viernes, 9 de diciembre de 2011

La ola de la marmota


Aquellos aficionados al cine que hayáis podido disfrutar de películas como “La Ola” o “El día de la marmota” podréis intuir el trasfondo de este post, sin embargo, empezaré desde cero, aquello que muchas veces entiendo como la única solución a muchos de los problemas en los que nos vemos sumidos hoy día.

“La Ola” (Die Welle, en su alemán original) es una crítica feroz y astuta hacia la sociedad en la que vivimos, en mi opinión, una muestra sublime de la hipocresía que nos rodea hoy día. Ambientada en la Alemania actual, más allá de la guerra fría y la reunificación, se centra en un experimento realizado por un profesor de instituto con sus alumnos, durante una semana cultural. El tema de dicho proyecto semanal es la autocracia, la cual redunda sobre la dictadura nazi alemana, y las consecuencias que derivaron de tal sistema de gobierno, el cual aún castiga a esta nación a través de la humillación pública a la que se ven sometidos con cada nueva obra cinematográfica preocupada por enseñar al mundo la maldad que, sin duda, encerró tal etapa de su historia. Lo más destacable y plausible de esta situación, es que los alemanes, lejos de negar su pasado o huir de su historia, no dudan en erigir grandes monumentos al recuerdo de estas penurias para garantizar que el pueblo no olvide tal barbarie.

Pues bien, en dicho contexto social, se plantea una de las preguntas más recurrentes en cada uno de los múltiples debates sobre la dictadura que, con toda seguridad, transcurren cada día a lo largo del mundo: ¿Hasta qué punto podría volver a ocurrirnos lo mismo? Sin duda, la respuesta más empleada es: ¡pues claro que no!

Y en este momento es cuando aprovecho para introduciros la segunda protagonista de este post, “El día de la marmota” (Groundhog Day, en su inglés original, aunque Atrapado en el tiempo, en su traducción al español). En esta película americana se nos muestra una curiosa casualidad donde el tiempo parece detenerse y resetearse al final de cada día para volver a vivir una y otra vez el citado día de la marmota, tan tradicional en algunos lugares de Norte América.

En ella, el protagonista se esfuerza en revivir las diferentes situaciones que le rodean en dicho día para intentar lograr que la experiencia adquirida le facilite la consecución de sus objetivos.

Puede que resulte extremadamente fantasiosa e irreal, pero no creo que diste tanto como podría parecer de nuestro día a día, eso sí, quizá lo más alejado de la realidad sea el hecho de que el protagonista utiliza sus conocimientos previos para recapacitar acerca de lo ocurrido e intentar hacerlo mejor la próxima vez. ¡Y encima por una buena causa! Que osadía del autor. Pero bueno, es cine, se supone que están ahí para crear.

¿Por qué os cuento todo esto? Supongo que la mayoría habréis encontrado ya multitud de ejemplos en los cuales os hayáis sentido reviviendo una experiencia pasada o criticando errores ajenos que no hacen sino redundar en tropiezos previos.

En mi caso, me ocurre más a menudo de lo que desearía. Últimamente, de hecho, me preocupa la cantidad de veces en las que me asomo por la ventana de mi micro mundo cotidiano para observar horrorizado con que impunidad se cometen errores aparentemente superados y la opacidad reinante en los medios de comunicación, el consentimiento innegable de la mayoría. ¿Qué está ocurriendo?

Se suponía que actos como el Apartheid o la dictadura Nazi, eran fracasos sociales del pasado que nos habían ayudado a mejorar. Sin embargo, cada vez que leo alguna noticia sobre la Franja de Gaza, la situación en Israel... me sorprendo ante un lamentable deja vu, que preferiría fuese algo reservado exclusivamente al cine. Pero no, desgraciadamente no. Es real, y además está suponiendo la muerte de multitud de personas, el sufrimiento de otros tantos y la humillación de todos. Todo ello sin olvidar la frustración de unos pocos que nos indignamos al ver la injusticia con que se afronta una situación tan compleja. La hipocresía con la que se recurre a medidas ya inventadas, ¿o soy el único que ve la Franja de Gaza como la zona de la muerte del Muro de Berlín? Ese espacio intersticial entre muros y definido como zona fronteriza prohibida, en la cual la osadía se paga con la vida.

