viernes, 23 de septiembre de 2011

El poder de una mirada

Dicen que la mirada es el espejo del alma, pues bien, no sé si será tanto, pero desde luego que tiene algo especial capaz de hacernos estremecer, reír, llorar e incluso ligar.

Efectivamente, la mirada es un arma letal en esto del arte del flirteo, no hay nada como una certera mirada capaz de iniciar aquello que denominamos contacto visual. La labia, el atractivo, la estética, la elegancia... son sólo alumnos aventajados de la mirada, la auténtica maestra de ceremonias. Con esto no quiero decir que mi mirada sea temible o increíblemente efectiva, sino que soy cada vez mas vulnerable ante la mirada apropiada.

No hace mucho pude disfrutar, en su máxima expresión, de uno de los mayores espectáculos de la naturaleza. Poder sentir en tus propias carnes como esa milésima de segundo en la que dos haces de luz que preceden a sendas islas volcánicas en un mar de terrizos colores, intersectan con los tuyos tras verse atrapados en la maraña láser que hemos dispuesto a lo largo y ancho del local. Esa eterna milésima de segundo, activa tu organismo permitiendo que cada átomo de tu ser se centre en el instante, logre aislar la música, la luz, los posibles rivales, las demás candidatas, el hedor a humanidad... Todo ello queda relegado a un segundo plano, mientras este diferencial de tiempo se prolonga más allá del esquema espacio-tiempo conocido.

Todo inicio, sin embargo, tiene un fin que no es otro, que la vuelta en sí de la capacidad lógica que caracteriza y encumbra al hombre, el pensar. Una vez más, el cerebro nos juega una mala pasada y nos recuerda que uno de los momentos más felices de la noche puede verse reducido a cenizas, ante la amenaza de tierras movedizas impuesta por la aleatoriedad y el azar. Para ello, esperamos pacientemente los tres segundos de rigor antes de iniciar la segunda acometida, frenamos nuestros instintos más salvajes y no por ello carentes de sensibilidad, para intentar que esta vez el raciocinio juegue de nuestra parte.

[Pequeño inciso en la historia para aumentar la expectación creada en el lector, con el fin de alcanzar el punto anímico perfecto con el que afrontar lo que resta por leer, el cenit, así como dejar transcurrir los famosos tres segundos de que os hablaba.]

Tras, probablemente los tres segundos de inactividad más difíciles en la vida de un hombre, hemos de reconocer que debe ser la única inactividad que no nos genera placer, desactivamos la red láser que tanto nos ha costado tejer para focalizar todos nuestros esfuerzos en la presa, esa delicada y asustadiza belleza que ilumina cada rincón que transita. Este desplazamiento de la vista va acompañado de un innegable ruego al más allá de que el azar esta vez no se haya cebado contigo, que hoy sea tu noche, Júpiter haya decidido citar a Saturno para convocar al resto de astros en sus ferroviarias intenciones. Entonces, en ese preciso instante, alcanzas tu objetivo, ¡sí!, los black eyed pies entonan el estribillo de uno de sus grandes hits: ...tonight is gonna be a good night! Todos los condicionantes parecen animarnos a actuar, es el momento por el que tanto hemos luchado, pero cuidado, ahora cada movimiento es vital, no podemos desperdiciar esta inmensa oportunidad.

Por suerte la naturaleza es sabia, cada poro de tu piel es llamado al frente, años de formación militar cobran sentido, cada ápice de vida recogido en tu cuerpo recibe el mensaje y lo interpreta en positivo, ahora o nunca. Entonces es cuando tus mejillas deciden contraerse pese al calor sofocante que rodea tu burbuja de felicidad, dando paso al mayor espectáculo jamás visto, un ejército completo de temibles guerreros que se cuadran firmes y desafiantes ante su nueva musa, ataviados con sus mejores galas, tiñen de blanco la escena. Ya si que sí. Esto está hecho. Nada puede fallar.

Batman, Spiderman, Hulk... son sólo inocentes y cándidos hombrecillos ante ti, eres el mas grande, el paradigma del éxito, el referente de nuevas generaciones que están por llegar.

