viernes, 9 de diciembre de 2011

La ola de la marmota


Aquellos aficionados al cine que hayáis podido disfrutar de películas como “La Ola” o “El día de la marmota” podréis intuir el trasfondo de este post, sin embargo, empezaré desde cero, aquello que muchas veces entiendo como la única solución a muchos de los problemas en los que nos vemos sumidos hoy día.

“La Ola” (Die Welle, en su alemán original) es una crítica feroz y astuta hacia la sociedad en la que vivimos, en mi opinión, una muestra sublime de la hipocresía que nos rodea hoy día. Ambientada en la Alemania actual, más allá de la guerra fría y la reunificación, se centra en un experimento realizado por un profesor de instituto con sus alumnos, durante una semana cultural. El tema de dicho proyecto semanal es la autocracia, la cual redunda sobre la dictadura nazi alemana, y las consecuencias que derivaron de tal sistema de gobierno, el cual aún castiga a esta nación a través de la humillación pública a la que se ven sometidos con cada nueva obra cinematográfica preocupada por enseñar al mundo la maldad que, sin duda, encerró tal etapa de su historia. Lo más destacable y plausible de esta situación, es que los alemanes, lejos de negar su pasado o huir de su historia, no dudan en erigir grandes monumentos al recuerdo de estas penurias para garantizar que el pueblo no olvide tal barbarie.

Pues bien, en dicho contexto social, se plantea una de las preguntas más recurrentes en cada uno de los múltiples debates sobre la dictadura que, con toda seguridad, transcurren cada día a lo largo del mundo: ¿Hasta qué punto podría volver a ocurrirnos lo mismo? Sin duda, la respuesta más empleada es: ¡pues claro que no!

Y en este momento es cuando aprovecho para introduciros la segunda protagonista de este post, “El día de la marmota” (Groundhog Day, en su inglés original, aunque Atrapado en el tiempo, en su traducción al español). En esta película americana se nos muestra una curiosa casualidad donde el tiempo parece detenerse y resetearse al final de cada día para volver a vivir una y otra vez el citado día de la marmota, tan tradicional en algunos lugares de Norte América.

En ella, el protagonista se esfuerza en revivir las diferentes situaciones que le rodean en dicho día para intentar lograr que la experiencia adquirida le facilite la consecución de sus objetivos.

Puede que resulte extremadamente fantasiosa e irreal, pero no creo que diste tanto como podría parecer de nuestro día a día, eso sí, quizá lo más alejado de la realidad sea el hecho de que el protagonista utiliza sus conocimientos previos para recapacitar acerca de lo ocurrido e intentar hacerlo mejor la próxima vez. ¡Y encima por una buena causa! Que osadía del autor. Pero bueno, es cine, se supone que están ahí para crear.

¿Por qué os cuento todo esto? Supongo que la mayoría habréis encontrado ya multitud de ejemplos en los cuales os hayáis sentido reviviendo una experiencia pasada o criticando errores ajenos que no hacen sino redundar en tropiezos previos.

En mi caso, me ocurre más a menudo de lo que desearía. Últimamente, de hecho, me preocupa la cantidad de veces en las que me asomo por la ventana de mi micro mundo cotidiano para observar horrorizado con que impunidad se cometen errores aparentemente superados y la opacidad reinante en los medios de comunicación, el consentimiento innegable de la mayoría. ¿Qué está ocurriendo?

Se suponía que actos como el Apartheid o la dictadura Nazi, eran fracasos sociales del pasado que nos habían ayudado a mejorar. Sin embargo, cada vez que leo alguna noticia sobre la Franja de Gaza, la situación en Israel... me sorprendo ante un lamentable deja vu, que preferiría fuese algo reservado exclusivamente al cine. Pero no, desgraciadamente no. Es real, y además está suponiendo la muerte de multitud de personas, el sufrimiento de otros tantos y la humillación de todos. Todo ello sin olvidar la frustración de unos pocos que nos indignamos al ver la injusticia con que se afronta una situación tan compleja. La hipocresía con la que se recurre a medidas ya inventadas, ¿o soy el único que ve la Franja de Gaza como la zona de la muerte del Muro de Berlín? Ese espacio intersticial entre muros y definido como zona fronteriza prohibida, en la cual la osadía se paga con la vida.

Pero no es el único caso de zonas fronterizas que rondan los límites de la legalidad, no creo que nos cueste demasiado encontrar más ejemplos.

Con esto, me gustaría hacer recapacitar un poco a la gente acerca de las injusticias que nos rodean y que no deberíamos permitir que transcurran entre la pasividad y la indiferencia social. Quizá el método sea el de plagar de títulos cinematográficos populistas las diferentes carteleras del mundo para que así se conviertan en vox populi, y se rechace lo erróneo de estas iniciativas.

Quizá debamos aprender algo de las revueltas acaecidas a lo largo del mundo árabe, en las cuales más allá de los métodos empleados y la innecesaria violencia, se ha logrado que una sociedad se revele ante la injusticia con el fin de mejorar su situación y la de sus iguales. Un ejemplo de cómo actuar juntos por una buena causa, para permitir que la sociedad viva en un ambiente de paz y felicidad.

jueves, 8 de diciembre de 2011

De profesor a maestro


Este post, es un sincero homenaje a aquellos pocos maestros, que afortunadamente se cruzan en nuestras vidas para, en muchos casos, aclarar con gran sencillez aspectos que infinidad de profesores se habían esforzado en explicar previamente.

Sí, porque maestro, solo es aquel capaz de ser definido con todas las letras, de la M a la O. Son pocos los que tras años de experiencia logran completar su nombre, como el vencedor del juego del ahorcado. Así como en este conocido entretenimiento tradicional, el titulo académico solo te habilita a obtener la letra inicial, como base del futuro desarrollo, primera piedra del proyecto vital. Es, sin embargo, el implicado, quien a base de ensayo-error, mediante complejas estrategias sistemáticas o mediante ayuda externa, logra desvelar una a una las incógnitas escondidas tras cada letra. Y así, como nos enseñaron hace años, sólo aquellos capaces de descubrir hasta la última letra, serán quienes, como vencedores, gozarán del reconocimiento y admiración necesarios para permanecer presentes generación tras generación como fuentes de inspiración y objetos de estudio entre sus iguales.

El resto, simplemente podrán ser recordados por hechos puntuales acaecidos durante la consecución fallida de su búsqueda profesional. Esta es la metodología que perfila al maestro, al arquitecto, ingeniero, notario, médico (sexismos aparte) durante sus respectivas etapas activas.

Pese a ello, hay una profesión encargada de dar sentido a todas las demás. Una profesión sin la cual, el resto serían una simple utopía teórica. Es por ello, que en este caso, decido centrarme en el mundo de la educación, elemento primordial en la vida de todo ser humano, y por tanto piedra angular del desarrollo de un país. Sin embargo, tendemos equivocadamente a entender la educación como un trámite más en la vida de nuestros pequeños, incluso como una obligación cara y molesta.

Pues bien, todo país necesita de una sociedad educada, sea cual sea el tipo de educación recibida. No todos deben saber sobre matemáticas o literatura, sino que deben entender las bases que las motivan y centrarse en encontrar sus inquietudes. Para ello se realiza una enseñanza básica en la cual instruirlos en diversas materias y fomentar su interés por alguna de ellas. Ello no significa que debamos señalar al mal estudiante, sino centrarnos en encontrar su motivación. Un niño suspenso siempre es el resultado de una mala educación. Y digo mala, en el sentido de errónea.

Si un niño es mal estudiante, en mi opinión, es porque tiene otras virtudes que le hacen destacar. Lo importante es encontrar esa otra materia en la cual es bueno y potenciarla. Aunque ello signifique abandonar el camino tradicional de los estudios universitarios. Existen muchas otras profesiones en las cuales se puede destacar e, incluso, encontrar la felicidad. Además, no nos olvidemos, todas las profesiones son igual de importantes, por más que nos empeñemos en desprestigiar determinados gremios ancestrales. Un país funciona como una compleja máquina en la cual cada engranaje debe funcionar por sí mismo para lograr el funcionamiento global. El simple fallo de una pieza, boicotea al resto. No cabe duda que este mecanismo dispone de piezas más grandes y más pequeñas, más sofisticadas y menos. Pero todas son imprescindibles, la ausencia de una de ellas supondría el colapso del conjunto.

Esta máxima aparentemente obvia, ha sido relegada ante una inminente tendencia generacional hacia la educación universitaria. El motivo: evidentemente una sociedad frustrada en los estudios ante la imposibilidad de acceder a tal lujo. Generaciones absortas ante los pocos afortunados que lograron ser instruidos en las universidades, convirtiéndose en los auténticos héroes de pueblo, merecidas eminencias.

Este hecho, lamentable pero real, está motivando una nueva injusticia tan penosa y real como aquel. Hoy día, nos encontramos ante una sociedad repleta de licenciados o, en su defecto, malos estudiantes frustrados y señalados por no corresponder los deseos de sus padres, quienes con la mejor de sus intenciones y en un acto sumamente egoísta (no por ello negativo), decidieron asociar sus recuerdos infantiles a los de su hijo, imponiendo la formación universitaria como único modelo de éxito a tener en cuenta. Todo lo que no fuese obtener una titulación, era sinónimo de fracaso. Aquel que no quería estudiar, un desagradecido incapaz de valorar la magnitud del regalo que estaba recibiendo.