Pero no es el único caso de zonas fronterizas que rondan los límites de la legalidad, no creo que nos cueste demasiado encontrar más ejemplos.

Con esto, me gustaría hacer recapacitar un poco a la gente acerca de las injusticias que nos rodean y que no deberíamos permitir que transcurran entre la pasividad y la indiferencia social. Quizá el método sea el de plagar de títulos cinematográficos populistas las diferentes carteleras del mundo para que así se conviertan en vox populi, y se rechace lo erróneo de estas iniciativas.

Quizá debamos aprender algo de las revueltas acaecidas a lo largo del mundo árabe, en las cuales más allá de los métodos empleados y la innecesaria violencia, se ha logrado que una sociedad se revele ante la injusticia con el fin de mejorar su situación y la de sus iguales. Un ejemplo de cómo actuar juntos por una buena causa, para permitir que la sociedad viva en un ambiente de paz y felicidad.

jueves, 8 de diciembre de 2011

De profesor a maestro


Este post, es un sincero homenaje a aquellos pocos maestros, que afortunadamente se cruzan en nuestras vidas para, en muchos casos, aclarar con gran sencillez aspectos que infinidad de profesores se habían esforzado en explicar previamente.

Sí, porque maestro, solo es aquel capaz de ser definido con todas las letras, de la M a la O. Son pocos los que tras años de experiencia logran completar su nombre, como el vencedor del juego del ahorcado. Así como en este conocido entretenimiento tradicional, el titulo académico solo te habilita a obtener la letra inicial, como base del futuro desarrollo, primera piedra del proyecto vital. Es, sin embargo, el implicado, quien a base de ensayo-error, mediante complejas estrategias sistemáticas o mediante ayuda externa, logra desvelar una a una las incógnitas escondidas tras cada letra. Y así, como nos enseñaron hace años, sólo aquellos capaces de descubrir hasta la última letra, serán quienes, como vencedores, gozarán del reconocimiento y admiración necesarios para permanecer presentes generación tras generación como fuentes de inspiración y objetos de estudio entre sus iguales.

El resto, simplemente podrán ser recordados por hechos puntuales acaecidos durante la consecución fallida de su búsqueda profesional. Esta es la metodología que perfila al maestro, al arquitecto, ingeniero, notario, médico (sexismos aparte) durante sus respectivas etapas activas.

Pese a ello, hay una profesión encargada de dar sentido a todas las demás. Una profesión sin la cual, el resto serían una simple utopía teórica. Es por ello, que en este caso, decido centrarme en el mundo de la educación, elemento primordial en la vida de todo ser humano, y por tanto piedra angular del desarrollo de un país. Sin embargo, tendemos equivocadamente a entender la educación como un trámite más en la vida de nuestros pequeños, incluso como una obligación cara y molesta.

Pues bien, todo país necesita de una sociedad educada, sea cual sea el tipo de educación recibida. No todos deben saber sobre matemáticas o literatura, sino que deben entender las bases que las motivan y centrarse en encontrar sus inquietudes. Para ello se realiza una enseñanza básica en la cual instruirlos en diversas materias y fomentar su interés por alguna de ellas. Ello no significa que debamos señalar al mal estudiante, sino centrarnos en encontrar su motivación. Un niño suspenso siempre es el resultado de una mala educación. Y digo mala, en el sentido de errónea.

Si un niño es mal estudiante, en mi opinión, es porque tiene otras virtudes que le hacen destacar. Lo importante es encontrar esa otra materia en la cual es bueno y potenciarla. Aunque ello signifique abandonar el camino tradicional de los estudios universitarios. Existen muchas otras profesiones en las cuales se puede destacar e, incluso, encontrar la felicidad. Además, no nos olvidemos, todas las profesiones son igual de importantes, por más que nos empeñemos en desprestigiar determinados gremios ancestrales. Un país funciona como una compleja máquina en la cual cada engranaje debe funcionar por sí mismo para lograr el funcionamiento global. El simple fallo de una pieza, boicotea al resto. No cabe duda que este mecanismo dispone de piezas más grandes y más pequeñas, más sofisticadas y menos. Pero todas son imprescindibles, la ausencia de una de ellas supondría el colapso del conjunto.

