viernes, 30 de septiembre de 2011

A contracorriente

Hoy he experimentado una serie de sensaciones contradictorias que me enorgullecen a la vez que me avergüenzan, todo ello debido a algo tan simple y antiguo como es el don con el que fue dotado el ser humano para la comunicación.

La causa de tal desasosiego no es otra que el idioma. Si. Esa componente fundamental e infravalorada del ámbito de lo social. Creo poder afirmar que no soy el único que se ha visto alguna vez coartado por motivos lingüísticos ante la imposibilidad de transmitir nuestras ideas o incluso necesidades, a nuestro interlocutor. No sé si habréis sufrido esa sensación muy a menudo, pero desde luego, no me cabe la menor duda de que todo aquel que se ha visto inmerso en tal orgía de sensaciones frustradas, no lo olvida con facilidad. Mientras más me intereso por ampliar fronteras y abrir mi mente a nuevas vivencias, más duro y compacto parece el muro con el que tiendo a impactar, y más frecuentemente experimento esta horrible desazón, cada vez mas cotidiana a la par que especialmente española.

Sin embargo, a día de hoy, en un mundo cada vez más globalizado, donde las distancias culturales se han visto reducidas hasta niveles irrisorios, donde existen infinidad de redes de comunicación que nos permiten asistir a eventos diversos a lo largo y ancho del planeta, ya sea de manera física o virtual; en este marco cultural incomparable caracterizado por la búsqueda de alianzas que pongan en valor al conjunto a través del apoyo de sus individualidades... me sorprende y entristece descubrir que existen pequeños reductos sociales aún, en los cuales tales afirmaciones son entendidas como ajenas, o, cuando menos, amenazadoras.

¿Cómo si no explicaríais que un país se vea fragmentado por razones culturales y lingüísticas? Evidentemente la cultura propia de un lugar, entendida como la tradición a la cual debe su idiosincrasia, debe ser, en todo momento, defendida y fomentada, con el fin de mantener la riqueza que caracteriza y diferencia las diversas colectividades y aporta heterogeneidad a este conjunto. Lo que no acabo de entender, es en qué punto concreto de dicha definición de principios, aparece la negación al grupo, al elemento conciliador que los une y los fortalece.

Jamás podré entender dicha asociación de ideas, en tanto en cuanto, yo puedo decir con total confianza, que me siento plenamente orgulloso de mis orígenes y todas y cada una de las características que conformaron mi forma de ser, sin por ello negar ninguno de los niveles jerárquicos en los que se estructuran dichos orígenes. Yo soy un ciudadano de pueblo, orgulloso de su provincia, como parte de su maravillosa comunidad autónoma, integrante de pleno derecho de este espléndido país, como miembro de nuestra ilusionante y prometedora Unión; con sus múltiples defectos, sinrazones, injusticias o incluso desagradables muestras de nuestra insaciable sed de corrupción. Pues bien, sigo estando orgulloso de todo ello, hasta el punto de no perder la esperanza en que exista un futuro mejor.

Ahora bien, una vez que ya he superado la barrera idiomática que tan concienzudamente se empeñó en grabar a fuego nuestro “alentador” sistema educativo, me encuentro ante el gran dilema, ¿cómo encontrar palabras que me ayuden a justificar o, como poco, explicar a mi querido interlocutor el por qué de unas políticas nacionalistas obsesionadas con la imposición de lenguas minoritarias frente a aquellas de mayor repercusión? ¿Cómo se le explica a un ingenuo visitante, ajeno a toda polémica histórica, capaz de hablar con fluidez más de cinco idiomas, tal barbaridad? Y lo que es peor, ¿cómo explicarle a tus hijos, que en un alarde de extrema “generosidad” y “humildad”, has decidido hipotecar su futuro negándoles el mayor legado que podrías transmitirles, su habilidad para comunicarse más allá de sus límites más inmediatos?

Me estremece sólo pensar en verme en esa temible tesitura. Quizás deberíamos imponer en la escuela, aparte de las ya comentadas clases de idiomas para los pequeños "infelices", un temario extra orientado a sus indefensos progenitores, en el cual enseñarles a defender tan “plausible” postura.

Señores, el ego, principal mal de esta sociedad, no hace sino entorpecer la gran variedad de virtudes que caracterizan al ser humano y le otorgan la grandeza que sin duda poseen. Pese a ello, no parecemos programados para aprender de errores pasados, y seguimos empeñados en demostrar que son los astros quienes giran en torno a la todopoderosa Tierra, gobernada y dirigida por nuestros invencibles iguales.

¡Que no! ¡No somos mejores que los demás, no estamos por encima del conjunto! Y no, no podemos oponernos a las tendencias más globales por el simple hecho de dejar nuestra huella en la historia, aunque sea un rastro de pena y destrucción. Cada catástrofe natural, cada desastre acaecido, nos debería ayudar a entender lo insignificantes que podemos ser, como partes de este maravilloso Todo en el que estamos sumidos.

Por favor, desde aquí hago un llamamiento general, para que se analicen las decisiones tomadas y sus más que probables consecuencias a medio y largo plazo. No podemos dejar que sea el orgullo quien gobierne nuestro futuro, sino nuestro raciocinio quien lo guíe. Superemos el egocentrismo que ha manchado tantos y tantos episodios de nuestra historia, olvidemos nuestro ombligo por un momento, para levantar la mirada y ver más allá, disfrutar de la gran cantidad de novedades que se nos ofrecen cada día y que contribuirán a formar la personalidad de los que están por llegar.


Un paso más

Desde hoy, Identidades Ocultas, cuenta con un nuevo espacio de intercambio de ideas, al ofrecer su perfil en twitter, @blogidocs, para que podáis seguirnos y contribuir a través de vuestras opiniones y sugerencias.

Consideraos bienvenidos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sin rumbo definido

En una época donde la mayoría de la población se encuentra sumida en un caos y desconcierto propios de la situación económica reinante, nos enfrentamos a un problema aún mayor: Nos movemos sin rumbo definido. Siempre se ha dicho que de los malos momentos es cuando más se aprende en la vida, y que son las malas experiencias las que marcan nuestra personalidad y nos animan a mejorar. Sin embargo, la sociedad actual parece ajena a toda esta filosofía, esperando a que amaine el temporal, sin plantearse más allá de la niebla inmediata. Y con sociedad nos enmarco a todos.

Concretamente en el mundo de la construcción, sector líder en la economía nacional y por tanto a la cabeza de la debacle y recesión económica, es donde menos se ha aprendido y donde menos intención de mejora o reflexión existe.

