domingo, 26 de febrero de 2012

El cine, ser o no ser


No hace mucho pudimos disfrutar de la gala de los Goya, último encuentro del gremio de cineastas, y ahora estamos en vísperas de los Oscars.

En aquel caso se trataba de premiar y reconocer las principales obras realizadas a lo largo del pasado año dentro del cine español, con pequeñas referencias ajenas en categorías especialmente dedicadas a ello. Por su parte, los Oscars se consideran la principal referencia internacional en la materia.

Más allá del acto en sí, y de las posibles opiniones que puedan surgir acerca de los resultados acontecidos, creo relevante debatir acerca de un gremio en peligro de extinción, no por culpa de la piratería, sino por la escasez de oferta de calidad y una negación absurda a la apertura frente a nuevas tecnologías.

Estamos de acuerdo en que la piratería como tal, es un mal que perjudica a todo el sector, así como lo hace en muchos otros gremios. Sin embargo es importante recalcar que piratería e Internet no son, ni de lejos, términos sinónimos. Evidentemente Internet se ha convertido en un nuevo escenario social, en el cual todos estamos invitados y al cual es cada vez más fácil acceder. Asimismo, este hecho asociado inevitablemente a la globalización, permite multiplicar indefinidamente la repercusión alcanzada por cualquier iniciativa o acción. Es decir, Internet permite ampliar horizontes a cualquier ciudadano interesado en hacerlo, lo cual nos deja dos posibles lecturas:

1.      “Cualquier ciudadano”: incluye tanto a ciudadanos ejemplares como piratas, de hecho cuando hablamos de internautas nos referimos a todos ellos (si estás leyendo esto, es que eres uno de nosotros), del mismo modo que con el término ciudadano incluimos tanto a trabajadores decentes como delincuentes.

2.      “Interesado”: Sólo aquellos decididos a mantenerse al margen de esta alternativa tecnológica, renunciarán a los posibles beneficios de una evolución social evidente. Sin embargo, negarse a tal oferta, no da derecho a cambiarla (por más que se aleje de nuestros principios e intereses) ni nos evita la posibilidad de vernos afectados por los inconvenientes que pueda generar.

Toda revolución supone el inicio de nuevas esperanzas, sí, pero a costa del final de algunas tradiciones. A lo largo de la historia, la sociedad se ha visto inmersa en innumerables muestras de esta evolución, traducidas en nuevas tendencias y aficiones, nuevas maneras de comunicarse e interactuar, de vestir, de pensar, etc. Por supuesto, todas ellas han derivado en oportunidades de negocio, dispuestas a erigirse sobre los cimientos de éxitos anteriores.

Por ello, parece algo insensato pretender nadar a contracorriente, en vez de girar la vista y buscar el mejor camino para adaptarse al entorno.

Sé que suena muy fácil de decir y muy difícil de hacer, pero también sé que es mucho más fácil sentarse en su sillón a destruir ideas en vez de levantarse y dedicar su tiempo a pensar en cómo mejorarlas. De ahí que la industria vuelva la cara a lo que se empeña en convertir en el enemigo.

No es el cine el único sector que se ha visto afectado por un cambio mundial en el modo en que la gente hace las cosas. ¿Qué es entonces lo que les da derecho a juzgar a millones de internautas por acciones que ni siquiera han cometido? De este mismo modo, sería desconsiderado por mi parte, incluir en el mismo saco a todos los profesionales de la industria cinematográfica. Me consta que existen algunos pocos dispuestos a luchar en contra de dichos miedos y a favor del cine y sus más fieles aficionados. Lo triste de esto, es que no sólo parecen ser una minoría, sino que los últimos acontecimientos nos muestran una Academia capaz de despedir a su director por recapacitar acerca de la identidad de ese “enemigo”. Una Academia que nos recuerda día a día su postura ante nosotros, los cinéfilos a los que además nos gusta disfrutar de Internet. Una Academia que representa a toda una industria que, o bien apoya sus manifestaciones, o bien observa apática como sus públicos representantes los guían hacia un suicidio colectivo.

En cualquiera de los casos, me tengo que mostrar reacio a darles mi apoyo a través del silencio y la resignación. El cine ha sido, es, y quiero que siga siendo, parte de mi tiempo libre, de mi vida. Pese a ello, depende más de vosotros que de mí. Lo cual me asusta, me inquieta y sin duda, me desagrada, pero prefiero animaros a reaccionar, a luchar por aquello en lo que creemos; confiar en que seréis capaces de superar este cambio.

Soy cinéfilo, es más, soy amante del cine en el más amplio y tradicional sentido del término, entendiéndolo como edificación en la que se proyectan películas en un entorno bien acondicionado acústicamente y aderezado con deliciosas palomitas y demás sucedáneos. Eso sí, la crisis amigos míos me obliga a privarme de este placer, para poder afrontar aspectos de mi vida no tan lujosos ni agradables.

A veces incluso llego a pensar que si tan mal está el negocio, ¿cómo es que no caen los precios de las entradas? ¿Cómo es que siguen gastándose millones en publicitar obras de dudosa calidad? ¿No sería más coherente reducir los precios, invertir en buenos contenidos y buscar alternativas de distribución menos costosas y más asequibles para el ciudadano de a pie? Al menos, estarían dedicando sus esfuerzos a recuperar el interés de sus clientes, en vez de acusarlos y decepcionarlos a diario.

Me parece genial que la respuesta a todas estas preguntas, decidan que sea la negación. Pero entonces, por favor, dejad de quejaros porque vuestro negocio se está resintiendo, cuando hay familias que no tienen ni para comer. El cine, os guste o no, es un hobby que muchos han convertido en su trabajo, pero no deja de ser un lujo. Negocios mucho más necesarios como la agricultura y la ganadería se ven al borde del abismo, la construcción se tambalea y la pesca se hunde en travesías peligrosas e improductivas.

Aprovechando la actualidad que nos mostráis, permitidme este símil: sería como si el cine mudo siguiera hoy día tachando al color y al sonido de delincuentes insensibles dispuestos a destrozar su futuro. Pero, si no me equivoco, aún hoy se pueden hacer películas en blanco y negro y sin voz, ¿no es así? Es más, he oído que incluso triunfan.


1 comentario:

  1. El acceso libre a la cultura no implica la desaparición de la industria. Pero ningún multimillonario quiere dejar de serlo.

    ResponderEliminar