Esta máxima aparentemente obvia, ha sido relegada ante una inminente tendencia generacional hacia la educación universitaria. El motivo: evidentemente una sociedad frustrada en los estudios ante la imposibilidad de acceder a tal lujo. Generaciones absortas ante los pocos afortunados que lograron ser instruidos en las universidades, convirtiéndose en los auténticos héroes de pueblo, merecidas eminencias.

Este hecho, lamentable pero real, está motivando una nueva injusticia tan penosa y real como aquel. Hoy día, nos encontramos ante una sociedad repleta de licenciados o, en su defecto, malos estudiantes frustrados y señalados por no corresponder los deseos de sus padres, quienes con la mejor de sus intenciones y en un acto sumamente egoísta (no por ello negativo), decidieron asociar sus recuerdos infantiles a los de su hijo, imponiendo la formación universitaria como único modelo de éxito a tener en cuenta. Todo lo que no fuese obtener una titulación, era sinónimo de fracaso. Aquel que no quería estudiar, un desagradecido incapaz de valorar la magnitud del regalo que estaba recibiendo.

Pues bien, confío que no se repita este efecto boomerang, dado que las licenciaturas se están desprestigiando ante tanta marabunta de candidatos, los master son comunes, e incluso el doctorado se convierte en algo casi frecuente. Posiblemente se volverán a poner en valor otras profesiones no tan admiradas hoy día, en busca de un equilibrio que nuestro sistema pendular impide alcanzar.

Sin embargo, lo único que se ha mantenido constante en dicho bucle, es el eje del péndulo, el soporte de toda fluctuación, la figura del maestro. Ese ente vocacional que decide dedicar su vida a transmitir sus vivencias y conocimientos a nuevas generaciones con la humildad suficiente como para desear que sean sus alumnos quienes superen sus propios logros y le sucedan en tan plausible tarea. Seres capaces de abstraerse del orgullo y la envidia humana, centrados exclusivamente en encontrar lo mejor de cada uno, potenciarlo y animarlo a profundizar en ello para posteriormente transmitirlo a los siguientes. Esa actitud, es la encargada de permitir las sinergias de una sociedad, las sinergias de un país.


A todos ellos, GRACIAS.

Sin duda, necesitamos más maestros y menos profesores. Más interesados en mejorar y hacer mejores a sus iguales, que competidores dispuestos a hundir a los que les rodean para así destacar ellos mismos.


lunes, 21 de noviembre de 2011

La disociación

La disociación, la clave de la mayor parte de los problemas.

El dinero no es más que un pagaré emitido por un banco. Para evitar robos los comerciantes empezaron a emitir cartas de compromiso de pagos futuros (pagarés) respaldados por su patrimonio y solvencia, evitando así cargar en el mercado con cantidades importantes de oro (valor referencia entonces). Con el tiempo los bancos asumieron dicha función y en Europa posteriormente los estados a través de los Bancos Centrales. Hoy ya no existe tal garantía o respaldo en oro. El dinero se sujeta a las leyes de mercado, vale lo que la ley de oferta (del banco central que lo emite) y la demanda (los demás bancos demandan) marca.

Por otro lado, las sociedades mercantiles, son personas jurídicas. Una persona jurídica no es más que una ficción, por la cual la asociación de un numero de personas físicas (reales) que comparten un legítimo ánimo de lucro, pasa a tener la consideración de persona independiente de sus integrantes, con capacidad para obligarse y para ser titular de derechos.

Se crearon para que el emprendedor pudiese emprender sin que le coartase el miedo a perder lo que hasta ese momento había consolidado, limitando el riesgo que asumía a la inicial aportación a la sociedad, eso sí, a cambio de las correspondientes acciones o participaciones. Y eso está bien, pues son bases y normas del juego que conocemos antes de operar con una sociedad, cuya solvencia viene determinada por la cifra del capital social, que es un dato público.