Es cuando sus impolutos soldados muestran tímidos y dubitativos sus respetos ante tu temible ejército, cuando sabes que tenias razón. Dos sonrisas enfrentadas, una explosión de ilusiones aderezada con tintes de duda. Dos fuentes infinitas de energía dispuestas a brillar durante años. Tantos fracasos, errores y desencantos por olvidar, parecen desvanecerse en cuestión de segundos.

Todo esto no puede quedar entre ella y tú, imposible, esperas su parpadeo con ansia, para ver asombrado el deslumbrante atardecer de su mirada, ese sonrojo posterior que ornamenta la caída de su mirada hacia el mismísimo centro de la tierra. Ahora, ahora es cuando aprovechamos para girarnos hacia nuestro compañero de caza, ese amigo astuto y rapaz concentrado en cada expresión de debilidad que le facilite su entorno.

-         Kiyo, acabo de encontrar a la mía, por fin. Te vas a enterar el pivón que me acaba de sonreír.
-         Vamos allá, dale caña.- son sus elocuentes y trabajadas palabras. Cuanta sabiduría!

Conscientes de su acierto, nos disponemos a recorrer el camino de la gloria, tres metros escasos que nos separan del cielo. Tres pasos que pueden forjar una leyenda. Eso sí, cada músculo debe estar perfectamente coordinado para evitar cualquier tipo de tropiezo o tambaleo, síntomas ineludibles de un fracaso total.

Nada falla, camino cual galán hollywoodiense sobre la alfombra roja, cual delfín surcando las mareas, cual perezoso huyendo de una temible pantera, lento pero firme, sereno. Hasta alcanzar finalmente mi objetivo, un par de codazos y pisotones más tarde.

Aquí estoy, frente a una de las mujeres más bellas que jamás haya conocido, frente al diálogo que justificará y dará sentido a tantos años de escuela, clases somníferas de lengua y literatura. Vamos allá:

- HOLA! - ¿Hola? ¿en serio, tanto tiempo de búsqueda, de preparación, para un mísero hola? ¿pero qué clase de sistema educativo tenemos en este país?

- Hola! - Nos devuelve nuestra musa, frenando todo retazo de negatividad que pudiera haber surgido.

-   ¿Cómo estás, guapa? – grandioso, ya conscientes de que Júpiter ha vuelto al tren.

- ¿Perdona?

-   ¿Que cómo estás, guapa? – Se vislumbra un giro radical. Tu tono da muestras inequívocas de tal temor.

Su silencio y cara de desprecio sólo son superadas por el torrente de ideas contradictorias que recorren nuestra mente, un cúmulo de recuerdos que nos trasladan a tantas otras batallas. No puede ser. No me lo creo. No puedo tener tan mala suerte, debe ser una broma...

Pero gracias a Dios la naturaleza es sabia, y conoce la mejor manera de hacerte olvidar tan absurdos pensamientos. Una tercera mirada entra en escena, esa donde la isla volcánica se encuentra en plena ebullición, rodeada de lava y fuego, para interrumpir tus divagaciones y acudir al rescate de su inocente amada. Un simpático y distinguido caballero dispuesto a compartir contigo años de duro entrenamiento físico y tardes de gimnasio. Vaya fortuna la mía! No podía ser el Gandhi moderno, no. Más bien me toca a mi erigirme en héroe pacifista, al presentar voluntaria forzosa mi otra mejilla. Un aluvión de golpes invade mi estado previo de felicidad y dudas, ese cosquilleo juguetón pasa a convertirse en un grupo de percherones al galope. Una pesadilla hecha realidad, un severo castigo ante tanta amabilidad. Es ahí cuando tu fiel escudero regresa tras la paliza de su particular y sospechosa ausencia, para levantarte del suelo y arrastrarte hacia el exterior del campo de batalla.

Es entonces, en la seguridad del exterior, apoyado junto a la servicial puerta de tu coche, cuando descubres en uno de sus accesorios, la mayor de las paradojas que esconde esta vida. Tu mirada, aquella valiente y descerebrada que osó adentrarse en territorio enemigo sin protección alguna, se encuentra convenientemente oculta tras la sangre que se acumula en el interior de tu cara y que se desprende impasible sobre lo que queda de tu rostro.

Para que luego digan que la naturaleza no es sabia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario