viernes, 21 de octubre de 2011

Hacer justicia no es ajusticiar desde la injusticia

A mí esto me suena a algo así como la antiviolencia violenta, en definitiva, un ejemplo más de la hipocresía encerrada tras el doble rasero que comanda esta sociedad.

Injusticia: Acción contraria a la justicia / Falta de justicia.

Justicia: Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece / Derecho, razón, equidad.

Ajusticiar: Dar muerte al reo condenado a ella / Condenar a alguna pena.
Tomarse la justicia por su mano: Aplicar por su cuenta una medida o castigo que cree merecidos.
Definiciones obtenidas de la Real Academia Española.

Todos hemos sido testigos de los últimos acontecimientos acaecidos en torno a las revueltas del mundo árabe. Sin duda, hemos presenciado la revolución mediática asociada a tales movilizaciones sociales. Y lo más importante, hemos participado de la euforia y alegría desmesurada que ha conllevado la muerte de determinados dirigentes, considerados, a todos los efectos, enemigos públicos.

Pues bien, lejos de entrar a valorar la actitud de estos dirigentes, me gustaría plantear una cuestión que me corroe desde hace ya tiempo. ¿De verdad, pensamos que somos mejores que el resto, capaces de juzgar a los demás según nuestras propias creencias, y, además, contradecir nuestros principios para convertirnos en sus iguales? La sociedad debería meditar acerca de estos hechos, objetivizar en lo posible lo ocurrido, y analizar los pros y los contras de esta “nueva” manera de entender la justicia.

¿Cómo puedo juzgar a alguien por las atrocidades que ha cometido, si mi respuesta es la venganza más cruel, acabando con la vida de varias personas para justificar la matanza de un enemigo al que, lejos de someter a la justicia, asesino y humillo públicamente ante la pasividad y, peor aún, la felicidad de los principales dirigentes de este mundo “civilizado”? ¿Qué ejemplo estamos dando? Tal y como yo lo veo, esto es un mensaje de violencia que invita, peligrosamente, a insensatos a maquillar sus asesinatos bajo la protección de la pseudo-justicia que ellos mismos han decretado.

Desde aquí, no se pretende defender las barbaridades que determinados dirigentes han llegado a cometer, sino denunciar las atrocidades que han acabado con ellos y que otros dirigentes, aparentemente más sensatos, no sólo defienden sino que osan a celebrar.

Frases como, es un gran paso para la democracia, me recuerdan inevitablemente a otras manifestaciones recientes, pero radicalmente opuestas. Con motivo del cese definitivo de las armas anunciado en nuestro país, se han leído y escuchado mensajes de optimismo basados en una idea: es el triunfo de la democracia. Sí, pero, ¿cuál de ellas? Cada día entiendo menos lo que esto significa. Esta bipolaridad del término democracia, nos desvela que los dirigentes la conciben como un comodín con connotaciones positivas que puede ser utilizado como fondo de fotografía o como parapeto ante determinadas acciones.

Para mí, la democracia no es algo que se gane o se pierda, sino algo en lo que se cree. Por tanto, como creyente en la democracia más real, me declaro contrario a que se utilice su nombre para amparar un asesinato, sea cual sea su víctima. Una vez más, el fin no justifica los medios. Quiero mantener mis manos limpias y así poder permitirme denunciar a aquellos que no pueden decir lo mismo. De no ser así, ¿quien marcará los límites entre lo que es justo y lo que no? ¿En base a qué criterios se intervendrá en un país para forzar un cambio que beneficie a la sociedad?

Pese a lo que pueda parecer, para mí hoy no es un día de celebración en el mundo árabe, al menos no de una felicidad completa. Creo que es en nuestro país donde podemos sentirnos realmente agradecidos. Sin olvidar lo inquietante que resulta observar dos noticias tan dispares desde el mismo punto de vista. Y lo que es peor, la inseguridad que me genera descubrir que aquellos que deberían imponer la justicia, son los primeros en olvidarse de ella.

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