicios públicos. O descuidamos el cuidado de menores que no sean nuestros hijos o el auxilio de ancianos que no guarden parentesco con nosotros.

O más flagrante aún, intentamos siempre rebajar el coste de los servicios o el salario de los trabajadores que de nosotros dependen.

En definitiva: hemos perdido la conciencia del colectivo, del barrio, de la comunidad de vecinos, del pueblo… Hemos perdido la conciencia de que para que nos vaya bien a nosotros antes hemos de cuidar de que la situación de los que nos rodean sea buena, de que para que a nosotros nos ayuden, hemos de ayudar.

Hemos pasado a adoptar como buena y válida la mentalidad más egoísta, interesada y cortoplacista posible, aplaudimos el engaño o la habilidad para aprovecharse del sistema, ridiculizamos las actitudes altruistas, despreciamos el trato personal con las personas que nos rodean, aislándonos y convirtiéndonos, cada vez más, en personas más aisladas y solitarias, y por extensión, más individualistas y/o egoístas. Y no consideramos las consecuencias de nuestros actos más allá del presente más inmediato.

Así, hemos descuidado: el conocimiento de los que nos rodean, cosa que nos permitiría ayudarles con cosas que a lo mejor no nos suponen nada; hemos descuidado la supervisión de la educación de los menores cuando no están ni en casa ni en la escuela, posibilitando bandas y auténticas aberraciones; hemos olvidado que los que nos compran y pagan, son los mismos a los que compramos y pagamos y que si les asfixiamos económicamente, nos asfixiaremos nosotros; hemos olvidado que para que podamos estar tranquilos por nuestros mayores, alguien deberá preocuparse no sólo por sus ancianos, sino por los nuestros; y que para que haya trabajo han de existir empresarios y empresas, gente que arriesgue y se sacrifique para generar riquezas, de lo contrario dependeremos de empresas extranjeras para trabajar y esas sí que tienen conciencia de cuales son sus intereses, de donde vienen y donde revertirá el dinero que aquí ganen.

Cuando un promotor construye un edificio, ha ganado dinero, sí, pero ha generado un espacio para que muchas personas vivan, ganándoselo, sí, pero haciendo posible que tengan donde vivir. Igualmente ha generado trabajo para el sector de la construcción, arquitectos y negocios de la zona que han facilitado materiales y comida a dichos trabajadores. Pero más allá, ha generado un espacio donde en el futuro otra persona podrá comenzar con otro negocio como un gimnasio o SPA, que dará trabajo a algunas familias (que a su vez demandarán servicios que requerirán más trabajo) y que permitirá a la gente de la zona mejorar su salud y disfrutar, pagándolo, de unas instalaciones que antes no existían.

Por el contrario, cuando demonizamos al empresario, conseguimos un paro que está haciendo que le regalemos a países como Alemania trabajadores muy cualificados, cuya formación nos ha costado a todos dinero y recursos, desarraigando familias y facilitando la desestructuración de las familias, colectivo indispensable en nuestra sociedad.

Cuando en las comunidades de propietarios se exprime a las empresas proveedoras, provocamos el consiguiente ajuste de salarios y plantilla. Una plantilla formada por personas que a su vez viven en otras comunidades y que verán como han de reajustar sus presupuestos apretando más a sus proveedores, entrando en un bucle infinito de contracción y destrucción de lo conseguido hasta ahora.

El avance es una rueda que sólo gira si todos somos conscientes de cual es nuestro papel en ella. Todos podemos hacer la vida de los demás más sencilla y entonces la nuestra nos la harán más sencilla. La rueda, ese ciclo de avance necesario y deseado, sin embargo, se rompe con que uno sólo de los que recibe deje de dar y los demás lo toleremos y aceptemos como válido.

No hay futuro para esa mentalidad, los altruistas y trabajadores no podemos ser cobardes o conformistas, no podemos ser cómplices de quienes se aprovechan del sistema sin la menor intención de hacer por sostener este estado de avance y bienestar.

domingo, 8 de enero de 2012

Un domingo cualquiera


Este ocioso y festivo día suele comenzar como todos, inmerso en una nebulosa somnolienta que nos impide abrir los ojos con facilidad y nos permite avanzar en el bello arte de la auto-negociación, esa capacidad innata para convencer a nuestro cuerpo de que la mejor opción con la que cuenta es permanecer entre las cálidas sábanas que nos arropan cual vestido a medida.

Sin embargo, hubo una época de mi vida, en la cual estos días comenzaban con algo más, un mensaje, un simple gesto repleto de cariño y generosidad.

Buenos días, ¿venís a comer?

Sencillo pero contundente. Directo a la vez que sutil. Una oferta sin igual, realizada desde la humildad de quien ignora lo preciado de su oferta: un bien indescriptible, impagable e incomparable a todos los efectos (priceless que dirían algunos).

Pues bien, ese simple mensaje marcaba el inicio de una nueva semana, así como el final de la anterior, representaba un punto de inflexión marcado por los múltiples tesoros culinarios aderezados con una pizca de cultura, un buen puñado de risas y una jartá de cariño.

Un rincón familiar, alejado del nido. Un regalo del destino que recuerda lo importante de estar rodeados de aquellos seres queridos que nos alegran cada día. En muchos casos, como es este, miembros de una familia no sanguínea, sino creada mediante lazos más íntimos y complejos. Un parentesco fruto de la convivencia, más que una convivencia forzada por el parentesco. Una relación diferente pero no por ello menos consolidada.

Prueba de ello es que me encuentre hoy aquí, dispuesto a homenajear aquellos maravillosos domingos, ocultos tras un velo de cotidianeidad y aparente normalidad. Días que enseñan a valorar a esas pocas personas capaces de dar sin pedir nada a cambio, ofrecer pese a no tener por qué hacerlo. Personas dispuestas a abrirte las puertas de su casa para no volver a cerrarlas nunca.

Sin duda, me siento un verdadero privilegiado de haber podido formar parte de tan divertidas reuniones, en las cuales la juventud y la experiencia se mezclaban en un cocktail de humor y buena comida. Conversaciones sinceras, interesantes e ingeniosas.

¿Por qué recordar esto ahora? Por nada en especial, de hecho no es hoy, sino hoy también. La única diferencia, es que hoy he decidido que era un buen momento para expresar mi gratitud a través del repiqueteo de teclas que transfiere mis sentimientos más íntimos y personales hacia todos aquellos que deseen compartirlos conmigo. Pero, sin duda, se trata de un reconocimiento más que merecido a una época pasada pero infinita, inmortal. Todos los que algún día pudimos sentirnos participes de esta inolvidable experiencia sabemos que no podrá volver a repetirse, nos falta el astro sobre el cual orbitar, la clave de aquel edificio llamado hogar. Afortunadamente, cada recuerdo se tiñe del brillo de las sonrisas con que se iluminaban aquellas reuniones entre amigos, aquellas comidas en familia.

Hace algunos años, por estas fechas, hubiésemos emprendido nuestro tradicional viaje en busca del obsequio navideño con que adornar la estancia y agradecer a la anfitriona su hospitalidad. El trayecto por el cual encontrar la tradicional Flor de Pascua (“Pascuero” para los amigos), esa bella planta que lográbamos desprestigiar año tras año, con cada nuevo regalo, encontrando siempre el ejemplar menos agraciado.

Este año, no hemos recurrido a tal obsequio, que hace años dejó de tener sentido para mí. Sin embargo, me gustaría recuperar tal espíritu a través de esta nueva modalidad de presente, menos ornamental pero confío que más duradera.

Es por ello, que me siento hoy para decir:

¡LO SIENTO!

Siento no haber podido estar allí el último día, siento no haberte despedido como merecías, siento no haber abrazado a los tuyos como míos que son. Pero lo más importante, siento no haber podido dedicarte por ultima vez, una de las múltiples sonrisas que aún te debo. Pues esta es la única tristeza que puedo asociar a tu imagen, y desde luego no tiene nada que ver contigo, sino con ese cúmulo de circunstancias que me alejaron de aquel importante instante.

Pero no es este el mensaje con que me gustaría empezar este día, sino con uno bastante más parecido al que precedió cada celebración familiar:

¡GRACIAS!

Gracias por todo esto y mucho más, todo aquello que mi torpeza y falta de riqueza verbal me impiden expresar en palabras. Gracias por invitarnos a tu casa y dejarnos aportar nuestro pequeño granito de arena a la felicidad que inundaba cada almuerzo.

Si sirve de algo, decir que hay detalles que no se olvidan, y por más domingos que puedan pasar, no me cansaré de recordar, desde el más profundo agradecimiento y admiración, cada uno de esos domingos, cualquiera de ellos.





Unos vienen, otros se van


Un año más nos encontramos ante la incertidumbre derivada del cambio de almanaque, ese acto aparentemente ridículo y casi anecdótico, que, sin embargo, nos incita a un análisis melancólico de lo ya pasado, un ejercicio mental de autocrítica y el consiguiente listado de propósitos de enmienda. No obstante, analizado fríamente es sólo un día más, en el cual los medios de comunicación se empeñan en recordarnos lo ocurrido en los 365 días anteriores y llenarnos la cabeza de expectativas y nuevos deseos.

