No hace mucho pudimos disfrutar de la gala de los Goya,
último encuentro del gremio de cineastas, y ahora estamos en vísperas de los
Oscars.
En aquel caso se trataba de premiar y reconocer las
principales obras realizadas a lo largo del pasado año dentro del cine español,
con pequeñas referencias ajenas en categorías especialmente dedicadas a ello. Por su parte, los Oscars se consideran la principal referencia internacional en la materia.
Más allá del acto en sí, y de las posibles opiniones que
puedan surgir acerca de los resultados acontecidos, creo relevante debatir acerca
de un gremio en peligro de extinción, no por culpa de la piratería, sino por la
escasez de oferta de calidad y una negación absurda a la apertura frente a
nuevas tecnologías.
Estamos de acuerdo en que la piratería como tal, es un mal
que perjudica a todo el sector, así como lo hace en muchos otros gremios. Sin
embargo es importante recalcar que piratería e Internet no son, ni de lejos,
términos sinónimos. Evidentemente Internet se ha convertido en un nuevo
escenario social, en el cual todos estamos invitados y al cual es cada vez más
fácil acceder. Asimismo, este hecho asociado inevitablemente a la
globalización, permite multiplicar indefinidamente la repercusión alcanzada por
cualquier iniciativa o acción. Es decir, Internet permite ampliar horizontes a
cualquier ciudadano interesado en hacerlo, lo cual nos deja dos posibles
lecturas:
1. “Cualquier
ciudadano”: incluye tanto a ciudadanos ejemplares como piratas, de hecho cuando
hablamos de internautas nos referimos a todos ellos (si estás leyendo esto, es
que eres uno de nosotros), del mismo modo que con el término ciudadano
incluimos tanto a trabajadores decentes como delincuentes.
2. “Interesado”:
Sólo aquellos decididos a mantenerse al margen de esta alternativa tecnológica,
renunciarán a los posibles beneficios de una evolución social evidente. Sin
embargo, negarse a tal oferta, no da derecho a cambiarla (por más que se aleje
de nuestros principios e intereses) ni nos evita la posibilidad de vernos
afectados por los inconvenientes que pueda generar.
Toda revolución supone el inicio de nuevas esperanzas, sí,
pero a costa del final de algunas tradiciones. A lo largo de la historia, la
sociedad se ha visto inmersa en innumerables muestras de esta evolución,
traducidas en nuevas tendencias y aficiones, nuevas maneras de comunicarse e
interactuar, de vestir, de pensar, etc. Por supuesto, todas ellas han derivado
en oportunidades de negocio, dispuestas a erigirse sobre los cimientos de
éxitos anteriores.
Por ello, parece algo insensato pretender nadar a contracorriente,
en vez de girar la vista y buscar el mejor camino para adaptarse al entorno.
Sé que suena muy fácil de decir y muy difícil de hacer, pero
también sé que es mucho más fácil sentarse en su sillón a destruir ideas en vez
de levantarse y dedicar su tiempo a pensar en cómo mejorarlas. De ahí que la
industria vuelva la cara a lo que se empeña en convertir en el enemigo.
No es el cine el único sector que se ha visto afectado por
un cambio mundial en el modo en que la gente hace las cosas. ¿Qué es entonces
lo que les da derecho a juzgar a millones de internautas por acciones que ni
siquiera han cometido? De este mismo modo, sería desconsiderado por mi parte,
incluir en el mismo saco a todos los profesionales de la industria
cinematográfica. Me consta que existen algunos pocos dispuestos a luchar en
contra de dichos miedos y a favor del cine y sus más fieles aficionados. Lo
triste de esto, es que no sólo parecen ser una minoría, sino que los últimos
acontecimientos nos muestran una Academia capaz de despedir a su director por
recapacitar acerca de la identidad de ese “enemigo”. Una Academia que nos
recuerda día a día su postura ante nosotros, los cinéfilos a los que además nos
gusta disfrutar de Internet. Una Academia que representa a toda una industria que,
o bien apoya sus manifestaciones, o bien observa apática como sus públicos
representantes los guían hacia un suicidio colectivo.
En cualquiera de los casos, me tengo que mostrar reacio a
darles mi apoyo a través del silencio y la resignación. El cine ha sido, es, y
quiero que siga siendo, parte de mi tiempo libre, de mi vida. Pese a ello,
depende más de vosotros que de mí. Lo cual me asusta, me inquieta y sin duda,
me desagrada, pero prefiero animaros a reaccionar, a luchar por aquello en lo
que creemos; confiar en que seréis capaces de superar este cambio.
Soy cinéfilo, es más, soy amante del cine en el más amplio y
tradicional sentido del término, entendiéndolo como edificación en la que se
proyectan películas en un entorno bien acondicionado acústicamente y aderezado
con deliciosas palomitas y demás sucedáneos. Eso sí, la crisis amigos míos me
obliga a privarme de este placer, para poder afrontar aspectos de mi vida no
tan lujosos ni agradables.
A veces incluso llego a pensar que si tan mal está el
negocio, ¿cómo es que no caen los precios de las entradas? ¿Cómo es que siguen
gastándose millones en publicitar obras de dudosa calidad? ¿No sería más
coherente reducir los precios, invertir en buenos contenidos y buscar
alternativas de distribución menos costosas y más asequibles para el ciudadano
de a pie? Al menos, estarían dedicando sus esfuerzos a recuperar el interés de
sus clientes, en vez de acusarlos y decepcionarlos a diario.
Me parece genial que la respuesta a todas estas preguntas,
decidan que sea la negación. Pero entonces, por favor, dejad de quejaros porque
vuestro negocio se está resintiendo, cuando hay familias que no tienen ni para
comer. El cine, os guste o no, es un hobby que muchos han convertido en su
trabajo, pero no deja de ser un lujo. Negocios mucho más necesarios como la
agricultura y la ganadería se ven al borde del abismo, la construcción se
tambalea y la pesca se hunde en travesías peligrosas e improductivas.
Aprovechando la actualidad que nos mostráis, permitidme este
símil: sería como si el cine mudo siguiera hoy día tachando al color y al
sonido de delincuentes insensibles dispuestos a destrozar su futuro. Pero, si
no me equivoco, aún hoy se pueden hacer películas en blanco y negro y sin voz,
¿no es así? Es más, he oído que incluso triunfan.