Pues bien, confío que no se repita este efecto boomerang, dado que las licenciaturas se están desprestigiando ante tanta marabunta de candidatos, los master son comunes, e incluso el doctorado se convierte en algo casi frecuente. Posiblemente se volverán a poner en valor otras profesiones no tan admiradas hoy día, en busca de un equilibrio que nuestro sistema pendular impide alcanzar.

Sin embargo, lo único que se ha mantenido constante en dicho bucle, es el eje del péndulo, el soporte de toda fluctuación, la figura del maestro. Ese ente vocacional que decide dedicar su vida a transmitir sus vivencias y conocimientos a nuevas generaciones con la humildad suficiente como para desear que sean sus alumnos quienes superen sus propios logros y le sucedan en tan plausible tarea. Seres capaces de abstraerse del orgullo y la envidia humana, centrados exclusivamente en encontrar lo mejor de cada uno, potenciarlo y animarlo a profundizar en ello para posteriormente transmitirlo a los siguientes. Esa actitud, es la encargada de permitir las sinergias de una sociedad, las sinergias de un país.


A todos ellos, GRACIAS.

Sin duda, necesitamos más maestros y menos profesores. Más interesados en mejorar y hacer mejores a sus iguales, que competidores dispuestos a hundir a los que les rodean para así destacar ellos mismos.


lunes, 21 de noviembre de 2011

La disociación

La disociación, la clave de la mayor parte de los problemas.

El dinero no es más que un pagaré emitido por un banco. Para evitar robos los comerciantes empezaron a emitir cartas de compromiso de pagos futuros (pagarés) respaldados por su patrimonio y solvencia, evitando así cargar en el mercado con cantidades importantes de oro (valor referencia entonces). Con el tiempo los bancos asumieron dicha función y en Europa posteriormente los estados a través de los Bancos Centrales. Hoy ya no existe tal garantía o respaldo en oro. El dinero se sujeta a las leyes de mercado, vale lo que la ley de oferta (del banco central que lo emite) y la demanda (los demás bancos demandan) marca.

Por otro lado, las sociedades mercantiles, son personas jurídicas. Una persona jurídica no es más que una ficción, por la cual la asociación de un numero de personas físicas (reales) que comparten un legítimo ánimo de lucro, pasa a tener la consideración de persona independiente de sus integrantes, con capacidad para obligarse y para ser titular de derechos.

Se crearon para que el emprendedor pudiese emprender sin que le coartase el miedo a perder lo que hasta ese momento había consolidado, limitando el riesgo que asumía a la inicial aportación a la sociedad, eso sí, a cambio de las correspondientes acciones o participaciones. Y eso está bien, pues son bases y normas del juego que conocemos antes de operar con una sociedad, cuya solvencia viene determinada por la cifra del capital social, que es un dato público.

Pues bien, explicado lo anterior, hay que decir que el problema viene cuando hemos interiorizado tanto ambas ficciones que se nos olvida que el dinero no es más que un medio de pago y que al final son las personas integrantes las que forman las sociedades, las que deciden y las que en el fondo son responsables de las consecuencias, aceptando que el dinero genere dinero sin producir nada en realidad y perdonándoles a las personas que dirigen esas entidades no sólo la responsabilidad patrimonial, sino también su responsabilidad moral, porque acabamos culpando al ente ficticio del mal y no a las personas que tomaron las decisiones.

Cuando se habla de los mercados financieros se nos olvida que en realidad los mercados son en realidad un relativamente reducido número de personas, que fundaron o son propietarios de un número algo más amplio de sociedades que a su vez tienen un gran número de filiales (bancos y hedge founds), que siguiendo sus directrices especulan con lo que algunos diligentemente producen.

La mayoría de hedge found, tienen entre su accionariado a múltiples entidades financieras, de las que son socias o partícipes a su vez diversas sociedades o entidades cuyo único titular final son un determinado grupo reducido de personas que se escudan en esos entramados societarios, que hacen suyo el  beneficio de especular y que luego socializan las pérdidas. Tan pocos son que, de hecho, cuando el Congreso de los EEUU quiso ponerle cascabel al gato, cito a declarar a tan sólo cinco gestores de los hedge founds más grandes y millonarios (http://es.wikipedia.org/wiki/Fondo_de_inversi%C3%B3n_libre)

Cuando un directivo de una entidad sale en los medios de comunicación, opinando sobre lo que habría que hacer o no y sembrando dudas sobre una empresa o estado, suele prestársele atención en base a sus méritos personales y su capacitación profesional, como si opinase objetivamente, como si fuese ajeno a todo, pero se nos olvida que tiene un interés directo a través de las entidades para las que trabaja, que no son más que una careta para su propia persona. Si ha ordenado a sus entidades apostar contra un estado y siembra dudas sobre dicho estado, está mirando por sus intereses, algo que ya se hace con total impunidad, pero que no deberíamos permitir.

¿Tiene lógica que el zorro diseñe la valla que protege el rebaño?

Por el mismo motivo cuando se habla de que una entidad ha repartido bonus o ha incrementado el salario de los directivos, bajo la justificación de que hay que evitar fugas de talento, no nos chirría. Ni siquiera en épocas como la actual, en las que los bancos están teniendo pérdidas. Pérdidas que son consecuencia de créditos otorgados incumpliendo directrices elementales a quienes luego han cuidado de esa persona o directivo que le consiguió el apoyo financiero.

Nuestro cerebro no alcanza a  sustituir el nombre de la entidad por el de los propios directivos que, en realidad, se han repartido el beneficio de la entidad, bajo la excusa de evitarse a sí mismos la tentación de marcharse (¿?¿?¿?) y en agradecimiento por la  gestión que hacen, que en realidad ha sido realizada en perjuicio de sus accionistas y de la propia entidad, mirando por su privado beneficio y causando pérdidas millonarias.

Nuestro cerebro no alcanza a entender que el banco cuando le dio un crédito “kamikaze” a un empresario o empresa con escasa probabilidad de éxito, en realidad lo que ocurría era que una determinada persona real, con intereses propios, abusando de su posición, estaba comprando futuros favores.

Así se explica que personas que eran directivos de Goldman Sachs y otras entidades que provocaron esta gran crisis, a través de la creación de “productos financieros basura”, sean ahora nombrados como “salvapatrias” sin que a nadie le dé un ataque de ira.

Porque no se entiende como alguien que era directivo de una entidad que realizó abusos hasta hundirse, forzando la intervención del estado (http://www.cnnexpansion.com/negocios/2009/07/22/goldman-sachs-se-libera-de-rescate), que invirtió impuestos públicos en evitar la debacle del sistema, puede ahora ser designado como presidente de un país, para salvarle de una situación por él y sus compañeros.

Un ejemplo:


Internacional – 17 de noviembre de 2011:

<<El banco más rentable de la historia de Wall Street, Goldman Sachs, ha explicado en un informe dedicado a la situación italiana que si finalmente el país designa un Gobierno de tecnócratas con un líder que goce "de personalidad externa y capaz" para gestionar la crisis, la especulación creada en torno al país mediterráneo descendería a gran velocidad. Uno de los nombres que se barajan para el puesto es Mario Monti, que precisamente trabajó para la entidad estadounidense como asesor internacional.>>

Eso es lo que en el resto del mundo se conoce como chantaje. Se lo traduciré: “Hasta que no pongas a mi amigo y persona de confianza, el Sr. Monti, a dirigir Italia para que pueda tomar las decisiones que me interesan, no voy a dejar de especular contigo y de ganar dinero a tu costa.”

Me considero a favor del gobierno de los tecnócratas, pero siempre que sean tecnócratas elegidos por sus méritos de forma democrática.

No me puedo contentar ni tolerar con el gobierno de los tecnócratas impuestos por sus desméritos y en base al más burdo de los chantajes, por quienes han provocado la ruina de muchas empresas y familias, en lo que es un GOLPE DE ESTADO. Me niego a que las personas reales, que han causado esta debacle económica, que a posteriori se han hecho de oro con cargo a las recapitalizaciones de los estados (a entidades que recordemos les pagan a ellos sueldos millonarios) me impongan ahora quien me representa.


jueves, 17 de noviembre de 2011

Entre héroes y avatares


Avatar se define como un cambio o vicisitud, sin embargo, en el hinduismo se refiere a un representante divino enviado por los dioses. Pues bien, ninguna de estas opciones es la que motiva este escrito. Me dirijo a vosotros a raíz de la película Avatar, para introducirme en el arte del celuloide y escrutar los auténticos entresijos del cine.

Avatar, como decía, más allá de la superproducción, de los efectos especiales, y la interminable imaginación que describe y configura cada fotograma; nos presenta un mundo diferente, una alternativa atractiva y asumible, que esconde una feroz crítica a los valores que imperan en nuestra cotidianeidad. No hablo de los tan usados valores del amor, la amistad y la valentía (ausentes en muchos casos), sino de una filosofía de vida en paz con su contexto, con sus iguales y con aquellos que difieren. Una cultura capaz de valorar aquello de lo que dispone, sin ansiar lo que no posee. Una apología a la felicidad más sencilla y sutil.

Muchos se quedan con el mensaje patriótico y heroico de sus protagonistas, otros ahondan hasta descubrir los sentimientos que los guían, pero lo que realmente es una novedad, es la fuerza adquirida por el perdón.