No cabe duda que es importante que nos ayuden a este reseteo anual, contribuyendo al cierre de un ciclo para dar lugar a uno nuevo.

Pues bien, en mi caso, este año supone una vez más la confirmación de que la energía, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Esta máxima de la naturaleza se ve reflejada en cada nuevo dato demográfico y supone la demostración empírica de que lo realmente importante es aquello que afecta directamente a esta evolución energética. El resto de cosas son simples distracciones que nos ayudan a amenizar este tránsito.

Es por ello, que cada nuevo acontecimiento vital ha contribuido a mi aprendizaje, enseñándome que no debemos preocuparnos más que por lo que realmente importa. En este sentido, el pasado año lo recordaré por el descubrimiento personal sobre la energía. Entender que cuando notes que tu energía se está destruyendo, alejándose atraída por el abandono de la ilusión, sólo nos queda redirigir esa energía hacia un nuevo objetivo; es decir, transformarla para que continúe ahí. Sólo el ser humano es capaz de destruir la energía, ya sea propia o ajena, a base de minar el ánimo y la ilusión, fomentando la entropía hasta alcanzar cotas insospechadas.

En estos casos, invito a todos a recapacitar y reencontrarse con sus sueños e ideales, localizar el problema que no nos permite ver la energía, y encontrar un nuevo enfoque desde el cual poder verla mejor, pues ya sabemos que siempre está. Solo es cuestión de saber hacia donde mirar.

Sin embargo no todo es bonito, en lo que a la energía se refiere. El propio proceso de transformación supone una rotación de la energía entre los diferentes seres vivos que pueblan la Tierra. Ello significa que debemos asumir despedidas, del mismo modo que celebramos las nuevas incorporaciones. Una vez más, la naturaleza es implacable, de nosotros depende ser capaces de objetivizar dicha máxima para valorar a aquellos que se van por lo que nos pudieron aportar, aquello que no olvidaremos, y por contribuir en su ciclo vital a la llegada de otros repletos de ilusión y energía. Con ello, aprovechar los ejemplos positivos para asumir mejor los negativos, y despedir con una sonrisa tan triste como orgullosa a nuestros, por siempre, seres queridos.

Por tanto, dicho esto, lo más importante de este año que se va, es que lo hace tal y como empezó, repleto de ilusión y esperanza por los nuevos proyectos de vida en los que nos vemos sumidos, y por los cuales, sin duda, deberemos luchar a lo largo de este nuevo año y los que estén por llegar. Poder decir esto en los momentos que corren, ya es motivo más que suficiente para afrontar este 2012 con una enorme sonrisa, dispuesto a participar de este flujo energético en que nos encontramos bajo un filtro de ánimo y optimismo.

viernes, 9 de diciembre de 2011

La ola de la marmota


Aquellos aficionados al cine que hayáis podido disfrutar de películas como “La Ola” o “El día de la marmota” podréis intuir el trasfondo de este post, sin embargo, empezaré desde cero, aquello que muchas veces entiendo como la única solución a muchos de los problemas en los que nos vemos sumidos hoy día.

“La Ola” (Die Welle, en su alemán original) es una crítica feroz y astuta hacia la sociedad en la que vivimos, en mi opinión, una muestra sublime de la hipocresía que nos rodea hoy día. Ambientada en la Alemania actual, más allá de la guerra fría y la reunificación, se centra en un experimento realizado por un profesor de instituto con sus alumnos, durante una semana cultural. El tema de dicho proyecto semanal es la autocracia, la cual redunda sobre la dictadura nazi alemana, y las consecuencias que derivaron de tal sistema de gobierno, el cual aún castiga a esta nación a través de la humillación pública a la que se ven sometidos con cada nueva obra cinematográfica preocupada por enseñar al mundo la maldad que, sin duda, encerró tal etapa de su historia. Lo más destacable y plausible de esta situación, es que los alemanes, lejos de negar su pasado o huir de su historia, no dudan en erigir grandes monumentos al recuerdo de estas penurias para garantizar que el pueblo no olvide tal barbarie.

Pues bien, en dicho contexto social, se plantea una de las preguntas más recurrentes en cada uno de los múltiples debates sobre la dictadura que, con toda seguridad, transcurren cada día a lo largo del mundo: ¿Hasta qué punto podría volver a ocurrirnos lo mismo? Sin duda, la respuesta más empleada es: ¡pues claro que no!