La razón principal es que nos hemos mal acostumbrado a la benevolencia de un sector aparentemente al alza de manera indefinida, donde el dinero se ha reproducido a espuertas, sin exigir nada a cambio. Ahora, cuando el dinero desaparece y se esconde a cada minuto, donde el trabajo bien hecho no es sinónimo siquiera de cobrar o cubrir gastos, en este momento tan delicado…resulta que los agentes intervinientes en todo el proceso constructivo han decidido por unanimidad reducir los equipos al mínimo hasta el punto de verse superados por los escasos trabajos de los que disponen, logrando resultados incluso peores que los anteriores, en plena ebullición inmobiliaria. No hemos sido capaces de replantearnos la profesión, asumir nuestros errores y reconocer lo descabellado e irreal de la etapa vivida, sino que nos recreamos en la ilusión cegadora de un desastre pasajero y accidental. Señores: ¡el sistema ha fallado! Se han demostrado sus carencias y debemos resetearnos cual electrodoméstico bloqueado. Pero no, el ser humano es más inteligente que la máquina y es capaz de tropezar infinitas veces en la misma piedra y autoconvencerse de que la piedra no es real. Así somos. Y esto se demuestra en cada uno de nuestros actos.

Todos sabemos que este sistema capitalista (el cual no pretendo valorar) se basa en la ley de la oferta y la demanda, y es el equilibrio entre estas el objetivo final y utópico que lo motiva. Pues bien, en el mundo de la tecnología, que tanto nos abruma y atrae hoy en día, resulta incluso más evidente este proceso.

La tecnología es quizás el sector referente del capitalismo, en tanto en cuanto, ha sido capaz de convertirse en una necesidad social primaria, que lidera en el mundo desarrollado y motiva a aquellos en proceso de desarrollo.

Sin embargo la vinculación de este sector aplicado al mundo de la construcción ha derivado en una fallo de sistema básico. Es decir, los técnicos, seducidos por las oportunidades generadas por la tecnología, hemos perdido de vista el objetivo original, resolver las necesidades de la gente. Nos hemos cegado ante la inminente atracción generada por el nuevo oro conceptual, sin recaer en la condición de herramienta de la tecnología. La tecnología nunca puede ser un fin, sino un medio hacia un fin mayor.

Pues debemos entonar el mía culpa, ya que somos los técnicos los principales responsables del fracaso de la tecnología en el sector de la construcción. ¿Por qué? Sencillamente porque no somos capaces de emplear la tecnología para simplificar procesos. La tecnología es compleja pero se generó para ayudar a realizar las tareas con mayor celeridad y sin problemas. Pero no. Ahora nos encargamos de buscar el más difícil todavía con idea de demostrar una mayor capacidad de innovación, mayor originalidad e imagen de grandeza. Lo que se denomina generar oferta.

Sin embargo este enfoque es completamente erróneo, ya que el destinatario de esta tecnología no es sino el destinatario de la construcción, es decir, el ciudadano, independientemente de sus capacidades en materia de tecnología, o su interés por la innovación. Los consumidores, en su mayoría, no se sienten atraídos por la complejidad sino por la sencillez.

La domótica ha fracasado por la inseguridad generada entre los usuarios al no conocer el funcionamiento de sus nuevos mecanismos.

El nuevo concepto de Hogar Digital va más enfocado a los servicios que a la tecnología, pero el problema es aún más sencillo, una vez más. Se trata de concienciación social, concienciación entre los profesionales para reconcebir la tecnología y su aplicación a determinados sectores, y concienciación social para entender las posibilidades que ello nos genera.

En otras palabras, la concienciación social debe ser la encargada de generar demanda, motor fundamental de la economía y elemento clave en las reglas del juego.

Uno de los problemas más difíciles de resolver en este momento, no son el paro o la crisis económica, sino la cantidad de oferta desaprovechada y en pleno proceso de deterioro que jamás podrá solucionar la demanda no satisfecha existente y por aparecer.

Por otra parte, nos encontramos ante las nuevas tendencias constructivas, en boca de todos hoy día. Los conceptos vinculados a la sostenibilidad, construcción bioclimática o respetuosa con el medio ambiente están de moda. Lo verde vende. Y sin embargo nos estamos volviendo a equivocar, estamos perdiendo una oportunidad única de concienciar a la sociedad de un problema de gran magnitud, que debería preocuparnos a todos. ¿Realmente creen que cuando la gente entienda la situación y se haga cargo de ella, no van a demandar menor huella ecológica en sus viviendas? Y lo que es más importante, ¿realmente creen que en ese caso algún constructor, promotor o proyectista de prestigio vacilará acerca de la inclusión de las correspondientes medidas correctoras?
Señores, los problemas son muy complejos y las soluciones diversas, pero como en la tecnología, lo más sensato es centrarnos en descubrir la más sencilla posible y creer en ella hasta su consecución. Todo es cultura, así que enseñemos sostenibilidad y hagamos tangibles los métodos y conceptos “extraterrestres” que colmatan la mayoría de reuniones de trabajo asociadas a este sector en peligro de extinción.

La plancha y el calentamiento global

Hoy estaba planchando recién levantado, y se ha producido uno de esos momentos de extraña lucidez, que afortunadamente no ha traído como consecuencia el “descarte” de una camisa.

Mientras planchaba, he imaginado cuanta gente habría en España haciendo lo mismo que yo, planchar la ropa del trabajo con un electrodoméstico, que en el mejor de los casos tiene una potencia=consumo, de 2.500 watios.

A continuación me ha venido a la cabeza dos cosas que se han hecho o promovido recientemente para el ahorro energético y combatir el calentamiento global y me he dado cuenta de que sólo se les ocurren medidas “tocahuevos”. A saber: reducir el límite de velocidad a 110 Km/h o reducir hasta casi eliminar el aire acondicionado.

Sobre los 110 km/h hay unanimidad, ha sido la “idiotez” más grande del mundo, que nos ha costado a todos los españoles más de 400.000.-Euros en modificación de señales de tráfico. Yo no sé si ahorró los 300.000 litros de gasolina que aproximadamente se puede comprar con ese dinero, y que podríamos haber recibido de gratis con cargo a todos, pero sí que resultó una medida que a todos nos tocó la moral.

En cuanto a lo del aire acondicionado, estoy de acuerdo en que históricamente siempre se ha abusado de él, pero este verano no había quien fuese a determinados edificios públicos o grandes superficies en Andalucía. Un punto medio, habría sido más correcto, creo yo, porque lo que te ahorras en aire acondicionado, lo hemos gastado todos lavando la ropa sudada.