En películas como El fuego de la venganza, 300, o Un ciudadano ejemplar (en mi opinión, obras de arte) se potencia el odio y la satisfacción que implica la venganza. Pero es en películas como El libro negro, ambientada en la Holanda ocupada por los nazis, donde se desmaquilla la realidad, y se muestra el lado más salvaje de nuestros “héroes”, la cara “B” de la historia. No hay héroes sin villanos, ni villanos sin héroes. Y es ese equilibrio el que fluctúa y se balancea, alternando los papeles según se analice la situación y desde donde sea observado. Esta película lo hace desde dentro, desde el núcleo mismo de ese equilibrio, observando objetivamente el movimiento de la balanza. Esta película muestra el raído tema del odio y del enemigo desde un punto de vista cambiante. Nos revela esa segunda identidad. Curiosamente nos aleja de los conceptos de héroe y villano al mostrarnos sus semejanzas y coincidencias. Nos atrae ambos conceptos a su origen mismo, nos muestra su lado más “humano”.

Sí, esa humana tradición de venganza, esa humana perversión que reacciona de forma newtoniana ante una acción, con otra reacción de igual intensidad pero de sentido contrario. Luchamos contra un objetivo común como víctimas, para convertirnos en su verdugo.

¿Qué nos lleva a olvidar tan pronto los motivos últimos de nuestra rebelión? ¿Cómo podemos devolver tan semejantes atrocidades una vez sufridas? ¿Por qué seremos tan humanos para determinadas cosas, y tan coherentes para otras?

Esta, quizás, es la principal virtud de la película de James Cameron, mostrar una sociedad alternativa capaz de perdonar, dispuesta a disfrutar de su entorno y respetarlo por encima de todo, aceptando sus limitaciones y fomentando una convivencia natural y coherente. El resto, un alarde de técnica y estilo que maquilla con sublime elegancia.

martes, 8 de noviembre de 2011

“Debate electoral”


Seré breve, me resulta vergonzoso no sólo asistir a un espectáculo tan lamentable, sino peor aún, ser parte de ello.

¿Cómo se puede hablar de una nación sin hacer la más mínima referencia a ella? Sí, en todo momento, se ha utilizado a la sociedad para decorar sus discursos electorales, pero ninguno ha tenido la valía necesaria para afrontar una realidad evidente y molesta, la desconexión existente entre políticos y ciudadanos.

La conclusión de ambos candidatos, aún sigo sin entender porque son sólo dos, parece obtenida de un manual descontextualizado y atemporal. Uno nos propone su partido como solución, ante la acumulación infinita de experiencia y aptitudes, qué lastima que no hayan podido ustedes participar cuando han tenido la oportunidad como líderes de la oposición. Eso sí, me anima saber que en sólo un mes han podido alcanzar esta sabiduría. Así es como debería funcionar la educación. No olvidemos tampoco, lo fácil que resulta acabar con el paro desde la silla en la que se sienta. Cuán diferente debe ser la silla que le otorgaron en el Congreso.

El otro nos insta al voto y a confiar en la democracia, ¿pero se ha planteado el por qué no queremos votar? ¿Han reflexionado acerca de la lamentable situación en la que vivimos, donde los representantes no tienen a quien representar? Se lo diré, no creemos en ustedes. Y lo peor es que lejos de preocuparle, nos siguen empleando para añadir una componente social a todas sus iniciativas. Ojalá ese interés social desembocara en una atención a las peticiones y desencantos de esa sociedad, por variar. Efectivamente la indiferencia no ayuda, pero me gustaría que se aplicaran el cuento y afrontaran nuestras inquietudes.

Podría dedicar una noche completa a mostrar mi decepción por este debate, pero prefiero resumirlo en que una vez más, la única nación que he visto reflejada es la que deciden adjuntar a sus discursos populistas y carentes de contenido. Crear trabajo es algo que va más allá, de la simple unión de palabras. Fomentar la igualdad de oportunidades, representa mucho más que añadir los términos social o público a cada ámbito a debatir.

Señores, me limito a decir, que es extremadamente triste tener que irme a la cama con la sensación de que acabo de perder cerca de dos horas de mi vida en escuchar a gente que no dedica ni cinco minutos a escucharme a mí, cuando, lo más importante, son ellos los que se supone que son elegidos para servirme y representarme a mí y no lo contrario. Voy a emplear mejor mi tiempo en intentar formarme como persona para enfrentarme a las múltiples dificultades que ustedes se han empeñado en ofrecerme.

¡Enhorabuena! Han vuelto a superarse, desvirtuar un nuevo concepto, el del debate electoral y democrático. Sigan así, y este país podrá presumir de ser el único carente de principios y valores, gracias a la representación “políticamente correcta” de sus dirigentes.

Un saludo y gracias.

lunes, 31 de octubre de 2011

Homenaje a un grande


Como principiante en esto del escribir, no me avergüenza reconocer mi admiración hacia aquellos que, mucho antes que yo, decidieron explorar este bello arte y permitir al resto de humanos disfrutar de otro de los grandes placeres de esta vida, el leer.

Imagino que cada uno habrá pensado en un autor concreto al enfrentarse al párrafo anterior. Posiblemente, alguno que otro, haya, incluso, coincidido conmigo. Sin embargo, sea quien sea a quien les haya recordado, de lo que estoy seguro es de que no hay mayor homenaje que puedan brindarle. Es por ello, que aprovecho hoy para reconocer los méritos de aquel que me inspiró a escribir, por poco que esto pueda llegar a enorgullecerle.

En mi caso es, Don Arturo Pérez-Reverte, aquel auténtico sinvergüenza maleducado, que lejos de resultar pedante, nos deleita cada semana con su más sincera opinión, le moleste a quien le moleste. Ese es el tipo de escritor al que admiro, ese capaz de decir lo que piensa sin preocuparse más allá. Sí, evidentemente, todos tenemos que comer. Y en este sentido, no hay excepciones. En el trabajo, la prioridad es ganarnos el pan. Por muy rebelde y polémico que uno pueda ser, su límite es siempre bastante claro y evidente, no arruinarlo todo y poner en peligro su bienestar. Pues bien, con Arturo, si se me permite la confianza, he llegado a dudar de dicha máxima. A veces parece no importarle lo más mínimo, todo lo que no sea escribir, y sobre todo, transmitir su verdad.

Evidentemente, no me planteo copiar a un maestro, me vale con aprender lo posible de él y pensar que algún día, alguien escribirá algo así sobre mí. O, quien sabe, quizá el propio homenajeado, me devuelva el detalle. Pero no se asuste, maestro, no le escribo para adularle, dorarle la píldora o mendigar su reconocimiento. Es un homenaje sincero, más a mí mismo que a usted. Como le decía, algún día me gustaría recibir un artículo así sobre mí, de ahí que pensara que para ello, debía ser el primero en hacerlo. Por aquello de dar ejemplo, ¿sabe usted?

La verdad es que ahora entiendo como alguien puede dedicar su vida a esto. La primera vez que me senté frente a mi ordenador, no creo poder decir que me sintiera realmente orgulloso de mí mismo, más bien fue una solución desesperada ante la frustrante situación que me veo obligado a vivir. Una realidad, que lejos de agradarme, me revuelve el estómago cual alimento caducado. Esa sensación que tantos hemos podido sufrir en estos últimos tiempos, que hemos compartido en cada tertulia familiar y cada discusión fortuita. Esa queja derrotada, ausente de fe, sin la más mínima intención de hacer algo al respecto. Sin embargo, un día te levantas más incendiario de la cuenta, y decides que es el día, el día de ponerte el mundo por montera y decir todas las barbaridades que te pasan por la cabeza. Lo más curioso es que tan radical reacción, puede llegar a ser, el principio del cambio, un auténtico punto de inflexión. Este hecho aparentemente lleno de ira y frustración, es más bien el primer paso hacia una crítica constructiva, una esperanza de cambio, una ilusión por mejorar. Si todos dijéramos lo que pensamos abiertamente, desde el respeto, probablemente nos sería más fácil detectar lo que no nos gusta y lo que realmente queremos. Pero claro, nos frena la desidia y la comodidad que nos ofrece el permanecer impasibles ante la injusticia, el placer de mirar hacia otro lado.

Por eso les digo: necesitamos más impresentables como yo, atrevidos como Pérez-Reverte, dispuestos a mostrar su verdad, por desgraciada o macarra que pueda parecer. Pues, en el peor de los casos, sabremos con quien no compartimos nuestra manera de pensar, lo cual supone un gran avance hacia el descubrimiento de nuestra verdadera opinión, aquella con la que estamos completamente de acuerdo, y por la que estaremos dispuestos a luchar.

Permítame que emplee una de sus últimas historias para resumir este artículo: me planto frente a usted, como lo haría Canelo en mitad del campo de batalla, para mirarle desafiante desde el lado opuesto de la contienda, sabedor de mi inferioridad, y pese a ello, invitarle a participar de esta iniciativa cultural que nos empeñamos en defender con uñas y dientes, pese a, quizá, lo descabellado de la idea. Queremos promocionar la cultura, pero no la cultura comercial, sino la cultura real, natural, aquella libre de colorantes y conservantes, recién sacada de nuestras cabezas para motivar a aquellos pocos que decidan seguirnos, a activar su industria de opiniones y deleitarnos con sus posibles locuras. Opiniones anónimas regaladas al colectivo, ausentes de todo rastro de individualidad codiciosa. Se trata de ofrecer un papel en blanco para aquellos que tengan algo que decir, o un papel repleto de ideas para aquellos que se molesten en aprender. Es por ello que le invito, más bien le reto, a olvidar su ajetreado día a día para dedicar unos segundos a este proyecto y recoger el guante.

