viernes, 9 de diciembre de 2011

La ola de la marmota


Aquellos aficionados al cine que hayáis podido disfrutar de películas como “La Ola” o “El día de la marmota” podréis intuir el trasfondo de este post, sin embargo, empezaré desde cero, aquello que muchas veces entiendo como la única solución a muchos de los problemas en los que nos vemos sumidos hoy día.

“La Ola” (Die Welle, en su alemán original) es una crítica feroz y astuta hacia la sociedad en la que vivimos, en mi opinión, una muestra sublime de la hipocresía que nos rodea hoy día. Ambientada en la Alemania actual, más allá de la guerra fría y la reunificación, se centra en un experimento realizado por un profesor de instituto con sus alumnos, durante una semana cultural. El tema de dicho proyecto semanal es la autocracia, la cual redunda sobre la dictadura nazi alemana, y las consecuencias que derivaron de tal sistema de gobierno, el cual aún castiga a esta nación a través de la humillación pública a la que se ven sometidos con cada nueva obra cinematográfica preocupada por enseñar al mundo la maldad que, sin duda, encerró tal etapa de su historia. Lo más destacable y plausible de esta situación, es que los alemanes, lejos de negar su pasado o huir de su historia, no dudan en erigir grandes monumentos al recuerdo de estas penurias para garantizar que el pueblo no olvide tal barbarie.

Pues bien, en dicho contexto social, se plantea una de las preguntas más recurrentes en cada uno de los múltiples debates sobre la dictadura que, con toda seguridad, transcurren cada día a lo largo del mundo: ¿Hasta qué punto podría volver a ocurrirnos lo mismo? Sin duda, la respuesta más empleada es: ¡pues claro que no!

Y en este momento es cuando aprovecho para introduciros la segunda protagonista de este post, “El día de la marmota” (Groundhog Day, en su inglés original, aunque Atrapado en el tiempo, en su traducción al español). En esta película americana se nos muestra una curiosa casualidad donde el tiempo parece detenerse y resetearse al final de cada día para volver a vivir una y otra vez el citado día de la marmota, tan tradicional en algunos lugares de Norte América.

En ella, el protagonista se esfuerza en revivir las diferentes situaciones que le rodean en dicho día para intentar lograr que la experiencia adquirida le facilite la consecución de sus objetivos.

Puede que resulte extremadamente fantasiosa e irreal, pero no creo que diste tanto como podría parecer de nuestro día a día, eso sí, quizá lo más alejado de la realidad sea el hecho de que el protagonista utiliza sus conocimientos previos para recapacitar acerca de lo ocurrido e intentar hacerlo mejor la próxima vez. ¡Y encima por una buena causa! Que osadía del autor. Pero bueno, es cine, se supone que están ahí para crear.

¿Por qué os cuento todo esto? Supongo que la mayoría habréis encontrado ya multitud de ejemplos en los cuales os hayáis sentido reviviendo una experiencia pasada o criticando errores ajenos que no hacen sino redundar en tropiezos previos.

En mi caso, me ocurre más a menudo de lo que desearía. Últimamente, de hecho, me preocupa la cantidad de veces en las que me asomo por la ventana de mi micro mundo cotidiano para observar horrorizado con que impunidad se cometen errores aparentemente superados y la opacidad reinante en los medios de comunicación, el consentimiento innegable de la mayoría. ¿Qué está ocurriendo?

Se suponía que actos como el Apartheid o la dictadura Nazi, eran fracasos sociales del pasado que nos habían ayudado a mejorar. Sin embargo, cada vez que leo alguna noticia sobre la Franja de Gaza, la situación en Israel... me sorprendo ante un lamentable deja vu, que preferiría fuese algo reservado exclusivamente al cine. Pero no, desgraciadamente no. Es real, y además está suponiendo la muerte de multitud de personas, el sufrimiento de otros tantos y la humillación de todos. Todo ello sin olvidar la frustración de unos pocos que nos indignamos al ver la injusticia con que se afronta una situación tan compleja. La hipocresía con la que se recurre a medidas ya inventadas, ¿o soy el único que ve la Franja de Gaza como la zona de la muerte del Muro de Berlín? Ese espacio intersticial entre muros y definido como zona fronteriza prohibida, en la cual la osadía se paga con la vida.

Pero no es el único caso de zonas fronterizas que rondan los límites de la legalidad, no creo que nos cueste demasiado encontrar más ejemplos.

Con esto, me gustaría hacer recapacitar un poco a la gente acerca de las injusticias que nos rodean y que no deberíamos permitir que transcurran entre la pasividad y la indiferencia social. Quizá el método sea el de plagar de títulos cinematográficos populistas las diferentes carteleras del mundo para que así se conviertan en vox populi, y se rechace lo erróneo de estas iniciativas.

Quizá debamos aprender algo de las revueltas acaecidas a lo largo del mundo árabe, en las cuales más allá de los métodos empleados y la innecesaria violencia, se ha logrado que una sociedad se revele ante la injusticia con el fin de mejorar su situación y la de sus iguales. Un ejemplo de cómo actuar juntos por una buena causa, para permitir que la sociedad viva en un ambiente de paz y felicidad.

jueves, 8 de diciembre de 2011

De profesor a maestro


Este post, es un sincero homenaje a aquellos pocos maestros, que afortunadamente se cruzan en nuestras vidas para, en muchos casos, aclarar con gran sencillez aspectos que infinidad de profesores se habían esforzado en explicar previamente.