Así, en ese alarde de deducción y concentración mañanera, me he dado cuenta de que nadie ha planteado aun medidas que nos harían a todos más felices y que sí que ahorraría un montón de energía:

            1º Si se prohibiese por ley el planchar la ropa, costumbre que tenía sentido antiguamente con tejidos menos evolucionados, serían 47.000.000 menos de planchas funcionando todos los días o semanas. Suponiendo que cada plancha esté al menos una hora encendida a la semana, alcanzamos una cifra más que bonita, aunque sólo sea atribuyendo un consumo de 2.000 watios a cada plancha.
            Total, ya existen tejidos que no requieren planchado y una camiseta bien tendida tampoco es que sea tan desagradable de ver si no está planchada.
            Además esa hora que ganaríamos todos a lo mejor nos permitía hacer cosas más sanas un domingo por la tarde… lo que redundaría en natalidad y salud.

            2º Si se prohibiese por ley los trajes y las corbatas… vale, no sé si se ahorraría, pero seríamos más felices y seguro que sudaríamos menos en las épocas de calor.
Al menos ya serían menos prendas a limpiar.

            3º Si se eliminase el alquiler físico de películas, obligando a las productoras a alquilar a través de videoclubs online, ya no tendríamos que coger el coche para alquilar, ni desplazarnos y además conllevaría una reducción del coste de cada alquiler.

            4º Si se obligase a la realización de la compra online o por teléfono, no iría cada uno al supermercado con el consiguiente consumo de combustible (cada persona hace el trayecto de su casa al súper y vuelta completo), sería el personal del supermercado el que en un solo trayecto podría servir la comida a unos 15-20 hogares, con el mismo gasto energético que hace un solo cliente. Total, señores, que tanto la carne, como el pescado, como los yogures, vienen ya en paquetes con idéntica calidad. NO HACE FALTA VERLO Y TOCARLO. Y si no, se devuelve.

            5º Si se impusiera el horario europeo en las oficinas, cada trabajador iría y volvería sólo una vez del trabajo y, si no va a comer a casa, al menos ahorraría en restaurantes al medio día. Además al tener más tiempo libre, aquellos que les gusta el deporte, lo practicarían a diario, lo que redundaría en un ahorro en asistencia sanitaria.

            6º Si se crease una base de datos sobre trabajadores en cada localidad, capacitación y lugar de trabajo, se podría evitar que todas las mañanas haya un montón de trabajadores que se cruzan en sus coches para ir a trabajar al lugar de residencia del otro, que tiene la misma capacitación que él. Seguro que ambos trabajadores se plantearían el intercambio de puestos laborales con tal de no comerse un atasco y perder dos horas todos los días.

            7º Según un estudio de Bruselas, si un 10% de usuarios cambiase el coche por la moto, habría un 40% menos de atascos, pero claro eso es cada vez más complejo porque el Sr. Pere Navarro parece tener una clara persecución por las motos. No quiero ni pensar cuanto consumen los coches en ese 40% de atascos que no se evitan.

            8º Si se habilitasen vestuarios y aparcamientos de bicicletas en las grandes empresas, además de autorizar las bicicletas en los metros y trenes (sin limitación horaria), mucha gente dejaría el coche en casa y se ahorrarían más atascos, humos y mala leche. Que somos europeos nada más que para subir la gasolina e impuestos, pero no para emplear más bicicletas como en Holanda o Alemania (donde por cierto llueve más y hace más frio que en España).

            9º Si no fuésemos tan “gilipollitas” con las formalidades a la hora de vestir, mucha gente, mucha buena gente, motera, no tendría que tener una moto y un coche o scooter para ir guapo a trabajar. Tendría un único vehículo, ese que le calienta el ánimo, con el consiguiente ahorro en aceites y sustancias de lubricación de motores que no existirían.

            10º Si se dejasen de imprimir periódicos y se pasasen a plataformas digitales, se dejaría de cortar tantos árboles y no habría un montón de kilos de papel transportados todos los días desde las imprentas a los kioscos.

            Y por último, y más polémico: si se prohibiese la emisión de televisión durante la hora de la comida y siesta (ahorrándonos esos programas de corazón o culebrones de dudosa calidad), todos dormiríamos o nos “querríamos” igual, pero con la tele apagada.

martes, 27 de septiembre de 2011

Step by step


Today it´s a special day for our blog: Identidades Ocultas, has already its own site on facebook. In order to make your access easier, we have created this fb site to let you know what is happening in our blog, and open the door to your comments and suggestions.

As you can see, we are trying to write in English, because every language will be welcome here. Remember! We are interested in ideas and contents; languages and names are not important.

Enjoy it, and feel free to help yourself!

Greetings,

Identidades Ocultas.

P.S. Sorry! We already know, we have to improve our english skills.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Doble rasero

Puede que sea una de las cosas más comunes e irritantes de una relación, pero no os preocupéis, no estoy aquí para hablar acerca de mis fracasos sentimentales; creo que me faltaría blog para tal fin.

Es más, voy a aprovechar la ocasión para echar una lanza en favor de mis ex parejas: no se trata de un defecto propio de ellas, sino que es simplemente un reflejo de la sociedad en la que vivimos.

Porque como habréis podido observar, una vez más el ser humano demuestra que somos capaces de tropezar infinitas veces con la misma piedra, mientras el subestimado burro se desternilla en sus adentros. No creo que nadie se atreva en la actualidad a dudar acerca del pasado machista que ha caracterizado generación tras generación nuestro país. Evidentemente no es un “mérito” que podamos atribuirnos en exclusiva, son muchos otros los que han fomentado tan lamentable actitud. Y me gustaría dejar claro el papel que ha jugado en este interesante cambio evolutivo la mujer, víctima y artífice de esta rebelión.

Sin embargo, como siempre suele ocurrir, una actitud realmente admirable y justificada es malentendida por algunos para revertir la situación hasta alcanzar límites insospechados, es decir, lograr defender el extremo opuesto para generar el feminismo, heredera vengativa de los ideales de su malévolo hermano mayor.

El escenario social ha visto en los últimos años un despertar masivo de publicidad populista orientada a este nuevo núcleo social capaz de criticar algo, actuando de la misma forma. Sin duda, una manera bastante peculiar de luchar por mis derechos, pisando los del prójimo. Sí señor.