A aquellos que aún sigan leyendo, decirles que no hay nada de malo en reconocer o agradecer una determinada ayuda, por involuntaria que pueda ser. No creo que nadie se atreva a negar, que son estos pequeños detalles los que nos invitan a seguir. Por mi parte, cada comentario, crítica, lector satisfecho, o seguidor incondicional, es lo que me anima a continuar intentándolo, a perseverar.

Un saludo y gracias.

viernes, 21 de octubre de 2011

Hacer justicia no es ajusticiar desde la injusticia

A mí esto me suena a algo así como la antiviolencia violenta, en definitiva, un ejemplo más de la hipocresía encerrada tras el doble rasero que comanda esta sociedad.

Injusticia: Acción contraria a la justicia / Falta de justicia.

Justicia: Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece / Derecho, razón, equidad.

Ajusticiar: Dar muerte al reo condenado a ella / Condenar a alguna pena.
Tomarse la justicia por su mano: Aplicar por su cuenta una medida o castigo que cree merecidos.
Definiciones obtenidas de la Real Academia Española.

Todos hemos sido testigos de los últimos acontecimientos acaecidos en torno a las revueltas del mundo árabe. Sin duda, hemos presenciado la revolución mediática asociada a tales movilizaciones sociales. Y lo más importante, hemos participado de la euforia y alegría desmesurada que ha conllevado la muerte de determinados dirigentes, considerados, a todos los efectos, enemigos públicos.

Pues bien, lejos de entrar a valorar la actitud de estos dirigentes, me gustaría plantear una cuestión que me corroe desde hace ya tiempo. ¿De verdad, pensamos que somos mejores que el resto, capaces de juzgar a los demás según nuestras propias creencias, y, además, contradecir nuestros principios para convertirnos en sus iguales? La sociedad debería meditar acerca de estos hechos, objetivizar en lo posible lo ocurrido, y analizar los pros y los contras de esta “nueva” manera de entender la justicia.

¿Cómo puedo juzgar a alguien por las atrocidades que ha cometido, si mi respuesta es la venganza más cruel, acabando con la vida de varias personas para justificar la matanza de un enemigo al que, lejos de someter a la justicia, asesino y humillo públicamente ante la pasividad y, peor aún, la felicidad de los principales dirigentes de este mundo “civilizado”? ¿Qué ejemplo estamos dando? Tal y como yo lo veo, esto es un mensaje de violencia que invita, peligrosamente, a insensatos a maquillar sus asesinatos bajo la protección de la pseudo-justicia que ellos mismos han decretado.

Desde aquí, no se pretende defender las barbaridades que determinados dirigentes han llegado a cometer, sino denunciar las atrocidades que han acabado con ellos y que otros dirigentes, aparentemente más sensatos, no sólo defienden sino que osan a celebrar.

Frases como, es un gran paso para la democracia, me recuerdan inevitablemente a otras manifestaciones recientes, pero radicalmente opuestas. Con motivo del cese definitivo de las armas anunciado en nuestro país, se han leído y escuchado mensajes de optimismo basados en una idea: es el triunfo de la democracia. Sí, pero, ¿cuál de ellas? Cada día entiendo menos lo que esto significa. Esta bipolaridad del término democracia, nos desvela que los dirigentes la conciben como un comodín con connotaciones positivas que puede ser utilizado como fondo de fotografía o como parapeto ante determinadas acciones.

Para mí, la democracia no es algo que se gane o se pierda, sino algo en lo que se cree. Por tanto, como creyente en la democracia más real, me declaro contrario a que se utilice su nombre para amparar un asesinato, sea cual sea su víctima. Una vez más, el fin no justifica los medios. Quiero mantener mis manos limpias y así poder permitirme denunciar a aquellos que no pueden decir lo mismo. De no ser así, ¿quien marcará los límites entre lo que es justo y lo que no? ¿En base a qué criterios se intervendrá en un país para forzar un cambio que beneficie a la sociedad?

Pese a lo que pueda parecer, para mí hoy no es un día de celebración en el mundo árabe, al menos no de una felicidad completa. Creo que es en nuestro país donde podemos sentirnos realmente agradecidos. Sin olvidar lo inquietante que resulta observar dos noticias tan dispares desde el mismo punto de vista. Y lo que es peor, la inseguridad que me genera descubrir que aquellos que deberían imponer la justicia, son los primeros en olvidarse de ella.

miércoles, 19 de octubre de 2011

La unión hace la fuerza

Más allá del "típico" tópico que se esconde tras esta lapidaria frase, encontramos todo un mensaje de contemporaneidad y concienciación social, dignos de mención.

¿Quién no se ha descubierto alguna vez, en pleno momento de éxtasis y euforia ante un inmenso logro, buscando perplejo una mirada amiga con la que compartir tan indescriptible alegría? ¿Cuántos, ante la búsqueda fallida de compañero de viaje, hemos simplemente ahogado esa explosión de júbilo? Y lo que es peor, todos hemos recreado tan memorable momento de nuestra vida, en infinidad de ocasiones, sólo para conocer la reacción de nuestros interlocutores y permitir con ello revivir tales sensaciones.

Tan humana reacción, debe de estar tatuada en el lomo de nuestras cadenas de ADN. Es por ello que trasladamos esta conducta a todos los ámbitos de nuestra vida. Por ejemplo, el mundo laboral, no es ajeno a esta tendencia, beneficiándose mediante conceptos como la industrialización, globalización, sinergias o empresas multinacionales.

Determinados sectores fueron más precoces a la hora de asumir estas ideas y embarcarse en lo que muchos llaman desarrollo o evolución. En el mundo de la medicina, la economía o la tecnología, llevan años trabajando en equipos que buscan un bien común. Cada individuo aporta sus virtudes con el fin de alcanzar un resultado global positivo que repercuta en beneficio de todo el grupo.

Otras profesiones y gremios, tradicionalmente más independientes e individualizados, han acabado sucumbiendo ante la inminente aparición de un sistema global. Abogados, ingenieros o electricistas, ven cómo sus equipos se llenan de integrantes de la misma capacitación, en un sistema jerarquizado pero multidisciplinar y numeroso.

Sin embargo, una vez más, la arquitectura parece encontrarse anclada a los cimientos de la profesión, congelada en un pasado idílico y obsoleto que nunca más podrá volver a repetirse. Porque, señores, esa es la principal variante integrada por esta desconcertante crisis. Las reglas del juego han cambiado. La figura del arquitecto solitario, propietario de un estudio personal, está presenciando el ocaso de una vida.

Mientras, años o, incluso, siglos atrás, eran los arquitectos con nombres y apellidos quienes marcaban las pautas a seguir en esta profesión, hoy día son los estudios colectivos o asociaciones de estudios menores los que lideran el panorama internacional. Arquitectos como Le Corbusier, Álvaro Siza o Frank Gehry, se diluyen ante nuevos macroestudios liderados por más de un representante. Entre ellos destacan parejas ilustres como Herzog and De Meuron, o equipos como MVRDV. A nivel nacional, esta transición sigue la estela de sus referentes más allá de nuestras fronteras: Sáez de Oíza, Coderch o Moneo, han dado lugar a equipos como Cruz y Ortiz, Mansilla y Tuñón o EDDEA.

Este cambio generacional y conceptual es aún difuso, pero cada día somos más los que afirmamos que el sistema, tal como lo conocíamos, ha desaparecido. Ya no hay, ni habrá, la cantidad de dinero que hubo, tanta como para permitir infinidad de individuos capaces de enriquecerse. Esto unido a la producción incesante de nuevos profesionales, ha dado lugar a un cambio en el modelo de negocio.

Términos como la especulación deben ser olvidados, y la nueva arquitectura ser entendida como un servicio a los ciudadanos, no como un trampolín hacia la riqueza.

Por tanto, nuevo escenario y nuevos protagonistas. Empresas cada vez más amplias y especializadas, dispuestas a colaborar con sus iguales y concienciadas en cuanto al coste y al valor de sus acciones.

La sociedad se une para reclamar sus derechos y los profesionales se asocian para ampliar su abanico de posibilidades.

Ya sólo falta que los países, administraciones y políticos se unan a tan bella iniciativa.


lunes, 17 de octubre de 2011

La vida en 10 km


El deporte es vida, o, al menos, eso dicen. Supongo que no todos estaréis de acuerdo con esta afirmación, de hecho yo tengo mis dudas, más aún después de verme inmerso en una carrera popular y tras cinco kilómetros de agónica travesía, descubrir perplejo tan jocosa cita impresa en multitud de camisetas de mis sufridos “rivales”.

De lo que no tengo ninguna duda, es de que estas carreras son deporte, lo cual me lleva a plantearme: si el deporte es vida, y las carreras son deporte... ¿son, por tanto estas carreras, vida?

Pues mi respuesta es que no, definitivamente no. Ahora que he formado parte en una de ellas, puedo decirlo: no veo la más mínima similitud o indicio que pudiera sustentar este penoso razonamiento.

Al fin y al cabo, una carrera empieza con una mezcla de sensaciones enfrentadas, rodeado de una gran multitud inexplicablemente eufórica y con la duda acerca de en qué momento decidiste adentrarte en ese mundo, con lo bien que estabas antes, tan plácidamente acostado en la seguridad de tu hogar.

En ese momento, una voz anuncia el inicio de tu nueva vida, un sonido atroz que penetra en tu ser y te golpea desde tus adentros. Ya puedes llorar, sufrir o reírte, la carrera acaba de empezar, y deberás superar los obstáculos que puedan surgir en la distancia existente hasta la línea de meta.