Pues bien, explicado lo anterior, hay que decir que el problema viene cuando hemos interiorizado tanto ambas ficciones que se nos olvida que el dinero no es más que un medio de pago y que al final son las personas integrantes las que forman las sociedades, las que deciden y las que en el fondo son responsables de las consecuencias, aceptando que el dinero genere dinero sin producir nada en realidad y perdonándoles a las personas que dirigen esas entidades no sólo la responsabilidad patrimonial, sino también su responsabilidad moral, porque acabamos culpando al ente ficticio del mal y no a las personas que tomaron las decisiones.

Cuando se habla de los mercados financieros se nos olvida que en realidad los mercados son en realidad un relativamente reducido número de personas, que fundaron o son propietarios de un número algo más amplio de sociedades que a su vez tienen un gran número de filiales (bancos y hedge founds), que siguiendo sus directrices especulan con lo que algunos diligentemente producen.

La mayoría de hedge found, tienen entre su accionariado a múltiples entidades financieras, de las que son socias o partícipes a su vez diversas sociedades o entidades cuyo único titular final son un determinado grupo reducido de personas que se escudan en esos entramados societarios, que hacen suyo el  beneficio de especular y que luego socializan las pérdidas. Tan pocos son que, de hecho, cuando el Congreso de los EEUU quiso ponerle cascabel al gato, cito a declarar a tan sólo cinco gestores de los hedge founds más grandes y millonarios (http://es.wikipedia.org/wiki/Fondo_de_inversi%C3%B3n_libre)

Cuando un directivo de una entidad sale en los medios de comunicación, opinando sobre lo que habría que hacer o no y sembrando dudas sobre una empresa o estado, suele prestársele atención en base a sus méritos personales y su capacitación profesional, como si opinase objetivamente, como si fuese ajeno a todo, pero se nos olvida que tiene un interés directo a través de las entidades para las que trabaja, que no son más que una careta para su propia persona. Si ha ordenado a sus entidades apostar contra un estado y siembra dudas sobre dicho estado, está mirando por sus intereses, algo que ya se hace con total impunidad, pero que no deberíamos permitir.

¿Tiene lógica que el zorro diseñe la valla que protege el rebaño?

Por el mismo motivo cuando se habla de que una entidad ha repartido bonus o ha incrementado el salario de los directivos, bajo la justificación de que hay que evitar fugas de talento, no nos chirría. Ni siquiera en épocas como la actual, en las que los bancos están teniendo pérdidas. Pérdidas que son consecuencia de créditos otorgados incumpliendo directrices elementales a quienes luego han cuidado de esa persona o directivo que le consiguió el apoyo financiero.

Nuestro cerebro no alcanza a  sustituir el nombre de la entidad por el de los propios directivos que, en realidad, se han repartido el beneficio de la entidad, bajo la excusa de evitarse a sí mismos la tentación de marcharse (¿?¿?¿?) y en agradecimiento por la  gestión que hacen, que en realidad ha sido realizada en perjuicio de sus accionistas y de la propia entidad, mirando por su privado beneficio y causando pérdidas millonarias.

Nuestro cerebro no alcanza a entender que el banco cuando le dio un crédito “kamikaze” a un empresario o empresa con escasa probabilidad de éxito, en realidad lo que ocurría era que una determinada persona real, con intereses propios, abusando de su posición, estaba comprando futuros favores.

Así se explica que personas que eran directivos de Goldman Sachs y otras entidades que provocaron esta gran crisis, a través de la creación de “productos financieros basura”, sean ahora nombrados como “salvapatrias” sin que a nadie le dé un ataque de ira.

Porque no se entiende como alguien que era directivo de una entidad que realizó abusos hasta hundirse, forzando la intervención del estado (http://www.cnnexpansion.com/negocios/2009/07/22/goldman-sachs-se-libera-de-rescate), que invirtió impuestos públicos en evitar la debacle del sistema, puede ahora ser designado como presidente de un país, para salvarle de una situación por él y sus compañeros.

Un ejemplo:


Internacional – 17 de noviembre de 2011:

<<El banco más rentable de la historia de Wall Street, Goldman Sachs, ha explicado en un informe dedicado a la situación italiana que si finalmente el país designa un Gobierno de tecnócratas con un líder que goce "de personalidad externa y capaz" para gestionar la crisis, la especulación creada en torno al país mediterráneo descendería a gran velocidad. Uno de los nombres que se barajan para el puesto es Mario Monti, que precisamente trabajó para la entidad estadounidense como asesor internacional.>>

Eso es lo que en el resto del mundo se conoce como chantaje. Se lo traduciré: “Hasta que no pongas a mi amigo y persona de confianza, el Sr. Monti, a dirigir Italia para que pueda tomar las decisiones que me interesan, no voy a dejar de especular contigo y de ganar dinero a tu costa.”

Me considero a favor del gobierno de los tecnócratas, pero siempre que sean tecnócratas elegidos por sus méritos de forma democrática.

No me puedo contentar ni tolerar con el gobierno de los tecnócratas impuestos por sus desméritos y en base al más burdo de los chantajes, por quienes han provocado la ruina de muchas empresas y familias, en lo que es un GOLPE DE ESTADO. Me niego a que las personas reales, que han causado esta debacle económica, que a posteriori se han hecho de oro con cargo a las recapitalizaciones de los estados (a entidades que recordemos les pagan a ellos sueldos millonarios) me impongan ahora quien me representa.


jueves, 17 de noviembre de 2011

Entre héroes y avatares


Avatar se define como un cambio o vicisitud, sin embargo, en el hinduismo se refiere a un representante divino enviado por los dioses. Pues bien, ninguna de estas opciones es la que motiva este escrito. Me dirijo a vosotros a raíz de la película Avatar, para introducirme en el arte del celuloide y escrutar los auténticos entresijos del cine.

Avatar, como decía, más allá de la superproducción, de los efectos especiales, y la interminable imaginación que describe y configura cada fotograma; nos presenta un mundo diferente, una alternativa atractiva y asumible, que esconde una feroz crítica a los valores que imperan en nuestra cotidianeidad. No hablo de los tan usados valores del amor, la amistad y la valentía (ausentes en muchos casos), sino de una filosofía de vida en paz con su contexto, con sus iguales y con aquellos que difieren. Una cultura capaz de valorar aquello de lo que dispone, sin ansiar lo que no posee. Una apología a la felicidad más sencilla y sutil.

Muchos se quedan con el mensaje patriótico y heroico de sus protagonistas, otros ahondan hasta descubrir los sentimientos que los guían, pero lo que realmente es una novedad, es la fuerza adquirida por el perdón.

En películas como El fuego de la venganza, 300, o Un ciudadano ejemplar (en mi opinión, obras de arte) se potencia el odio y la satisfacción que implica la venganza. Pero es en películas como El libro negro, ambientada en la Holanda ocupada por los nazis, donde se desmaquilla la realidad, y se muestra el lado más salvaje de nuestros “héroes”, la cara “B” de la historia. No hay héroes sin villanos, ni villanos sin héroes. Y es ese equilibrio el que fluctúa y se balancea, alternando los papeles según se analice la situación y desde donde sea observado. Esta película lo hace desde dentro, desde el núcleo mismo de ese equilibrio, observando objetivamente el movimiento de la balanza. Esta película muestra el raído tema del odio y del enemigo desde un punto de vista cambiante. Nos revela esa segunda identidad. Curiosamente nos aleja de los conceptos de héroe y villano al mostrarnos sus semejanzas y coincidencias. Nos atrae ambos conceptos a su origen mismo, nos muestra su lado más “humano”.

Sí, esa humana tradición de venganza, esa humana perversión que reacciona de forma newtoniana ante una acción, con otra reacción de igual intensidad pero de sentido contrario. Luchamos contra un objetivo común como víctimas, para convertirnos en su verdugo.

¿Qué nos lleva a olvidar tan pronto los motivos últimos de nuestra rebelión? ¿Cómo podemos devolver tan semejantes atrocidades una vez sufridas? ¿Por qué seremos tan humanos para determinadas cosas, y tan coherentes para otras?