Pero que nadie se equivoque, un error no justifica otro error, jamás. Un maltrato social hacia la mujer no justifica ni debería ser, en ningún caso, motivo para que sea ahora el hombre quien se sienta maltratado socialmente frente a la mujer. No cabe duda, que este fenómeno es aún minoritario, no sé si por mérito de la sociedad o con motivo de su reciente eclosión y temprana edad. Pero no pienso aceptar aquello de: es que no es lo mismo. No, aun no lo es, pero, ¿realmente estamos dispuestos a esperar que sea igual para quejarnos? Yo no.

Tan discriminante e injusta es la discriminación positiva como la negativa, no olvidemos que el objetivo es la igualdad, el equilibrio.

Me gusta pensar que a través de estas palabras, alguien más se planteará estas cuestiones, alguno compartirá la preocupación con sus allegados, y quien sabe, incluso se evite entre todos una debacle social mayor. Soy consciente de la utopía que acabo de plantear, pero como, desde luego, no voy a cambiar nada es callándome mis opiniones y críticas constructivas, no creen?

viernes, 23 de septiembre de 2011

El poder de una mirada

Dicen que la mirada es el espejo del alma, pues bien, no sé si será tanto, pero desde luego que tiene algo especial capaz de hacernos estremecer, reír, llorar e incluso ligar.

Efectivamente, la mirada es un arma letal en esto del arte del flirteo, no hay nada como una certera mirada capaz de iniciar aquello que denominamos contacto visual. La labia, el atractivo, la estética, la elegancia... son sólo alumnos aventajados de la mirada, la auténtica maestra de ceremonias. Con esto no quiero decir que mi mirada sea temible o increíblemente efectiva, sino que soy cada vez mas vulnerable ante la mirada apropiada.

No hace mucho pude disfrutar, en su máxima expresión, de uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Poder sentir en tus propias carnes como esa milésima de segundo en la que dos haces de luz que preceden a sendas islas volcánicas en un mar de terrizos colores, intersectan con los tuyos tras verse atrapados en la maraña láser que hemos dispuesto a lo largo y ancho del local. Esa eterna milésima de segundo, activa tu organismo permitiendo que cada átomo de tu ser se centre en el instante, logre aislar la música, la luz, los posibles rivales, las demás candidatas, el hedor a humanidad... Todo ello queda relegado a un segundo plano, mientras este diferencial de tiempo se prolonga más allá del esquema espacio-tiempo conocido.

Todo inicio, sin embargo, tiene un fin que no es otro, que la vuelta en sí de la capacidad lógica que caracteriza y encumbra al hombre, el pensar. Una vez más, el cerebro nos juega una mala pasada y nos recuerda que uno de los momentos más felices de la noche puede verse reducido a cenizas, ante la amenaza de tierras movedizas impuesta por la aleatoriedad y el azar. Para ello, esperamos pacientemente los tres segundos de rigor antes de iniciar la segunda acometida, frenamos nuestros instintos más salvajes y no por ello carentes de sensibilidad, para intentar que esta vez el raciocinio juegue de nuestra parte.

[Pequeño inciso en la historia para aumentar la expectación creada en el lector, con el fin de alcanzar el punto anímico perfecto con el que afrontar lo que resta por leer, el cenit, así como dejar transcurrir los famosos tres segundos de que os hablaba.]

Tras, probablemente los tres segundos de inactividad más difíciles en la vida de un hombre, hemos de reconocer que debe ser la única inactividad que no nos genera placer, desactivamos la red láser que tanto nos ha costado tejer para focalizar todos nuestros esfuerzos en la presa, esa delicada y asustadiza belleza que ilumina cada rincón que transita. Este desplazamiento de la vista va acompañado de un innegable ruego al más allá de que el azar esta vez no se haya cebado contigo, que hoy sea tu noche, Júpiter haya decidido citar a Saturno para convocar al resto de astros en sus ferroviarias intenciones. Entonces, en ese preciso instante, alcanzas tu objetivo, ¡sí!, los black eyed pies entonan el estribillo de uno de sus grandes hits: ...tonight is gonna be a good night! Todos los condicionantes parecen animarnos a actuar, es el momento por el que tanto hemos luchado, pero cuidado, ahora cada movimiento es vital, no podemos desperdiciar esta inmensa oportunidad.

Por suerte la naturaleza es sabia, cada poro de tu piel es llamado al frente, años de formación militar cobran sentido, cada ápice de vida recogido en tu cuerpo recibe el mensaje y lo interpreta en positivo, ahora o nunca. Entonces es cuando tus mejillas deciden contraerse pese al calor sofocante que rodea tu burbuja de felicidad, dando paso al mayor espectáculo jamás visto, un ejército completo de temibles guerreros que se cuadran firmes y desafiantes ante su nueva musa, ataviados con sus mejores galas, tiñen de blanco la escena. Ya si que sí. Esto está hecho. Nada puede fallar.

Batman, Spiderman, Hulk... son sólo inocentes y cándidos hombrecillos ante ti, eres el mas grande, el paradigma del éxito, el referente de nuevas generaciones que están por llegar.

Es cuando sus impolutos soldados muestran tímidos y dubitativos sus respetos ante tu temible ejército, cuando sabes que tenias razón. Dos sonrisas enfrentadas, una explosión de ilusiones aderezada con tintes de duda. Dos fuentes infinitas de energía dispuestas a brillar durante años. Tantos fracasos, errores y desencantos por olvidar, parecen desvanecerse en cuestión de segundos.

Todo esto no puede quedar entre ella y tú, imposible, esperas su parpadeo con ansia, para ver asombrado el deslumbrante atardecer de su mirada, ese sonrojo posterior que ornamenta la caída de su mirada hacia el mismísimo centro de la tierra. Ahora, ahora es cuando aprovechamos para girarnos hacia nuestro compañero de caza, ese amigo astuto y rapaz concentrado en cada expresión de debilidad que le facilite su entorno.

-         Kiyo, acabo de encontrar a la mía, por fin. Te vas a enterar el pivón que me acaba de sonreír.
-         Vamos allá, dale caña.- son sus elocuentes y trabajadas palabras. Cuanta sabiduría!

Conscientes de su acierto, nos disponemos a recorrer el camino de la gloria, tres metros escasos que nos separan del cielo. Tres pasos que pueden forjar una leyenda. Eso sí, cada músculo debe estar perfectamente coordinado para evitar cualquier tipo de tropiezo o tambaleo, síntomas ineludibles de un fracaso total.

Nada falla, camino cual galán hollywoodiense sobre la alfombra roja, cual delfín surcando las mareas, cual perezoso huyendo de una temible pantera, lento pero firme, sereno. Hasta alcanzar finalmente mi objetivo, un par de codazos y pisotones más tarde.