Los primeros kilómetros transcurren entre una marabunta de personas repletas de ilusión y buenas maneras, donde la diversión parece ser el único objetivo común. Todos disfrutan del correr, y regalan sonrisas y gestos amables a sus futuros rivales. No existen diferencias de sexo, color, religión o edad. Todos disfrutamos de este placer. Parece que la inocencia nos oculta la cruda realidad que nos resta aún por vivir.

Todo ello transcurre en un circular tranquilo y agradable, siguiendo la estela de aquellos pocos, avanzados, que ya han pasado antes por ahí, y un grupo de representantes de la ley y el orden que te indican cuál es el camino correcto, el camino a seguir.

Poco a poco, la carrera se va haciendo más dura, o, más bien, tú más debilitado, empiezas a ser consciente de la realidad en la que vives, de lo que aún resta por recorrer y los peligros que ello conlleva. Pese a ello, te escudas en los aún muchos que corren junto a ti, que te animan a continuar, y por supuesto, en esas personas que pese a no conocerte de nada se acercan a la carrera para apoyarte y con pequeños gestos de cariño y alegría desinteresados aumentar tu autoestima y animarte a seguir.

Sin embargo, esta felicidad se ve relegada a un segundo plano conforme la carrera avanza, y el esfuerzo se adueña de tu cuerpo. La gente a tu alrededor ya no desprende ese entusiasmo que te encandiló kilómetros atrás, quizás sea la agonía o la propia carrera en sí, pero ya no te descubres como parte de una multitud sino que cada zancada se convierte en un paso más hacia lo más profundo de tu ser. En tu afán de lucha decides ensimismarte para concentrar todos tus esfuerzos en ti, cada movimiento de tu cuerpo pasa a protagonizar tu mente hasta el punto de aislar toda influencia externa, sois tú y la carrera, nadie te puede ayudar.

Esas amables personas que el azar quiso poner a tu alrededor, ya no parecen estar ahí, y de hecho, en los únicos momentos que distorsionan tu aparente tranquilidad, son percibidos como una posible amenaza, un individuo sospechoso que parece estar criticando tu actuación o, simplemente, deseando que falles para poder reírse de tu desgracia.

La carrera se endurece cada vez más, mientras tu mente se cierra a la par. Solo hay lugar para el vacío, imposible frente a una tendencia negativa que inunda de pensamientos este espacio. ¿Qué hago aquí? ¿Cómo voy a llegar así hasta el final? ¿Merece la pena? ¿Por qué no abandonar? Todo ello, acompañado de ecos externos que penetran tu burbuja de pesimismo y la aumentan peligrosamente, tales como: uff, ahora viene lo peor. Decides aislar esas ideas y recordar el motivo por el cual estás ahí y que pareces haber olvidado. Nadie dijo que fuese a ser fácil. Aprietas los dientes y animas a cada músculo de tu cuerpo a dar un poco más.

Es entonces cuando oyes a un rival decir, ¡vamos, kilómetro 7 ya! La carrera parece que te da un respiro, el recorrido se vuelve más asequible y la gente empieza a emanar cierta empatía de nuevo. Al igual que la negatividad logró apoderarse de todos los participantes kilómetros atrás, ahora es el optimismo quien devuelve el golpe y se aferra al colectivo en un auténtico ejemplo de sinergia. Todos juntos, hemos llegado hasta aquí, podemos hacerlo.

Esa aparente euforia te lanza hacia el kilómetro 9, estás muy cerca. Sólo te queda uno. Si has sido capaz de llegar hasta ahí, ¿por qué no vas a poder terminar?

Desgraciadamente el calor y la carrera han hecho mella en tu cuerpo y parecen ofrecerte una respuesta a tal cuestión. Tu físico ya no responde como antes a las iniciativas de tu mente. El final parece no llegar pese a tenerlo tan cerca. En ese momento, los nuevos incorporados a la carrera, que están ahí para iniciarse en este complejo mundo, con sólo dos kilómetros a sus espaldas, hacen su aparición para demostrarte que efectivamente ya no eres el mismo que empezó la carrera. Estos más de nueve kilómetros han pasado factura, y son estos nuevos participantes

Pero no, hay una parte de ti que sigue en pie de guerra y una vez más te recuerda que estás ahí porque realmente quieres estar. Debes estar, por respeto a todos aquellos que una vez te animaron, porque debes transmitir ese optimismo que tanto anhelas pero que tanto agradeciste en su momento. Ahora, puede que no seas rápido, pero puedes aportar la euforia que te da el saber que has pasado lo más duro y estás ahí. ¡Vamos!

Afrontas un kilómetro con mucho más de mil metros, luchas contra la firme sensación de que el destino está desplazando la meta para alejarla progresivamente de ti. Pero sabes que tú puedes correr más, es momento de disfrutar. Llegas a la recta de meta, se acabaron las preocupaciones, los miedos, ya no hace falta guardar nada para el futuro. Estás donde querías estar. Doscientos metros te separan del final y sabes que es el momento de echar el resto. Todo lo que tengas y parte de lo que te gustaría tener.

Vuelves a alzar la cabeza, orgulloso, sacas pecho y subes el ritmo. No hay dolores, cansancio o negatividad. Vuelves a observar esas caras tan desconocidas y anónimas como alegres, que te animan a seguir. Disfrutas esos instantes mientras en tu mente parece transcurrir un resumen de la carrera, con cada zancada, cada pensamiento y cada cara que la carrera ha puesto ahí para ti. Absorto en esos recuerdos, no te das cuenta de que una leve sonrisa decide romper la barrera que tus labios resecos y tu musculatura facial parecían haber erigido. Te ves fuerte, es tu momento, todo merece la pena sólo por estos doscientos metros. Cada paso es un escalón a la gloria. No dudas en regalar ese entusiasmo a espuertas. Tus rivales vuelven a presentarse como compañeros, miembros partícipes de tan bello acontecimiento.

Acompasas una vez más la respiración, aprietas el ritmo y te embriagas de esa alegría que parece surgir de lo más profundo de cada músculo.

Por fin, la meta. Cruzas esa línea orgulloso, satisfecho por la carrera realizada. Por el aprendizaje que ha supuesto, por la gente con la que lo has podido compartir y por saber que hay otros que han empezado el camino para poder iniciar una próxima carrera.

Y entonces piensas: ¡lo logré! ¡Sí señor! ¡Ya estoy aquí! ¡Ha merecido la pena!...

...Bueno, ¿y ahora qué?

Fdo. Un deportista con ganas de correr, un hombre con ganas de vivir.

P.D. Dedicado a todos aquellos desconocidos que en algún momento de mi vida, han decidido acercarse a mi carrera para apoyarme a través de un simple gesto o, incluso, acciones grandiosas, hacer todo lo posible por animarme a seguir, sin plantearse más allá, sin esperar nada a cambio. ¡Gracias!


lunes, 10 de octubre de 2011

La sabiduría del ciclista


Cuando estaba en el instituto, una de las cosas que más me maravillaba era la posibilidad de entender y prever realidades complejas a través de modelos matemáticos simplificados.

Cuando uno quiere prever en que momento se chocarán dos trenes, omite factores despreciables, como sí el maquinista estuvo a bien con su señora la noche anterior o si el viento va a favor o en contra. Uno sólo considera la velocidad de ambos trenes y la distancia en un momento concreto.

Pues bien, con todo esto de la economía se me ocurrió que a todos los mandamases se les ha olvidado, o quizás no conocen, lo de aplicar un modelo simplificado para poder entender una realidad que a todos nos está machacando. Uno muy simple sería el de reducir el problema de la economía a un pelotón de ciclistas.

Parece que los políticos no se dan cuenta de que cuando una rueda está pinchada, lo primero que hay que hacer es reparar la rueda, para cerrar el punto de fuga de aire, y luego inflar. Lo contrario sería para todos una obvia idiotez, ¿verdad? Pues es lo que se está haciendo actualmente con los bancos y el sistema financiero.

Desde que los grandes bancos estadounidenses reventasen hace unos años por determinadas prácticas, dicen algunas arriesgadas y yo diría fraudulentas, nada se ha hecho o cambiado, tan sólo se ha inyectado capital a los bancos, que al no haber cambiado nada, siguen perdiendo dinero.

No se ha creado ningún control nuevo sobre la banca, no se ha prohibido ninguna actividad en bolsa a la banca y ni siquiera se ha cambiado la política de remuneración de los directivos de banca o la vinculación de sus bonus a resultados aberrantes y cortoplacistas, en lugar de a largo plazo.

Fue Einstein el que dijo: Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”
Esta norma tampoco parece que la vayan a aplicar los políticos, pues ahora parece que Alemania y Francia han acordado recapitalizar nuevamente los bancos.  Una vez más y tan sólo unos meses después de haber rescatado a varios de ellos.

Por otro lado, todo buen ciclista sabe perfectamente que no puede hacer una etapa de 180 kms con varios puertos de montaña sin la ayuda o la ventaja de rodar en grupo. Sólo cuando el esfuerzo de ir en cabeza se reparte y cuando existen sinergias entre los ciclistas se pueden hacer tantos kilómetros al ritmo al que lo hacen. Los unos se necesitan a los otros, al menos hasta cierta proximidad a la meta, donde unos podrán marcar cierta diferencia.