Esta, quizás, es la principal virtud de la película de James Cameron, mostrar una sociedad alternativa capaz de perdonar, dispuesta a disfrutar de su entorno y respetarlo por encima de todo, aceptando sus limitaciones y fomentando una convivencia natural y coherente. El resto, un alarde de técnica y estilo que maquilla con sublime elegancia.

martes, 8 de noviembre de 2011

“Debate electoral”


Seré breve, me resulta vergonzoso no sólo asistir a un espectáculo tan lamentable, sino peor aún, ser parte de ello.

¿Cómo se puede hablar de una nación sin hacer la más mínima referencia a ella? Sí, en todo momento, se ha utilizado a la sociedad para decorar sus discursos electorales, pero ninguno ha tenido la valía necesaria para afrontar una realidad evidente y molesta, la desconexión existente entre políticos y ciudadanos.

La conclusión de ambos candidatos, aún sigo sin entender porque son sólo dos, parece obtenida de un manual descontextualizado y atemporal. Uno nos propone su partido como solución, ante la acumulación infinita de experiencia y aptitudes, qué lastima que no hayan podido ustedes participar cuando han tenido la oportunidad como líderes de la oposición. Eso sí, me anima saber que en sólo un mes han podido alcanzar esta sabiduría. Así es como debería funcionar la educación. No olvidemos tampoco, lo fácil que resulta acabar con el paro desde la silla en la que se sienta. Cuán diferente debe ser la silla que le otorgaron en el Congreso.

El otro nos insta al voto y a confiar en la democracia, ¿pero se ha planteado el por qué no queremos votar? ¿Han reflexionado acerca de la lamentable situación en la que vivimos, donde los representantes no tienen a quien representar? Se lo diré, no creemos en ustedes. Y lo peor es que lejos de preocuparle, nos siguen empleando para añadir una componente social a todas sus iniciativas. Ojalá ese interés social desembocara en una atención a las peticiones y desencantos de esa sociedad, por variar. Efectivamente la indiferencia no ayuda, pero me gustaría que se aplicaran el cuento y afrontaran nuestras inquietudes.

Podría dedicar una noche completa a mostrar mi decepción por este debate, pero prefiero resumirlo en que una vez más, la única nación que he visto reflejada es la que deciden adjuntar a sus discursos populistas y carentes de contenido. Crear trabajo es algo que va más allá, de la simple unión de palabras. Fomentar la igualdad de oportunidades, representa mucho más que añadir los términos social o público a cada ámbito a debatir.

Señores, me limito a decir, que es extremadamente triste tener que irme a la cama con la sensación de que acabo de perder cerca de dos horas de mi vida en escuchar a gente que no dedica ni cinco minutos a escucharme a mí, cuando, lo más importante, son ellos los que se supone que son elegidos para servirme y representarme a mí y no lo contrario. Voy a emplear mejor mi tiempo en intentar formarme como persona para enfrentarme a las múltiples dificultades que ustedes se han empeñado en ofrecerme.

¡Enhorabuena! Han vuelto a superarse, desvirtuar un nuevo concepto, el del debate electoral y democrático. Sigan así, y este país podrá presumir de ser el único carente de principios y valores, gracias a la representación “políticamente correcta” de sus dirigentes.

Un saludo y gracias.

lunes, 31 de octubre de 2011

Homenaje a un grande


Como principiante en esto del escribir, no me avergüenza reconocer mi admiración hacia aquellos que, mucho antes que yo, decidieron explorar este bello arte y permitir al resto de humanos disfrutar de otro de los grandes placeres de esta vida, el leer.

Imagino que cada uno habrá pensado en un autor concreto al enfrentarse al párrafo anterior. Posiblemente, alguno que otro, haya, incluso, coincidido conmigo. Sin embargo, sea quien sea a quien les haya recordado, de lo que estoy seguro es de que no hay mayor homenaje que puedan brindarle. Es por ello, que aprovecho hoy para reconocer los méritos de aquel que me inspiró a escribir, por poco que esto pueda llegar a enorgullecerle.

En mi caso es, Don Arturo Pérez-Reverte, aquel auténtico sinvergüenza maleducado, que lejos de resultar pedante, nos deleita cada semana con su más sincera opinión, le moleste a quien le moleste. Ese es el tipo de escritor al que admiro, ese capaz de decir lo que piensa sin preocuparse más allá. Sí, evidentemente, todos tenemos que comer. Y en este sentido, no hay excepciones. En el trabajo, la prioridad es ganarnos el pan. Por muy rebelde y polémico que uno pueda ser, su límite es siempre bastante claro y evidente, no arruinarlo todo y poner en peligro su bienestar. Pues bien, con Arturo, si se me permite la confianza, he llegado a dudar de dicha máxima. A veces parece no importarle lo más mínimo, todo lo que no sea escribir, y sobre todo, transmitir su verdad.

Evidentemente, no me planteo copiar a un maestro, me vale con aprender lo posible de él y pensar que algún día, alguien escribirá algo así sobre mí. O, quien sabe, quizá el propio homenajeado, me devuelva el detalle. Pero no se asuste, maestro, no le escribo para adularle, dorarle la píldora o mendigar su reconocimiento. Es un homenaje sincero, más a mí mismo que a usted. Como le decía, algún día me gustaría recibir un artículo así sobre mí, de ahí que pensara que para ello, debía ser el primero en hacerlo. Por aquello de dar ejemplo, ¿sabe usted?

La verdad es que ahora entiendo como alguien puede dedicar su vida a esto. La primera vez que me senté frente a mi ordenador, no creo poder decir que me sintiera realmente orgulloso de mí mismo, más bien fue una solución desesperada ante la frustrante situación que me veo obligado a vivir. Una realidad, que lejos de agradarme, me revuelve el estómago cual alimento caducado. Esa sensación que tantos hemos podido sufrir en estos últimos tiempos, que hemos compartido en cada tertulia familiar y cada discusión fortuita. Esa queja derrotada, ausente de fe, sin la más mínima intención de hacer algo al respecto. Sin embargo, un día te levantas más incendiario de la cuenta, y decides que es el día, el día de ponerte el mundo por montera y decir todas las barbaridades que te pasan por la cabeza. Lo más curioso es que tan radical reacción, puede llegar a ser, el principio del cambio, un auténtico punto de inflexión. Este hecho aparentemente lleno de ira y frustración, es más bien el primer paso hacia una crítica constructiva, una esperanza de cambio, una ilusión por mejorar. Si todos dijéramos lo que pensamos abiertamente, desde el respeto, probablemente nos sería más fácil detectar lo que no nos gusta y lo que realmente queremos. Pero claro, nos frena la desidia y la comodidad que nos ofrece el permanecer impasibles ante la injusticia, el placer de mirar hacia otro lado.

Por eso les digo: necesitamos más impresentables como yo, atrevidos como Pérez-Reverte, dispuestos a mostrar su verdad, por desgraciada o macarra que pueda parecer. Pues, en el peor de los casos, sabremos con quien no compartimos nuestra manera de pensar, lo cual supone un gran avance hacia el descubrimiento de nuestra verdadera opinión, aquella con la que estamos completamente de acuerdo, y por la que estaremos dispuestos a luchar.

Permítame que emplee una de sus últimas historias para resumir este artículo: me planto frente a usted, como lo haría Canelo en mitad del campo de batalla, para mirarle desafiante desde el lado opuesto de la contienda, sabedor de mi inferioridad, y pese a ello, invitarle a participar de esta iniciativa cultural que nos empeñamos en defender con uñas y dientes, pese a, quizá, lo descabellado de la idea. Queremos promocionar la cultura, pero no la cultura comercial, sino la cultura real, natural, aquella libre de colorantes y conservantes, recién sacada de nuestras cabezas para motivar a aquellos pocos que decidan seguirnos, a activar su industria de opiniones y deleitarnos con sus posibles locuras. Opiniones anónimas regaladas al colectivo, ausentes de todo rastro de individualidad codiciosa. Se trata de ofrecer un papel en blanco para aquellos que tengan algo que decir, o un papel repleto de ideas para aquellos que se molesten en aprender. Es por ello que le invito, más bien le reto, a olvidar su ajetreado día a día para dedicar unos segundos a este proyecto y recoger el guante.

A aquellos que aún sigan leyendo, decirles que no hay nada de malo en reconocer o agradecer una determinada ayuda, por involuntaria que pueda ser. No creo que nadie se atreva a negar, que son estos pequeños detalles los que nos invitan a seguir. Por mi parte, cada comentario, crítica, lector satisfecho, o seguidor incondicional, es lo que me anima a continuar intentándolo, a perseverar.