Y en este momento es cuando aprovecho para introduciros la segunda protagonista de este post, “El día de la marmota” (Groundhog Day, en su inglés original, aunque Atrapado en el tiempo, en su traducción al español). En esta película americana se nos muestra una curiosa casualidad donde el tiempo parece detenerse y resetearse al final de cada día para volver a vivir una y otra vez el citado día de la marmota, tan tradicional en algunos lugares de Norte América.

En ella, el protagonista se esfuerza en revivir las diferentes situaciones que le rodean en dicho día para intentar lograr que la experiencia adquirida le facilite la consecución de sus objetivos.

Puede que resulte extremadamente fantasiosa e irreal, pero no creo que diste tanto como podría parecer de nuestro día a día, eso sí, quizá lo más alejado de la realidad sea el hecho de que el protagonista utiliza sus conocimientos previos para recapacitar acerca de lo ocurrido e intentar hacerlo mejor la próxima vez. ¡Y encima por una buena causa! Que osadía del autor. Pero bueno, es cine, se supone que están ahí para crear.

¿Por qué os cuento todo esto? Supongo que la mayoría habréis encontrado ya multitud de ejemplos en los cuales os hayáis sentido reviviendo una experiencia pasada o criticando errores ajenos que no hacen sino redundar en tropiezos previos.

En mi caso, me ocurre más a menudo de lo que desearía. Últimamente, de hecho, me preocupa la cantidad de veces en las que me asomo por la ventana de mi micro mundo cotidiano para observar horrorizado con que impunidad se cometen errores aparentemente superados y la opacidad reinante en los medios de comunicación, el consentimiento innegable de la mayoría. ¿Qué está ocurriendo?

Se suponía que actos como el Apartheid o la dictadura Nazi, eran fracasos sociales del pasado que nos habían ayudado a mejorar. Sin embargo, cada vez que leo alguna noticia sobre la Franja de Gaza, la situación en Israel... me sorprendo ante un lamentable deja vu, que preferiría fuese algo reservado exclusivamente al cine. Pero no, desgraciadamente no. Es real, y además está suponiendo la muerte de multitud de personas, el sufrimiento de otros tantos y la humillación de todos. Todo ello sin olvidar la frustración de unos pocos que nos indignamos al ver la injusticia con que se afronta una situación tan compleja. La hipocresía con la que se recurre a medidas ya inventadas, ¿o soy el único que ve la Franja de Gaza como la zona de la muerte del Muro de Berlín? Ese espacio intersticial entre muros y definido como zona fronteriza prohibida, en la cual la osadía se paga con la vida.

Pero no es el único caso de zonas fronterizas que rondan los límites de la legalidad, no creo que nos cueste demasiado encontrar más ejemplos.

Con esto, me gustaría hacer recapacitar un poco a la gente acerca de las injusticias que nos rodean y que no deberíamos permitir que transcurran entre la pasividad y la indiferencia social. Quizá el método sea el de plagar de títulos cinematográficos populistas las diferentes carteleras del mundo para que así se conviertan en vox populi, y se rechace lo erróneo de estas iniciativas.

Quizá debamos aprender algo de las revueltas acaecidas a lo largo del mundo árabe, en las cuales más allá de los métodos empleados y la innecesaria violencia, se ha logrado que una sociedad se revele ante la injusticia con el fin de mejorar su situación y la de sus iguales. Un ejemplo de cómo actuar juntos por una buena causa, para permitir que la sociedad viva en un ambiente de paz y felicidad.

jueves, 8 de diciembre de 2011

De profesor a maestro


Este post, es un sincero homenaje a aquellos pocos maestros, que afortunadamente se cruzan en nuestras vidas para, en muchos casos, aclarar con gran sencillez aspectos que infinidad de profesores se habían esforzado en explicar previamente.

Sí, porque maestro, solo es aquel capaz de ser definido con todas las letras, de la M a la O. Son pocos los que tras años de experiencia logran completar su nombre, como el vencedor del juego del ahorcado. Así como en este conocido entretenimiento tradicional, el titulo académico solo te habilita a obtener la letra inicial, como base del futuro desarrollo, primera piedra del proyecto vital. Es, sin embargo, el implicado, quien a base de ensayo-error, mediante complejas estrategias sistemáticas o mediante ayuda externa, logra desvelar una a una las incógnitas escondidas tras cada letra. Y así, como nos enseñaron hace años, sólo aquellos capaces de descubrir hasta la última letra, serán quienes, como vencedores, gozarán del reconocimiento y admiración necesarios para permanecer presentes generación tras generación como fuentes de inspiración y objetos de estudio entre sus iguales.