En economía pasa igual, las empresas no pueden funcionar sin una línea de crédito, cierto, pero los bancos no tendrán mercado o clientes si las empresas se van a pique o si los trabajadores no tienen trabajo. Igualmente las empresas no podrán vender sus productos si no tienen clientes, que al final son sus propios trabajadores y los de otras empresas o el propio estado.

Es por ello que cada vez que leo que se quieren adoptar nuevas medidas de austeridad basadas en reducir salarios, vacaciones o endurecer las comisiones de mantenimiento de cuentas o intereses de préstamos, en lugar de eliminar gastos de representación de los políticos o impuestos y cargas administrativas a las empresas (díganme que riesgos laborales hay en una oficina como para justificar inspecciones anuales) me acuerdo del ciclista prepotente que le vacila a todo el pelotón queriendo ir en solitario todas las etapas.

Si se les reduce el salario y el acceso al crédito a los trabajadores, ¿cómo esperan que se recupere el consumo?

Si se reduce el número de funcionarios, aumentando el número de trabajadores en paro, sin que exista una demanda de dicha mano de obra, ¿qué ganas? Son trabajadores que ahora cobrarán el subsidio por desempleo (más o menos el mismo costo para el estado) pero sin producir nada.

Estoy de acuerdo en que reduzcamos el número de funcionarios si se estima que no son necesarios o productivos, pero si existe una creación de empleo que demande trabajadores. No sirve de nada aumentar el número de ciclistas que podrían subir bidones de agua a los compañeros, si no existen tales compañeros o equipos de ciclistas.

Así las cosas, creo que primero habría que arreglar el pinchazo que tienen los bancos en sus cajas, luego habría que cambiar las normas de la carrera para que las empresas o equipos de ciclistas puedan ser rentables y eficientes, reduciendo las cargas y costes superfluos que toleran y, por último, habría que cuidar a los ciclistas o trabajadores, porque al final, si ellos no están bien, nadie puede estar bien. Sin ciclistas no hay carreras de bici, lo mismo que sin trabajadores-consumidores, no hay mercado en el que vender lo que las empresas producen, y no habrá necesidad de crecer o mejorar a base de créditos.

Cuando uno anuncia buenos premios en una carrera y se asegura la cobertura televisiva, todavía no hay ninguna señal de que la carrera triunfará y de que tendrá un seguimiento que atraiga a las empresas que se quieren publicitar, pero es un riesgo a asumir por organización y televisión para que aparezcan los ciclistas y se genere ese producto que luego se venderá.

Ahora nos toca incentivar todo, incluso a base de endeudarse, para que la economía empiece a funcionar. La única manera de que la economía funcione es haciendo que el dinero se mueva, simplificando la creación de empresas, reduciendo sus cargas iniciales, creando la expectativa de que las nuevas empresas tendrán clientes y crédito. Ya habrá tiempo, cuando la carrera esté lanzada, de recuperar la inversión.

Cuando una carrera es deficitaria, se recorta en gastos superfluos, nunca en número de ciclistas o equipos. Igualmente ahora hay que recortar en gastos de política (número de senadores y diputados, coches oficiales, tarjetas para gastos de representación, consejeros, etc…), pero nunca en incentivos a la economía o en la creación de futuros buenos trabajadores (educación) o en el mantenimiento de la salud de los actuales (sanidad).

lunes, 3 de octubre de 2011

Mi lectura del 15M

¡Indignaos! Proponía Stephane Hessel en su manifiesto por la conciencia política de esta sociedad. Y así fue, el pueblo decidió hacer caso a esta petición y alzarse frente a un sistema que lejos de mantenerse, avanza peligrosamente hacia una debacle sin precedentes. Sin embargo, este acto, sin más, podría ser catalogado como uno de los grandes momentos en la historia de este país, esos en los que la población se revela para recordar que seguimos ahí, que nos importa este país y que, sin duda, nos negamos a permanecer impasibles ante tanta injusticia.

¡Indignaos! Ante una clase política capaz de negar una crisis de esta magnitud, incapaz de ofrecer soluciones y alternativas, digna de lo indigno que nos rodea.

¡Indignaos! Al descubrir que debe ser un anciano francés quien nos abra los ojos, un luchador de más de noventa años, quien tras una vida de penurias y logros sociales, aún encuentra fuerzas para, desde la elocuencia más inaudita, descifrar los errores y peligros que acechan nuestro bienestar. Todo ello mientras nuestro país, plagado de personas preparadas y dedicadas al ejercicio de la política, hace oídos sordos desde el olimpo que tanto les ha costado construir, y que de ninguna manera están dispuestos a destruir.

¡Indignaos! Cuando descubráis las desigualdades económicas que reinan en este país, curiosamente considerado entre los desarrollados, y donde el número de licenciados supera holgadamente al número de personas dispuestas a aprender un oficio, ante el desprestigio social al que se han visto sometidos los gremios profesionales más antiguos y necesarios.

¡Indignaos! Cuando veáis un país capaz de desperdiciar sus años de bonanza económica en exprimir la gallina de los huevos de oro, sin siquiera plantearse la posibilidad de buscar sectores de referencia alternativos.

¡Indignaos! Pese a que una gran parte de esta sociedad, sea partícipe de este caos económico, a través de la concesión y aceptación de infinidad de becas y subvenciones innecesarias, el derroche de la inversión europea en proyectos dilatados por intermediarios desconocidos, la especulación urbanística frente a jóvenes y familias sin vivienda en la que ejercer su derecho constitucional, y productos básicos en peligro de extinción ya que el verdadero trabajador se arruina ante los encargados de velar por su negocio.

¡Indignaos! Ante un sistema educativo decapitado, en el cual el profesor pierde toda autoridad frente a sus alumnos gracias a la indiferencia o, incluso el apoyo, de unos padres “pseudo amigos” que en su afán por ganarse el beneplácito de su descendencia, hacen caso omiso de las obligaciones que se les presuponen y que motivaron el por qué de su existencia actual.

¡Indignaos! Frente a una sociedad capaz de hablar de sostenibilidad desde un sistema por definición insostenible, en el que existe una mayoría que vive del Estado y emplea sus días en lastrar burocráticamente a aquellos elegidos para mantenerlos, y esa minoría, supuestamente destinada a sustentarlo, que prefiere evadir dicha responsabilidad mediante argucias económicas.

¡Indignaos! Ante un presente ajeno al pasado y dispuesto a dilapidar su propio futuro.

¡Indignaos! Porque vivimos para trabajar. Hemos creado un “juego” en el cual unos pocos trabajamos mucho, otros muchos trabajan poco, y lejos de existir un reparto equitativo o coherente, cada vez ganamos menos y se enriquecen más.

¡Indignaos! El único objetivo en la vida parece ser el dinero y el poder, sinónimo actual del dinero. La felicidad, efectivamente, viene asociada al dinero, ya que se ha apropiado definitivamente de ella. Un bien, capaz de generar negocios donde los poderosos flirtean con su lado más ambicioso mediante la manipulación de los mercados a través de un peligroso “juego de niños” a escala mundial. Un bien, que ha motivado la creación de una nueva industria a su alrededor, donde se "garantiza" la seguridad a sus propietarios sin que exista el menor compromiso de devolución o responsabilidad, y a la cual debemos rescatar al descubrir que en su afán por “rizar el rizo”, han logrado destruirse a sí mismos. Un bien, con complejo de mal.

¡Indignaos! Nos han convertido en un conjunto manipulable, donde el deporte y los escándalos, son empleados para cegar nuestro intelecto mientras los medios se encargan de mostrarnos una realidad direccionada y alejada de esa objetividad que se les presupone.

¡Indignaos! Por esa infinidad de razones que podrían seguir a todas aquellas ya redactadas y que están ahí, entre nosotros, dispuestas a que alguien las descubra y las ayude a rehabilitarse.

Pero lo más importante, ¡indignaos! Porque cuando parecía que habíamos encontrado la solución a todo esto, el inicio de un fin, cuando las nuevas tecnologías habían sido empleadas para orquestar la más pacífica de las revueltas, cuando se había logrado que entre todos diésemos ese puñetazo en la mesa que tanto se necesitaba, me encuentro con que ese nuevo arma constructora, de posibilidades infinitas, ha sido desactivada a las primeras de cambio. Ha sido destruida. Me da la sensación de que hemos malgastado una herramienta de gran utilidad que parecía que habíamos ya olvidado que existía, y que es por cosas como esta, por lo que permanecerá de nuevo durante años en la sombra, acechando sin que nadie la vea. Señores, el movimiento del 15M es sin duda un ejemplo para la esperanza, una muestra inequívoca de que la gente no está rendida ni se muestra indiferente ante los problemas, un reducto de carácter que nos recuerda que estamos aquí para opinar y ser escuchados. Sin embargo, no hemos sabido canalizar estas ideas, esta iniciativa, hacia alternativas políticas reales. ¿Por qué? Pues en mi opinión porque no hemos sido capaces de asumir que siempre hace falta un líder, un grupo capaz de proponer ideas y transmitirlas. Un grupo o un individuo en el que creamos y al que apoyemos, que plantee soluciones y escuche las reacciones ante estas. Porque la libertad total, puede desembocar en el libertinaje, un caos en el cual nadie sabe realmente qué hacemos aquí y qué podemos llegar a conseguir.