Un saludo y gracias.

viernes, 21 de octubre de 2011

Hacer justicia no es ajusticiar desde la injusticia

A mí esto me suena a algo así como la antiviolencia violenta, en definitiva, un ejemplo más de la hipocresía encerrada tras el doble rasero que comanda esta sociedad.

Injusticia: Acción contraria a la justicia / Falta de justicia.

Justicia: Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece / Derecho, razón, equidad.

Ajusticiar: Dar muerte al reo condenado a ella / Condenar a alguna pena.
Tomarse la justicia por su mano: Aplicar por su cuenta una medida o castigo que cree merecidos.
Definiciones obtenidas de la Real Academia Española.

Todos hemos sido testigos de los últimos acontecimientos acaecidos en torno a las revueltas del mundo árabe. Sin duda, hemos presenciado la revolución mediática asociada a tales movilizaciones sociales. Y lo más importante, hemos participado de la euforia y alegría desmesurada que ha conllevado la muerte de determinados dirigentes, considerados, a todos los efectos, enemigos públicos.

Pues bien, lejos de entrar a valorar la actitud de estos dirigentes, me gustaría plantear una cuestión que me corroe desde hace ya tiempo. ¿De verdad, pensamos que somos mejores que el resto, capaces de juzgar a los demás según nuestras propias creencias, y, además, contradecir nuestros principios para convertirnos en sus iguales? La sociedad debería meditar acerca de estos hechos, objetivizar en lo posible lo ocurrido, y analizar los pros y los contras de esta “nueva” manera de entender la justicia.

¿Cómo puedo juzgar a alguien por las atrocidades que ha cometido, si mi respuesta es la venganza más cruel, acabando con la vida de varias personas para justificar la matanza de un enemigo al que, lejos de someter a la justicia, asesino y humillo públicamente ante la pasividad y, peor aún, la felicidad de los principales dirigentes de este mundo “civilizado”? ¿Qué ejemplo estamos dando? Tal y como yo lo veo, esto es un mensaje de violencia que invita, peligrosamente, a insensatos a maquillar sus asesinatos bajo la protección de la pseudo-justicia que ellos mismos han decretado.

Desde aquí, no se pretende defender las barbaridades que determinados dirigentes han llegado a cometer, sino denunciar las atrocidades que han acabado con ellos y que otros dirigentes, aparentemente más sensatos, no sólo defienden sino que osan a celebrar.

Frases como, es un gran paso para la democracia, me recuerdan inevitablemente a otras manifestaciones recientes, pero radicalmente opuestas. Con motivo del cese definitivo de las armas anunciado en nuestro país, se han leído y escuchado mensajes de optimismo basados en una idea: es el triunfo de la democracia. Sí, pero, ¿cuál de ellas? Cada día entiendo menos lo que esto significa. Esta bipolaridad del término democracia, nos desvela que los dirigentes la conciben como un comodín con connotaciones positivas que puede ser utilizado como fondo de fotografía o como parapeto ante determinadas acciones.

Para mí, la democracia no es algo que se gane o se pierda, sino algo en lo que se cree. Por tanto, como creyente en la democracia más real, me declaro contrario a que se utilice su nombre para amparar un asesinato, sea cual sea su víctima. Una vez más, el fin no justifica los medios. Quiero mantener mis manos limpias y así poder permitirme denunciar a aquellos que no pueden decir lo mismo. De no ser así, ¿quien marcará los límites entre lo que es justo y lo que no? ¿En base a qué criterios se intervendrá en un país para forzar un cambio que beneficie a la sociedad?

Pese a lo que pueda parecer, para mí hoy no es un día de celebración en el mundo árabe, al menos no de una felicidad completa. Creo que es en nuestro país donde podemos sentirnos realmente agradecidos. Sin olvidar lo inquietante que resulta observar dos noticias tan dispares desde el mismo punto de vista. Y lo que es peor, la inseguridad que me genera descubrir que aquellos que deberían imponer la justicia, son los primeros en olvidarse de ella.