Sí, porque maestro, solo es aquel capaz de ser definido con todas las letras, de la M a la O. Son pocos los que tras años de experiencia logran completar su nombre, como el vencedor del juego del ahorcado. Así como en este conocido entretenimiento tradicional, el titulo académico solo te habilita a obtener la letra inicial, como base del futuro desarrollo, primera piedra del proyecto vital. Es, sin embargo, el implicado, quien a base de ensayo-error, mediante complejas estrategias sistemáticas o mediante ayuda externa, logra desvelar una a una las incógnitas escondidas tras cada letra. Y así, como nos enseñaron hace años, sólo aquellos capaces de descubrir hasta la última letra, serán quienes, como vencedores, gozarán del reconocimiento y admiración necesarios para permanecer presentes generación tras generación como fuentes de inspiración y objetos de estudio entre sus iguales.

El resto, simplemente podrán ser recordados por hechos puntuales acaecidos durante la consecución fallida de su búsqueda profesional. Esta es la metodología que perfila al maestro, al arquitecto, ingeniero, notario, médico (sexismos aparte) durante sus respectivas etapas activas.

Pese a ello, hay una profesión encargada de dar sentido a todas las demás. Una profesión sin la cual, el resto serían una simple utopía teórica. Es por ello, que en este caso, decido centrarme en el mundo de la educación, elemento primordial en la vida de todo ser humano, y por tanto piedra angular del desarrollo de un país. Sin embargo, tendemos equivocadamente a entender la educación como un trámite más en la vida de nuestros pequeños, incluso como una obligación cara y molesta.

Pues bien, todo país necesita de una sociedad educada, sea cual sea el tipo de educación recibida. No todos deben saber sobre matemáticas o literatura, sino que deben entender las bases que las motivan y centrarse en encontrar sus inquietudes. Para ello se realiza una enseñanza básica en la cual instruirlos en diversas materias y fomentar su interés por alguna de ellas. Ello no significa que debamos señalar al mal estudiante, sino centrarnos en encontrar su motivación. Un niño suspenso siempre es el resultado de una mala educación. Y digo mala, en el sentido de errónea.

Si un niño es mal estudiante, en mi opinión, es porque tiene otras virtudes que le hacen destacar. Lo importante es encontrar esa otra materia en la cual es bueno y potenciarla. Aunque ello signifique abandonar el camino tradicional de los estudios universitarios. Existen muchas otras profesiones en las cuales se puede destacar e, incluso, encontrar la felicidad. Además, no nos olvidemos, todas las profesiones son igual de importantes, por más que nos empeñemos en desprestigiar determinados gremios ancestrales. Un país funciona como una compleja máquina en la cual cada engranaje debe funcionar por sí mismo para lograr el funcionamiento global. El simple fallo de una pieza, boicotea al resto. No cabe duda que este mecanismo dispone de piezas más grandes y más pequeñas, más sofisticadas y menos. Pero todas son imprescindibles, la ausencia de una de ellas supondría el colapso del conjunto.

Esta máxima aparentemente obvia, ha sido relegada ante una inminente tendencia generacional hacia la educación universitaria. El motivo: evidentemente una sociedad frustrada en los estudios ante la imposibilidad de acceder a tal lujo. Generaciones absortas ante los pocos afortunados que lograron ser instruidos en las universidades, convirtiéndose en los auténticos héroes de pueblo, merecidas eminencias.

Este hecho, lamentable pero real, está motivando una nueva injusticia tan penosa y real como aquel. Hoy día, nos encontramos ante una sociedad repleta de licenciados o, en su defecto, malos estudiantes frustrados y señalados por no corresponder los deseos de sus padres, quienes con la mejor de sus intenciones y en un acto sumamente egoísta (no por ello negativo), decidieron asociar sus recuerdos infantiles a los de su hijo, imponiendo la formación universitaria como único modelo de éxito a tener en cuenta. Todo lo que no fuese obtener una titulación, era sinónimo de fracaso. Aquel que no quería estudiar, un desagradecido incapaz de valorar la magnitud del regalo que estaba recibiendo.

Pues bien, confío que no se repita este efecto boomerang, dado que las licenciaturas se están desprestigiando ante tanta marabunta de candidatos, los master son comunes, e incluso el doctorado se convierte en algo casi frecuente. Posiblemente se volverán a poner en valor otras profesiones no tan admiradas hoy día, en busca de un equilibrio que nuestro sistema pendular impide alcanzar.

Sin embargo, lo único que se ha mantenido constante en dicho bucle, es el eje del péndulo, el soporte de toda fluctuación, la figura del maestro. Ese ente vocacional que decide dedicar su vida a transmitir sus vivencias y conocimientos a nuevas generaciones con la humildad suficiente como para desear que sean sus alumnos quienes superen sus propios logros y le sucedan en tan plausible tarea. Seres capaces de abstraerse del orgullo y la envidia humana, centrados exclusivamente en encontrar lo mejor de cada uno, potenciarlo y animarlo a profundizar en ello para posteriormente transmitirlo a los siguientes. Esa actitud, es la encargada de permitir las sinergias de una sociedad, las sinergias de un país.


A todos ellos, GRACIAS.

Sin duda, necesitamos más maestros y menos profesores. Más interesados en mejorar y hacer mejores a sus iguales, que competidores dispuestos a hundir a los que les rodean para así destacar ellos mismos.