Hemos pretendido prolongar una buena idea hasta el punto de molestar a la gente y lograr enemigos entre nuestros propios amigos, es decir, hasta “quemarla”. No hemos sabido retirarnos a tiempo, pensar y madurar las opciones, para después volver con más fuerza y llevarlas a cabo. Ya somos conscientes de que existe un muro frente a nosotros y de que si continuamos avanzando nos chocamos contra él, pues bien, no hace falta que sigamos embistiendo dicho muro, sino alejarnos levemente y desde una nueva perspectiva analizar las opciones de las que disponemos para poder sortearlo y proseguir nuestro camino.

Desde aquí invito a los artífices de tan interesante hazaña, que no desfallezcan ante esta posible derrota, y recapaciten sobre lo ocurrido para retomar lo bueno y enfocarlo esta vez hacia medidas concretas que contribuyan a mejorar esta situación. Asimismo, invito a aquellas personas que compartan los ideales de fondo causantes de esta indignación y se encuentran preparados para dirigir un cambio en clave política y legal, a dar un paso al frente y empezar a andar el camino. Mostrarse y ofrecerse para tal fin. Hacen falta lideres y personas implicadas dispuestas a cambiar las cosas.

Desde aquí, planteo una medida con la que instar a todos a avanzar, probemos a mostrar nuestro descontento sentándonos frente a los colegios electorales el día de las próximas elecciones. Hagamos ver a nuestros dirigentes políticos, que no es indiferencia lo que justifica la escasa participación ciudadana, sino una desoladora falta de candidatos que representen nuestros intereses y necesidades. Confiemos en ellos, en que serán capaces de “coger el testigo”, hacer autocrítica y replantearse este sistema hasta el punto de volver a los principios fundadores que motivaron una transición ansiada por todos. De no ser así, confío que el espíritu del 15M, aquel capaz de hacernos estremecer a todos, no se pierda tan fácilmente, y que todo ello derive en nuevos tangibles que nos hagan disfrutar de los deseados intangibles.

viernes, 30 de septiembre de 2011

A contracorriente

Hoy he experimentado una serie de sensaciones contradictorias que me enorgullecen a la vez que me avergüenzan, todo ello debido a algo tan simple y antiguo como es el don con el que fue dotado el ser humano para la comunicación.

La causa de tal desasosiego no es otra que el idioma. Si. Esa componente fundamental e infravalorada del ámbito de lo social. Creo poder afirmar que no soy el único que se ha visto alguna vez coartado por motivos lingüísticos ante la imposibilidad de transmitir nuestras ideas o incluso necesidades, a nuestro interlocutor. No sé si habréis sufrido esa sensación muy a menudo, pero desde luego, no me cabe la menor duda de que todo aquel que se ha visto inmerso en tal orgía de sensaciones frustradas, no lo olvida con facilidad. Mientras más me intereso por ampliar fronteras y abrir mi mente a nuevas vivencias, más duro y compacto parece el muro con el que tiendo a impactar, y más frecuentemente experimento esta horrible desazón, cada vez mas cotidiana a la par que especialmente española.

Sin embargo, a día de hoy, en un mundo cada vez más globalizado, donde las distancias culturales se han visto reducidas hasta niveles irrisorios, donde existen infinidad de redes de comunicación que nos permiten asistir a eventos diversos a lo largo y ancho del planeta, ya sea de manera física o virtual; en este marco cultural incomparable caracterizado por la búsqueda de alianzas que pongan en valor al conjunto a través del apoyo de sus individualidades... me sorprende y entristece descubrir que existen pequeños reductos sociales aún, en los cuales tales afirmaciones son entendidas como ajenas, o, cuando menos, amenazadoras.

¿Cómo si no explicaríais que un país se vea fragmentado por razones culturales y lingüísticas? Evidentemente la cultura propia de un lugar, entendida como la tradición a la cual debe su idiosincrasia, debe ser, en todo momento, defendida y fomentada, con el fin de mantener la riqueza que caracteriza y diferencia las diversas colectividades y aporta heterogeneidad a este conjunto. Lo que no acabo de entender, es en qué punto concreto de dicha definición de principios, aparece la negación al grupo, al elemento conciliador que los une y los fortalece.

Jamás podré entender dicha asociación de ideas, en tanto en cuanto, yo puedo decir con total confianza, que me siento plenamente orgulloso de mis orígenes y todas y cada una de las características que conformaron mi forma de ser, sin por ello negar ninguno de los niveles jerárquicos en los que se estructuran dichos orígenes. Yo soy un ciudadano de pueblo, orgulloso de su provincia, como parte de su maravillosa comunidad autónoma, integrante de pleno derecho de este espléndido país, como miembro de nuestra ilusionante y prometedora Unión; con sus múltiples defectos, sinrazones, injusticias o incluso desagradables muestras de nuestra insaciable sed de corrupción. Pues bien, sigo estando orgulloso de todo ello, hasta el punto de no perder la esperanza en que exista un futuro mejor.

Ahora bien, una vez que ya he superado la barrera idiomática que tan concienzudamente se empeñó en grabar a fuego nuestro “alentador” sistema educativo, me encuentro ante el gran dilema, ¿cómo encontrar palabras que me ayuden a justificar o, como poco, explicar a mi querido interlocutor el por qué de unas políticas nacionalistas obsesionadas con la imposición de lenguas minoritarias frente a aquellas de mayor repercusión? ¿Cómo se le explica a un ingenuo visitante, ajeno a toda polémica histórica, capaz de hablar con fluidez más de cinco idiomas, tal barbaridad? Y lo que es peor, ¿cómo explicarle a tus hijos, que en un alarde de extrema “generosidad” y “humildad”, has decidido hipotecar su futuro negándoles el mayor legado que podrías transmitirles, su habilidad para comunicarse más allá de sus límites más inmediatos?

Me estremece sólo pensar en verme en esa temible tesitura. Quizás deberíamos imponer en la escuela, aparte de las ya comentadas clases de idiomas para los pequeños "infelices", un temario extra orientado a sus indefensos progenitores, en el cual enseñarles a defender tan “plausible” postura.

Señores, el ego, principal mal de esta sociedad, no hace sino entorpecer la gran variedad de virtudes que caracterizan al ser humano y le otorgan la grandeza que sin duda poseen. Pese a ello, no parecemos programados para aprender de errores pasados, y seguimos empeñados en demostrar que son los astros quienes giran en torno a la todopoderosa Tierra, gobernada y dirigida por nuestros invencibles iguales.

¡Que no! ¡No somos mejores que los demás, no estamos por encima del conjunto! Y no, no podemos oponernos a las tendencias más globales por el simple hecho de dejar nuestra huella en la historia, aunque sea un rastro de pena y destrucción. Cada catástrofe natural, cada desastre acaecido, nos debería ayudar a entender lo insignificantes que podemos ser, como partes de este maravilloso Todo en el que estamos sumidos.

Por favor, desde aquí hago un llamamiento general, para que se analicen las decisiones tomadas y sus más que probables consecuencias a medio y largo plazo. No podemos dejar que sea el orgullo quien gobierne nuestro futuro, sino nuestro raciocinio quien lo guíe. Superemos el egocentrismo que ha manchado tantos y tantos episodios de nuestra historia, olvidemos nuestro ombligo por un momento, para levantar la mirada y ver más allá, disfrutar de la gran cantidad de novedades que se nos ofrecen cada día y que contribuirán a formar la personalidad de los que están por llegar.


Un paso más

Desde hoy, Identidades Ocultas, cuenta con un nuevo espacio de intercambio de ideas, al ofrecer su perfil en twitter, @blogidocs, para que podáis seguirnos y contribuir a través de vuestras opiniones y sugerencias.

Consideraos bienvenidos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Sin rumbo definido

En una época donde la mayoría de la población se encuentra sumida en un caos y desconcierto propios de la situación económica reinante, nos enfrentamos a un problema aún mayor: Nos movemos sin rumbo definido. Siempre se ha dicho que de los malos momentos es cuando más se aprende en la vida, y que son las malas experiencias las que marcan nuestra personalidad y nos animan a mejorar. Sin embargo, la sociedad actual parece ajena a toda esta filosofía, esperando a que amaine el temporal, sin plantearse más allá de la niebla inmediata. Y con sociedad nos enmarco a todos.

Concretamente en el mundo de la construcción, sector líder en la economía nacional y por tanto a la cabeza de la debacle y recesión económica, es donde menos se ha aprendido y donde menos intención de mejora o reflexión existe.

La razón principal es que nos hemos mal acostumbrado a la benevolencia de un sector aparentemente al alza de manera indefinida, donde el dinero se ha reproducido a espuertas, sin exigir nada a cambio. Ahora, cuando el dinero desaparece y se esconde a cada minuto, donde el trabajo bien hecho no es sinónimo siquiera de cobrar o cubrir gastos, en este momento tan delicado…resulta que los agentes intervinientes en todo el proceso constructivo han decidido por unanimidad reducir los equipos al mínimo hasta el punto de verse superados por los escasos trabajos de los que disponen, logrando resultados incluso peores que los anteriores, en plena ebullición inmobiliaria. No hemos sido capaces de replantearnos la profesión, asumir nuestros errores y reconocer lo descabellado e irreal de la etapa vivida, sino que nos recreamos en la ilusión cegadora de un desastre pasajero y accidental. Señores: ¡el sistema ha fallado! Se han demostrado sus carencias y debemos resetearnos cual electrodoméstico bloqueado. Pero no, el ser humano es más inteligente que la máquina y es capaz de tropezar infinitas veces en la misma piedra y autoconvencerse de que la piedra no es real. Así somos. Y esto se demuestra en cada uno de nuestros actos.