Aquí estoy, frente a una de las mujeres más bellas que jamás haya conocido, frente al diálogo que justificará y dará sentido a tantos años de escuela, clases somníferas de lengua y literatura. Vamos allá:

- HOLA! - ¿Hola? ¿en serio, tanto tiempo de búsqueda, de preparación, para un mísero hola? ¿pero qué clase de sistema educativo tenemos en este país?

- Hola! - Nos devuelve nuestra musa, frenando todo retazo de negatividad que pudiera haber surgido.

-   ¿Cómo estás, guapa? – grandioso, ya conscientes de que Júpiter ha vuelto al tren.

- ¿Perdona?

-   ¿Que cómo estás, guapa? – Se vislumbra un giro radical. Tu tono da muestras inequívocas de tal temor.

Su silencio y cara de desprecio sólo son superadas por el torrente de ideas contradictorias que recorren nuestra mente, un cúmulo de recuerdos que nos trasladan a tantas otras batallas. No puede ser. No me lo creo. No puedo tener tan mala suerte, debe ser una broma...

Pero gracias a Dios la naturaleza es sabia, y conoce la mejor manera de hacerte olvidar tan absurdos pensamientos. Una tercera mirada entra en escena, esa donde la isla volcánica se encuentra en plena ebullición, rodeada de lava y fuego, para interrumpir tus divagaciones y acudir al rescate de su inocente amada. Un simpático y distinguido caballero dispuesto a compartir contigo años de duro entrenamiento físico y tardes de gimnasio. Vaya fortuna la mía! No podía ser el Gandhi moderno, no. Más bien me toca a mi erigirme en héroe pacifista, al presentar voluntaria forzosa mi otra mejilla. Un aluvión de golpes invade mi estado previo de felicidad y dudas, ese cosquilleo juguetón pasa a convertirse en un grupo de percherones al galope. Una pesadilla hecha realidad, un severo castigo ante tanta amabilidad. Es ahí cuando tu fiel escudero regresa tras la paliza de su particular y sospechosa ausencia, para levantarte del suelo y arrastrarte hacia el exterior del campo de batalla.

Es entonces, en la seguridad del exterior, apoyado junto a la servicial puerta de tu coche, cuando descubres en uno de sus accesorios, la mayor de las paradojas que esconde esta vida. Tu mirada, aquella valiente y descerebrada que osó adentrarse en territorio enemigo sin protección alguna, se encuentra convenientemente oculta tras la sangre que se acumula en el interior de tu cara y que se desprende impasible sobre lo que queda de tu rostro.

Para que luego digan que la naturaleza no es sabia.

Lo políticamente correcto

Curiosa afirmación, eso sin duda.

Y cuando digo curiosa, quiero decir paradójica, controvertida, incluso polémica. Muchos se preguntarán por qué, aunque imagino que otros ya sabrán a qué me refiero.

Vivimos en una sociedad evidentemente politizada, en el buen y en el mal sentido. Todos sabemos el papel que juega la política en nuestra historia y el fin último que la generó. Sin embargo, hoy día, estos principios creadores, estos argumentos filosóficos se ven de soslayo, en una sociedad donde la política es más símbolo de poder que de gobierno, de individualidades que de conjuntos, de conflictos que de encuentros.

En mi opinión la política debería ser el hilo conductor, generador de sinergias, el faro capaz de guiar a una sociedad compuesta por infinidad de individuos asociados en conjuntos menores. En este sentido, es necesario tener representantes que trasladen las inquietudes de los integrantes de la sociedad, ante otras sociedades, a modo de portavoces. Hasta aquí, todo es correcto. Es más, la democracia permite al ciudadano participar en la elección de dicho representante en plenitud de derechos y en igualdad con el resto de ciudadanos. Perfecto.

Ya sabemos la teoría, lo ansiado. Pues bien, ahora me gustaría que todos hiciéramos autocrítica y reflexionáramos acerca de la situación actual, y como esta dista enormemente del ideal definido anteriormente.

Cada día más, los representantes políticos se convierten en entes independientes capaces de dictar sus propias opiniones según sus propios criterios, guiando por tal senda al resto de representados. ¿No os resulta llamativo, que una persona elegida para alzar la voz exclusivamente en el caso de que nosotros deseemos que así lo haga, sea quien nos diga lo que debemos hacer, incluso cuando la mayoría estamos en pleno desacuerdo? A mí, cuanto menos, me inquieta esta paradoja.

¿Cómo puede ser que un político, a día de hoy sea una profesión independiente, privatizada según empresas-partidos que luchan por sus propios intereses? ¿Como puede ser, que se hable de político de carrera? Sinceramente, para mí un político debe ser una persona capaz de expresar mis ideas mejor que yo, esa es su principal labor. Alguien con el suficiente carisma como para aunar las opiniones y evitar el libertinaje y el caos que puede acarrear la diversidad lógica derivada de las diferentes maneras de pensar. ¿Se os ocurre alguien en quien pensar? Probablemente menos de los que oficialmente se declaran como políticos de carrera.

Mas allá de eso, todos aquellos asesores que se adosan al gobierno para contribuir en la toma de decisiones, entiendo que deben ser expertos en la materia de contrastada experiencia, capaces de analizar un determinado problema de manera objetiva y eficaz. ¿Por qué, entonces, deben ser también políticos? La economía no debe ser política. La salud no debe ser política. La cultura, tampoco. La justicia, aún menos.

En este caso, de hecho, creo que la realidad me da la razón: por qué si no un determinado concejal debería tener un asesor que lo asesore, o lo que es peor, varios. Si no me equivoco, es el alcalde quien recurre a sus concejales a modo de asesores. No podemos permitir que la jerarquía se repita indefinidamente. No perdamos de vista la pirámide política estatal: presidente, ministros, presidentes autonómicos, consejeros, alcaldes y concejales. ¿Podemos permitirnos minar toda esta serie jerárquica con más asesores? Aparentemente, todos dependen de un representante central, que cuenta con asesores locales que le facilitan su acceso a todos y cada uno de los ciudadanos que forman dicho Estado. ¿No deberíamos hablar de un equipo destinado a lograr el bien del Estado? ¿Un conjunto de personas luchando por gobernar y defender los derechos de sus ciudadanos? Resulta curioso como percibo una realidad perfectamente opuesta, donde cada miembro de la jerarquía se encuentra orientado hacia intereses bien diversos.