El resto, simplemente podrán ser recordados por hechos puntuales acaecidos durante la consecución fallida de su búsqueda profesional. Esta es la metodología que perfila al maestro, al arquitecto, ingeniero, notario, médico (sexismos aparte) durante sus respectivas etapas activas.

Pese a ello, hay una profesión encargada de dar sentido a todas las demás. Una profesión sin la cual, el resto serían una simple utopía teórica. Es por ello, que en este caso, decido centrarme en el mundo de la educación, elemento primordial en la vida de todo ser humano, y por tanto piedra angular del desarrollo de un país. Sin embargo, tendemos equivocadamente a entender la educación como un trámite más en la vida de nuestros pequeños, incluso como una obligación cara y molesta.

Pues bien, todo país necesita de una sociedad educada, sea cual sea el tipo de educación recibida. No todos deben saber sobre matemáticas o literatura, sino que deben entender las bases que las motivan y centrarse en encontrar sus inquietudes. Para ello se realiza una enseñanza básica en la cual instruirlos en diversas materias y fomentar su interés por alguna de ellas. Ello no significa que debamos señalar al mal estudiante, sino centrarnos en encontrar su motivación. Un niño suspenso siempre es el resultado de una mala educación. Y digo mala, en el sentido de errónea.

Si un niño es mal estudiante, en mi opinión, es porque tiene otras virtudes que le hacen destacar. Lo importante es encontrar esa otra materia en la cual es bueno y potenciarla. Aunque ello signifique abandonar el camino tradicional de los estudios universitarios. Existen muchas otras profesiones en las cuales se puede destacar e, incluso, encontrar la felicidad. Además, no nos olvidemos, todas las profesiones son igual de importantes, por más que nos empeñemos en desprestigiar determinados gremios ancestrales. Un país funciona como una compleja máquina en la cual cada engranaje debe funcionar por sí mismo para lograr el funcionamiento global. El simple fallo de una pieza, boicotea al resto. No cabe duda que este mecanismo dispone de piezas más grandes y más pequeñas, más sofisticadas y menos. Pero todas son imprescindibles, la ausencia de una de ellas supondría el colapso del conjunto.

Esta máxima aparentemente obvia, ha sido relegada ante una inminente tendencia generacional hacia la educación universitaria. El motivo: evidentemente una sociedad frustrada en los estudios ante la imposibilidad de acceder a tal lujo. Generaciones absortas ante los pocos afortunados que lograron ser instruidos en las universidades, convirtiéndose en los auténticos héroes de pueblo, merecidas eminencias.

Este hecho, lamentable pero real, está motivando una nueva injusticia tan penosa y real como aquel. Hoy día, nos encontramos ante una sociedad repleta de licenciados o, en su defecto, malos estudiantes frustrados y señalados por no corresponder los deseos de sus padres, quienes con la mejor de sus intenciones y en un acto sumamente egoísta (no por ello negativo), decidieron asociar sus recuerdos infantiles a los de su hijo, imponiendo la formación universitaria como único modelo de éxito a tener en cuenta. Todo lo que no fuese obtener una titulación, era sinónimo de fracaso. Aquel que no quería estudiar, un desagradecido incapaz de valorar la magnitud del regalo que estaba recibiendo.

Pues bien, confío que no se repita este efecto boomerang, dado que las licenciaturas se están desprestigiando ante tanta marabunta de candidatos, los master son comunes, e incluso el doctorado se convierte en algo casi frecuente. Posiblemente se volverán a poner en valor otras profesiones no tan admiradas hoy día, en busca de un equilibrio que nuestro sistema pendular impide alcanzar.

Sin embargo, lo único que se ha mantenido constante en dicho bucle, es el eje del péndulo, el soporte de toda fluctuación, la figura del maestro. Ese ente vocacional que decide dedicar su vida a transmitir sus vivencias y conocimientos a nuevas generaciones con la humildad suficiente como para desear que sean sus alumnos quienes superen sus propios logros y le sucedan en tan plausible tarea. Seres capaces de abstraerse del orgullo y la envidia humana, centrados exclusivamente en encontrar lo mejor de cada uno, potenciarlo y animarlo a profundizar en ello para posteriormente transmitirlo a los siguientes. Esa actitud, es la encargada de permitir las sinergias de una sociedad, las sinergias de un país.


A todos ellos, GRACIAS.

Sin duda, necesitamos más maestros y menos profesores. Más interesados en mejorar y hacer mejores a sus iguales, que competidores dispuestos a hundir a los que les rodean para así destacar ellos mismos.