Todos sabemos que este sistema capitalista (el cual no pretendo valorar) se basa en la ley de la oferta y la demanda, y es el equilibrio entre estas el objetivo final y utópico que lo motiva. Pues bien, en el mundo de la tecnología, que tanto nos abruma y atrae hoy en día, resulta incluso más evidente este proceso.

La tecnología es quizás el sector referente del capitalismo, en tanto en cuanto, ha sido capaz de convertirse en una necesidad social primaria, que lidera en el mundo desarrollado y motiva a aquellos en proceso de desarrollo.

Sin embargo la vinculación de este sector aplicado al mundo de la construcción ha derivado en una fallo de sistema básico. Es decir, los técnicos, seducidos por las oportunidades generadas por la tecnología, hemos perdido de vista el objetivo original, resolver las necesidades de la gente. Nos hemos cegado ante la inminente atracción generada por el nuevo oro conceptual, sin recaer en la condición de herramienta de la tecnología. La tecnología nunca puede ser un fin, sino un medio hacia un fin mayor.

Pues debemos entonar el mía culpa, ya que somos los técnicos los principales responsables del fracaso de la tecnología en el sector de la construcción. ¿Por qué? Sencillamente porque no somos capaces de emplear la tecnología para simplificar procesos. La tecnología es compleja pero se generó para ayudar a realizar las tareas con mayor celeridad y sin problemas. Pero no. Ahora nos encargamos de buscar el más difícil todavía con idea de demostrar una mayor capacidad de innovación, mayor originalidad e imagen de grandeza. Lo que se denomina generar oferta.

Sin embargo este enfoque es completamente erróneo, ya que el destinatario de esta tecnología no es sino el destinatario de la construcción, es decir, el ciudadano, independientemente de sus capacidades en materia de tecnología, o su interés por la innovación. Los consumidores, en su mayoría, no se sienten atraídos por la complejidad sino por la sencillez.

La domótica ha fracasado por la inseguridad generada entre los usuarios al no conocer el funcionamiento de sus nuevos mecanismos.

El nuevo concepto de Hogar Digital va más enfocado a los servicios que a la tecnología, pero el problema es aún más sencillo, una vez más. Se trata de concienciación social, concienciación entre los profesionales para reconcebir la tecnología y su aplicación a determinados sectores, y concienciación social para entender las posibilidades que ello nos genera.

En otras palabras, la concienciación social debe ser la encargada de generar demanda, motor fundamental de la economía y elemento clave en las reglas del juego.

Uno de los problemas más difíciles de resolver en este momento, no son el paro o la crisis económica, sino la cantidad de oferta desaprovechada y en pleno proceso de deterioro que jamás podrá solucionar la demanda no satisfecha existente y por aparecer.

Por otra parte, nos encontramos ante las nuevas tendencias constructivas, en boca de todos hoy día. Los conceptos vinculados a la sostenibilidad, construcción bioclimática o respetuosa con el medio ambiente están de moda. Lo verde vende. Y sin embargo nos estamos volviendo a equivocar, estamos perdiendo una oportunidad única de concienciar a la sociedad de un problema de gran magnitud, que debería preocuparnos a todos. ¿Realmente creen que cuando la gente entienda la situación y se haga cargo de ella, no van a demandar menor huella ecológica en sus viviendas? Y lo que es más importante, ¿realmente creen que en ese caso algún constructor, promotor o proyectista de prestigio vacilará acerca de la inclusión de las correspondientes medidas correctoras?
Señores, los problemas son muy complejos y las soluciones diversas, pero como en la tecnología, lo más sensato es centrarnos en descubrir la más sencilla posible y creer en ella hasta su consecución. Todo es cultura, así que enseñemos sostenibilidad y hagamos tangibles los métodos y conceptos “extraterrestres” que colmatan la mayoría de reuniones de trabajo asociadas a este sector en peligro de extinción.

La plancha y el calentamiento global

Hoy estaba planchando recién levantado, y se ha producido uno de esos momentos de extraña lucidez, que afortunadamente no ha traído como consecuencia el “descarte” de una camisa.

Mientras planchaba, he imaginado cuanta gente habría en España haciendo lo mismo que yo, planchar la ropa del trabajo con un electrodoméstico, que en el mejor de los casos tiene una potencia=consumo, de 2.500 watios.

A continuación me ha venido a la cabeza dos cosas que se han hecho o promovido recientemente para el ahorro energético y combatir el calentamiento global y me he dado cuenta de que sólo se les ocurren medidas “tocahuevos”. A saber: reducir el límite de velocidad a 110 Km/h o reducir hasta casi eliminar el aire acondicionado.

Sobre los 110 km/h hay unanimidad, ha sido la “idiotez” más grande del mundo, que nos ha costado a todos los españoles más de 400.000.-Euros en modificación de señales de tráfico. Yo no sé si ahorró los 300.000 litros de gasolina que aproximadamente se puede comprar con ese dinero, y que podríamos haber recibido de gratis con cargo a todos, pero sí que resultó una medida que a todos nos tocó la moral.

En cuanto a lo del aire acondicionado, estoy de acuerdo en que históricamente siempre se ha abusado de él, pero este verano no había quien fuese a determinados edificios públicos o grandes superficies en Andalucía. Un punto medio, habría sido más correcto, creo yo, porque lo que te ahorras en aire acondicionado, lo hemos gastado todos lavando la ropa sudada.

Así, en ese alarde de deducción y concentración mañanera, me he dado cuenta de que nadie ha planteado aun medidas que nos harían a todos más felices y que sí que ahorraría un montón de energía:

            1º Si se prohibiese por ley el planchar la ropa, costumbre que tenía sentido antiguamente con tejidos menos evolucionados, serían 47.000.000 menos de planchas funcionando todos los días o semanas. Suponiendo que cada plancha esté al menos una hora encendida a la semana, alcanzamos una cifra más que bonita, aunque sólo sea atribuyendo un consumo de 2.000 watios a cada plancha.
            Total, ya existen tejidos que no requieren planchado y una camiseta bien tendida tampoco es que sea tan desagradable de ver si no está planchada.
            Además esa hora que ganaríamos todos a lo mejor nos permitía hacer cosas más sanas un domingo por la tarde… lo que redundaría en natalidad y salud.

            2º Si se prohibiese por ley los trajes y las corbatas… vale, no sé si se ahorraría, pero seríamos más felices y seguro que sudaríamos menos en las épocas de calor.
Al menos ya serían menos prendas a limpiar.

            3º Si se eliminase el alquiler físico de películas, obligando a las productoras a alquilar a través de videoclubs online, ya no tendríamos que coger el coche para alquilar, ni desplazarnos y además conllevaría una reducción del coste de cada alquiler.

            4º Si se obligase a la realización de la compra online o por teléfono, no iría cada uno al supermercado con el consiguiente consumo de combustible (cada persona hace el trayecto de su casa al súper y vuelta completo), sería el personal del supermercado el que en un solo trayecto podría servir la comida a unos 15-20 hogares, con el mismo gasto energético que hace un solo cliente. Total, señores, que tanto la carne, como el pescado, como los yogures, vienen ya en paquetes con idéntica calidad. NO HACE FALTA VERLO Y TOCARLO. Y si no, se devuelve.

            5º Si se impusiera el horario europeo en las oficinas, cada trabajador iría y volvería sólo una vez del trabajo y, si no va a comer a casa, al menos ahorraría en restaurantes al medio día. Además al tener más tiempo libre, aquellos que les gusta el deporte, lo practicarían a diario, lo que redundaría en un ahorro en asistencia sanitaria.

            6º Si se crease una base de datos sobre trabajadores en cada localidad, capacitación y lugar de trabajo, se podría evitar que todas las mañanas haya un montón de trabajadores que se cruzan en sus coches para ir a trabajar al lugar de residencia del otro, que tiene la misma capacitación que él. Seguro que ambos trabajadores se plantearían el intercambio de puestos laborales con tal de no comerse un atasco y perder dos horas todos los días.

            7º Según un estudio de Bruselas, si un 10% de usuarios cambiase el coche por la moto, habría un 40% menos de atascos, pero claro eso es cada vez más complejo porque el Sr. Pere Navarro parece tener una clara persecución por las motos. No quiero ni pensar cuanto consumen los coches en ese 40% de atascos que no se evitan.

            8º Si se habilitasen vestuarios y aparcamientos de bicicletas en las grandes empresas, además de autorizar las bicicletas en los metros y trenes (sin limitación horaria), mucha gente dejaría el coche en casa y se ahorrarían más atascos, humos y mala leche. Que somos europeos nada más que para subir la gasolina e impuestos, pero no para emplear más bicicletas como en Holanda o Alemania (donde por cierto llueve más y hace más frio que en España).

            9º Si no fuésemos tan “gilipollitas” con las formalidades a la hora de vestir, mucha gente, mucha buena gente, motera, no tendría que tener una moto y un coche o scooter para ir guapo a trabajar. Tendría un único vehículo, ese que le calienta el ánimo, con el consiguiente ahorro en aceites y sustancias de lubricación de motores que no existirían.

            10º Si se dejasen de imprimir periódicos y se pasasen a plataformas digitales, se dejaría de cortar tantos árboles y no habría un montón de kilos de papel transportados todos los días desde las imprentas a los kioscos.

            Y por último, y más polémico: si se prohibiese la emisión de televisión durante la hora de la comida y siesta (ahorrándonos esos programas de corazón o culebrones de dudosa calidad), todos dormiríamos o nos “querríamos” igual, pero con la tele apagada.