Probablemente sea mi ignorancia la que motiva estas dudas, ya que la inmensa mayoría de la sociedad parece vivir feliz en un entorno hostil donde los partidos políticos, cual equipos deportivos, son apoyados y defendidos a ultranza sean cuales sean su acciones y/o errores, así como odiados desde el frente opuesto, con la misma sinrazón.

Un ejemplo más de este monumental despropósito es la figura de la Oposición, conjunto de expertos políticos que pese a no ser elegidos por la mayoría, cuentan con el suficiente número de votos en su favor como para que sea necesario que trasladen la opinión de sus representados (no me gusta usar la palabra “seguidor” dado que se aleja del concepto original) con el fin de ayudar al gobierno electo en la toma de determinadas decisiones.

Por tanto, cada vez más, me descubro en un estado complejo de rebeldía e indignación, en el cual la impotencia me domina al ver que me encuentro representado por personas que no piensan como yo, ni hacen por intentarlo, y lo que es peor, no solo no puedo renunciar a este servicio que varios como yo decidieron crear algún día, sino que dependo de ellos hasta el punto de que no soy nada si ellos no me permiten serlo.

Es por ello, que cual ex pareja despechada que decide borrar y eliminar todo rastro de su apasionada y fallida relación, me planteo firmemente retirar la citada expresión, políticamente correcto, de mi vocabulario cotidiano, ya que en la actualidad no sé realmente si puede llegar a tener algún sentido emplearlo.

¿Qué relación hay entre lo que es correcto para la política, y lo que es correcto para mi? Es por ello que no acabo de vislumbrar hasta qué punto lo políticamente correcto, es aquello considerado justo o adecuado en la conciencia ciudadana.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Hace algunos meses vi un documental con un título rimbombante

Hace algunos meses vi un documental con un título rimbombante, la “obsolescencia programada”, pero que alude a una idea que todos en algún momento hemos comentado, la de que los productos están diseñados para que se rompan en un tiempo determinado. Es un comentario que suele salir a la luz cuando una impresora da un error que impide la impresión, pero sin que se haya roto nada en su interior; o cuando a alguien empieza a darle problemas la batería del móvil que compró hace dos años y al que se le acaba de terminar la garantía; o siempre que se comenta sobre los muebles de una famosa multinacional sueca o las técnicas de construcción empleadas en estos años de boom urbanístico.

Al parecer eso que se sospecha y se afirma sin una clara convicción o prueba que lo sustente, es cierto. La idea de que las cosas no podían durar surgió en un primer lugar entre los fabricantes de bombillas, que ya en los inicios del siglo XX se unieron en un cártel que decidió que las bombillas en lugar de 2.500 horas debían durar 1.000, e incluso establecieron sanciones para los fabricantes que, perteneciendo al cártel, incumpliesen ese compromiso.

El mismo concepto surgió en Estados Unidos tras el gran crack del 29, cuando la explicación dada a la situación económica de entonces era que los productos duraban tanto que no había necesidad de seguir produciendo al mismo ritmo, de forma que la demanda de los consumidores no justificaba un volumen de producción que brindase trabajo a la gran mayoría.

En ese momento parece que la idea no prosperó, pero si que acabo haciéndolo en los años 50 donde se decidió que en lugar de fabricar los productos con fecha de caducidad, habría que fabricarlos de forma más barata y acompañarlo de una campaña de marketing que creara en los consumidores la necesidad o el deseo de cambiar su viejo producto (aunque funcional) en el mercado de segunda mano, para cambiarlo por uno más nuevo, más moderno, más bonito.

En la actualidad ese modelo de consumismo injustificado es indiscutible y todos aceptamos como algo normal e irreprochable la ambición por algo más nuevo y moderno, o incluso más de moda. Ese modelo de consumismo sostiene un crecimiento económico, donde cada vez producimos más porque consumimos más. En otros campos por el contrario, como el de las impresoras o determinados aparatos electrónicos o electrodomésticos, sin embargo, se sigue fabricando con una fecha de caducidad, pues no son valorados como para poder inducir al consumidor a cambiarlo antes de tiempo.

Pero todo esto tiene una cara “b”, una cara en la que tenemos al tercer mundo convertido en un vertedero de productos desechados, una cara fea en la que estamos malgastando recursos finitos en un bucle infinito, una cara que habla de consumidores que cada vez trabajan más para conseguir menos poder adquisitivo que invierten en bienes no primarios y que para cuando terminan de pagar ya no necesitan.

Una vez más el ejemplo más claro son los denominados “Smartphone”, tienen un coste en torno a los 500.-Euros que abonamos en forma de sobreprecio en nuestra tarifa de telefonía que, curiosamente, tiene un compromiso de permanencia casi idéntico a la vida útil del aparato. Cambiamos los móviles entre 18 o 24 meses, vida útil máxima, lo que coincide con los compromisos de permanencia que asumimos.

No hay que ser muy listo para darse cuenta de que no es un modelo sostenible a largo plazo. Cada vez estamos exportando ese modelo productivo o económico a más países, y cada vez estamos buscando con mayor ahínco un crecimiento económico comprendido entre el 5% y el 10%. Eso supone duplicar nuestra capacidad productiva cada pocos años. Nuestro mundo tiene unos recursos limitados y algunos, de hecho, no renovables, luego no podremos sostener ese modelo de manera indefinida sin agotarlo. Sólo los mercados de bienes intangibles podrán continuar ese modelo, los demás tendrán que empezar a cambiar el fin último que guían el modelo productivo.

Pero claro, aquí llega la pregunta que todo conservador (bien por miedo, bien por defender su posición privilegiada) hará: “¿Y que alternativa propones?”.

La alternativa es dividir el mundo productivo en dos clases muy claras:
-          aquellos que emplean recursos naturales o materiales limitados
-           y los que no.

 En otras palabras: los que generan bienes tangibles y los que no.

Dentro de los sectores productivos que generan bienes tangibles y que en consecuencia dependen de materias primas o recursos limitados, habrá que determinarse bien por intervención directa, bien por legislación un tope productivo, pero sobre todo un cambio en el principio inspirador. El principio que determine el curso de esa actividad no podrá ser el crecimiento ilimitado y continuado, basado en la competitividad entre países, pues cuando los recursos escaseen sólo quedará una vía para seguir creciendo, quitar cuota de mercado a otro a base de trabajar más y por menos, lo que a la postre acarreará la muerte del sistema por incapacidad del consumidor para consumir, si no terminan por agotar los recursos de los que dependen antes. El criterio para determinar el nivel de producción no sólo será el de la sostenibilidad, pues se podría trampear, sino también el de la demanda real existente y su necesidad. No es un concepto nuevo o radical, pues ya se aplica en sectores primarios dentro de la UE, como por ejemplo el ganadero o el de la pesca (cupos de producción de leche o de capturas).

Así a partir de ahora no se deberá buscar la eficiencia en cuanto a volumen. El principio deberá ser el de la eficiencia en el uso de los recursos y por extensión la producción de productos más longevos, más eficientes y, en definitiva, mejores en cuanto a su calidad.

Esto debe venir unido a un cambio a nivel económico mundial, para evitar que sea más rentable construir en lugares menos eficientes. La economía global no puede desequilibrarse, pues entonces no funciona. Para que no se produzcan desequilibrios lo primero será la existencia de una moneda única, o de algún otro mecanismo que evite las desviaciones fruto de devaluaciones artificiales de una moneda para favorecer las exportaciones, y lo segundo será que a la hora de valorar el coste de producción de un producto, habrá de incluirse el de reciclaje o tratamiento efectivo del producto reemplazado y el coste real (no sólo el del combustible) del transporte.

No es lógico ni conveniente que producir un producto en China, muy alejado del consumidor final y con tecnología de fabricación menos eficiente y más contaminante, sea la opción más rentable para las empresas, pues esa competitividad se obtiene a base de tener a la gente trabajando 12 horas, en discutibles condiciones laborales y gracias a un cambio de divisas manipulado. No es lógico, ni justo pues perjudica una producción local que compite mediante el empleo de medios más sofisticados, con mayor flexibilidad (ajuste de la producción a la demanda) que genera bienestar social y que evita en gran medida el transporte y por extensión consumo de energía y contaminación. H&M es una cadena que ha conseguido demostrar que la producción local puede ser más rentable que la producción a gran escala deslocalizada, gracias a que replantea su producción de género de manera mensual y de esa forma se ajusta mejor a la demanda del consumidor en base a modas locales o incluso a la meteorología. No decimos que sea el modelo a imitar o que se tenga que aprobar por intachable, pero sí que ha mejorado en algunas cuestiones y que por tanto es un modelo a considerar.

La siguiente línea argumental será igualmente inevitable: “Ese esquema destruirá empleo”.

Puede que así parezca inicialmente, pero es subsanable o evitable. He dicho antes que en el coste de producción habrá que incluirse el coste de destrucción o reciclaje del producto sustituido, lo que dará lugar a una industria nueva, que tendrá necesidad de mano de obra. Además si el fin inspirador de la producción es la eficiencia en cuanto a calidad, todas las empresas deberán ampliar su sección de I+D para lograr un producto más longevo y de más calidad que el de la competencia, puesto que cada venta, en términos relativos, será más importante que en un mundo de consumismo desorbitado. Así serán menos los empleados destinados a producir, pero más los destinados a reciclar/recuperar y a diseñar/investigar.

Y por último, nuestro interlocutor conservador acudirá al último argumento: todo lo expuesto conlleva un encarecimiento del producto”.

Y la respuesta es sí, pero sólo de los productos materiales manufacturados y no imprescindibles. Los bienes primarios y básicos, como los destinados a alimentación, no se deben encarecer pues se va a acabar con la posibilidad de la especulación o las prácticas de dumping, al mantener constante la ecuación demanda-producción y evitar la competencia desleal fruto de un mercado de divisas adulterado.

La vivienda, otro bien primario, se controlará centralizadamente, la iniciativa será privada, pero la administración controlará el exceso o defecto, pues al final la construcción depende del suelo urbanizable, recurso muy limitado en determinados lugares, por lo que se trata de un mercado imperfecto que no puede regirse por la ley de la oferta y la demanda, dado que la oferta no puede variar y adaptarse al mismo ritmo que una demanda influenciable o sometida a los designios de especuladores. Además en el caso de la vivienda se podrá eliminar la tentación de un acaparamiento por parte de unos pocos o la especulación, mediante una presión fiscal que penalice viviendas con un tamaño superior al medio, la titularidad de segundas viviendas, cuya necesidad no cabe ser defendida, o la compra y venta de viviendas en periodos breves de tiempo para especular. Dicha mayor presión fiscal no se aplicará a la adquisición de una primera vivienda, pero reportará recursos que podrán ser reinvertidos en la gestión de un mercado, el de la vivienda, imperfecto y en la garantía de viviendas sociales.

Luego, ¿qué productos se encarecerán? Los bienes tangibles dependientes de recursos o materias primas limitadas, así como los meramente suntuosos. Un coche costará más, sí, pero siempre existirá la alternativa del transporte público y ese coche durará más. Y es en relación a esa mayor longevidad, donde surge la mayor duda: ¿querremos o aceptaremos tener el mismo coche durante 25 años? o ¿interesa que no podamos actualizar el parque móvil según se descubran medios de automoción más ecológicos? La primera pregunta pasa por una reflexión global de la necesidad de hacer cambios, la segunda cuestión es más difícil de contestar. Creo que un ritmo de renovación más lento se ajustará a un nivel de avances que, por ejemplo en la automoción, ha sido también más lento.

La electrónica, el hardware, será más caro, pero se trata de un hardware que ya es muy potente, y recaerá en manos de los programadores, que producen un bien no tangible, avanzar en el sentido de que se requiera menos potencia para hacer más. Hemos conseguido que un teléfono tenga la capacidad de un ordenador de hace 5 años, luego podemos conseguir hacer más con la potencia de los actuales ordenadores, si es que necesitamos ser capaces de hacer más cosas…

En cuanto a los bienes intangibles, ¿qué cambiar? Nada. Es un mundo que se podría calificar de mercado perfecto, que se puede regir por la ley de la oferta-demanda y donde producir más no requiere más recursos. En un mundo con más de un ordenador por persona, y conectados en red, ya tenemos la base material para crear y disfrutar todo el arte y cultura que podamos imaginar. Será ese el caldo de cultivo de especuladores y personas de ambición o avaricia infinita. Será donde se podrá seguir creciendo y donde se podrá ambicionar más sin límite. El reducto de los soñadores, el mundo capitalista liberal puro. Pues no dependerá de recursos finitos y no se tratará de bienes primarios o esenciales. Además siempre habrá recursos a disposición de todos, incluso sin coste, porque no exista una demanda real. Tal y como ocurre con los libros que no tienen una demanda comercial y que se encuentran en la red en forma de archivos gratuitos. Siempre habrá quien no aspire a ganar compartiendo su obra, o incluso se podrá llegar a implantar conceptos como las licencias “creative commons”.

Se trata, en resumen, de volver a un ritmo de vida más tranquilo, en el que produciremos menos objetos materiales y habrá menos volumen de negocio, pero eso no nos hará menos felices, pues ahora no somos más felices que en los años 60. Será un mundo donde cultivaremos más la amistad y la cultura, los bienes intangibles que los materiales. Donde para relajarnos nos iremos a charlar con los amigos en lugar de a comprar ropa que no necesitamos. Pero sobre todo, será un mundo con viabilidad, pues el actual tocará a su fin, bien porque rectifiquemos, bien porque lo agotemos.

Y no nos equivoquemos, no defiendo un comunismo, pues habrá alimentos y viviendas para todos, sí, pero tendrán que ganárselos. Quien no aporte, no recibirá. Y sí, los trabajadores no cualificados verán limitada su posibilidad de incrementar ingresos a la sostenibilidad de la producción, pero si no trabajan no comerán y si trabajan desarrollando un mejor producto o el mismo buen producto en menos tiempo y gastando menos recursos, trabajarán menos y disfrutarán de los mismos privilegios, lo que debería ser una motivación para mejorar. En el comunismo trabajaba lo mismo tanto si era bueno como malo y tenía lo mismo que todos.

En este modelo alternativo que a “grosso modo” proponemos, si soy mejor recibiré una mayor recompensa porque ayudaré a que sea el producto de mi empresa el que triunfa. Y si soy trabajador que sólo aporto mano de obra, un producto mejor es más duradero,  se posiciona mejor, y así se garantiza la demanda a largo plazo, lo que garantizará mi puesto aun cuando el volumen de producción se estabilice y el tiempo de producción se reduzca.

Incluso en el caso de tener más tiempo libre, o bien acabaré adquiriendo nuevas habilidades y conocimientos, escalando en la jerarquía productiva, si soy hábil e inquieto, o bien me acomodaré a mi situación, feliz por poder cubrir mis necesidades y sin la espada de Damocles de un deseo constante de comprar nuevas cosas por comprarlas. Porque comprar por comprar no estará bien visto, como no lo está ahora tener un coche que consume 20 litros por cada 100 kms o que contamina mucho. Y sí, habrá quien tenga más y quien tenga menos, pero será por su valía, por aportar más, no cantidad, sino calidad, eficiencia e ingenio.

En cuanto a las corruptelas en los órganos que ajusten la producción, será más controlable, tan sólo hay que imponer criterios de publicidad y transparencia, que cualquier intervención que haya deba ser motivada y justificada a través de la red, siendo accesible a todos, y estableciendo una retribución para quien detecte y evidencie errores o desviaciones de poder. Dado que habrá más gente con tiempo libre, habrá más gente controlando, motivado por una retribución extra.

En definitiva se trata de aunar lo mejor de dos sistemas organizativos, dejando ideologías a un lado. El capitalismo y la competitividad para los sectores productivos inmateriales y la producción contralada desde un poder centralizado y público para los sectores que produzcan dependiendo de recursos naturales limitados.

Como dijo Ghandi: “El mundo siempre será lo bastante grande para suplir las necesidades de la gente, pero demasiado pequeño para satisfacer la avaricia de algunos”.

El documental se llama “Obsolescencia programada” y está a disposición de cualquiera en la red, emitido en la 2.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Origen

IDENTIDADES OCULTAS

IDENTIDADES OCULTAS EN LOS INTERSTICIOS DE LA EXPERIENCIA

¿QUE ES LA ARQUITECTURA/CULTURA SINO EL FRUTO DE LA EXPERIENCIA? ¿Y QUE ES LA EXPERIENCIA SINO UN CUMULO DE VIVENCIAS, DE OPORTUNIDADES?

Lamentablemente la conjunción de los conceptos que representan la realidad actual y el planteamiento esbozado, tienden a alejarnos peligrosamente del fin último de la propia cultura.

Ante estas desalentadoras expectativas, podríamos sentarnos y focalizar nuestros esfuerzos en asumir las reglas del juego y esperar al día en que la desidia y la apatía (principales riesgos laborales) nos colmaten hasta el punto de permitirnos disfrutar de esa pseudo-felicidad enmascarada, o simplemente armarnos de papel y lápiz (en una romántica regresión al origen mismo de la arquitectura y la cultura) para reivindicar nuestra existencia, no en aras de alcanzar la fama, ni tan siquiera de ejercer el derecho al pataleo, sino más bien, con idea de aportar algo más, mera alternativa reflexiva, a aquellos que estén por llegar.

En una sociedad donde la política invade y contamina cada rincón del panorama cotidiano, maniatando las mentes mas privilegiadas y cegando los espíritus más inquietos, qué mejor medicación o antídoto que ofrecer un resquicio cultural donde plasmar nuestras más descabelladas divagaciones, donde recuperar el sentido más ornamental y cándido de los colores, donde objetivizar el arte hasta el punto de devolverlo a su subjetividad original.

Y así es como surge IDENTIDADES OCULTAS, un lugar donde simplemente pensar en voz alta y escuchar en silencio; donde compartir nuestras preocupaciones, transmitir nuestras ideas y esconder nuestros miedos.

Una plataforma colectiva anónima dispuesta a presentar individualidades manifiestas e ilustres como reconocimiento profesional al trabajo bien hecho.

Nuestra plataforma no muestra sino lo estrictamente necesario en un firme intento por valorar lo realmente importante, los contenidos, los valores, más allá del orgullo individual. Nuestra filosofía recoge además un manifiesto socio-cultural basado en la educación y el respeto por los demás, sin por ello rehusar de la crítica constructiva y la reivindicación más meditada. 
Se pretenden mostrar verdades concretas derivadas de nuestra propia inexperiencia, como revulsivo de una sociedad tachada de NINI, pues bien, efectivamente somos la generación de los NINI, en algunos casos como reflejo de la simple indiferencia, mientras que en la mayoría de los casos, a consecuencia de las dificultades heredadas del sistema impuesto, y sí, somos aquellos que pese a haberlo tenido todo, podemos definirnos como los que no tenemos NI trabajo, NI casa, NI coche, NI ,lo más importante, la más mínima oportunidad de acceder a ellos. Todo ello gracias a una sociedad donde el JOVEN, es entendido como una oportunidad de inmediatez económica frente a una lógica y altruista inversión de futuro. Pues bien, a aquellos que defienden la primera de las opciones, sólo les recordaré un dato apenas relevante, TODOS han sido, son o serán jóvenes alguna vez, con las necesidades y potenciales virtudes que ello conlleva. A los segundos, no se preocupen, el tiempo nos dará la razón.
YES, I DO!