lunes, 10 de octubre de 2011

La sabiduría del ciclista


Cuando estaba en el instituto, una de las cosas que más me maravillaba era la posibilidad de entender y prever realidades complejas a través de modelos matemáticos simplificados.

Cuando uno quiere prever en que momento se chocarán dos trenes, omite factores despreciables, como sí el maquinista estuvo a bien con su señora la noche anterior o si el viento va a favor o en contra. Uno sólo considera la velocidad de ambos trenes y la distancia en un momento concreto.

Pues bien, con todo esto de la economía se me ocurrió que a todos los mandamases se les ha olvidado, o quizás no conocen, lo de aplicar un modelo simplificado para poder entender una realidad que a todos nos está machacando. Uno muy simple sería el de reducir el problema de la economía a un pelotón de ciclistas.

Parece que los políticos no se dan cuenta de que cuando una rueda está pinchada, lo primero que hay que hacer es reparar la rueda, para cerrar el punto de fuga de aire, y luego inflar. Lo contrario sería para todos una obvia idiotez, ¿verdad? Pues es lo que se está haciendo actualmente con los bancos y el sistema financiero.

Desde que los grandes bancos estadounidenses reventasen hace unos años por determinadas prácticas, dicen algunas arriesgadas y yo diría fraudulentas, nada se ha hecho o cambiado, tan sólo se ha inyectado capital a los bancos, que al no haber cambiado nada, siguen perdiendo dinero.

No se ha creado ningún control nuevo sobre la banca, no se ha prohibido ninguna actividad en bolsa a la banca y ni siquiera se ha cambiado la política de remuneración de los directivos de banca o la vinculación de sus bonus a resultados aberrantes y cortoplacistas, en lugar de a largo plazo.

Fue Einstein el que dijo: Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”
Esta norma tampoco parece que la vayan a aplicar los políticos, pues ahora parece que Alemania y Francia han acordado recapitalizar nuevamente los bancos.  Una vez más y tan sólo unos meses después de haber rescatado a varios de ellos.

Por otro lado, todo buen ciclista sabe perfectamente que no puede hacer una etapa de 180 kms con varios puertos de montaña sin la ayuda o la ventaja de rodar en grupo. Sólo cuando el esfuerzo de ir en cabeza se reparte y cuando existen sinergias entre los ciclistas se pueden hacer tantos kilómetros al ritmo al que lo hacen. Los unos se necesitan a los otros, al menos hasta cierta proximidad a la meta, donde unos podrán marcar cierta diferencia.

En economía pasa igual, las empresas no pueden funcionar sin una línea de crédito, cierto, pero los bancos no tendrán mercado o clientes si las empresas se van a pique o si los trabajadores no tienen trabajo. Igualmente las empresas no podrán vender sus productos si no tienen clientes, que al final son sus propios trabajadores y los de otras empresas o el propio estado.

Es por ello que cada vez que leo que se quieren adoptar nuevas medidas de austeridad basadas en reducir salarios, vacaciones o endurecer las comisiones de mantenimiento de cuentas o intereses de préstamos, en lugar de eliminar gastos de representación de los políticos o impuestos y cargas administrativas a las empresas (díganme que riesgos laborales hay en una oficina como para justificar inspecciones anuales) me acuerdo del ciclista prepotente que le vacila a todo el pelotón queriendo ir en solitario todas las etapas.

Si se les reduce el salario y el acceso al crédito a los trabajadores, ¿cómo esperan que se recupere el consumo?

Si se reduce el número de funcionarios, aumentando el número de trabajadores en paro, sin que exista una demanda de dicha mano de obra, ¿qué ganas? Son trabajadores que ahora cobrarán el subsidio por desempleo (más o menos el mismo costo para el estado) pero sin producir nada.

Estoy de acuerdo en que reduzcamos el número de funcionarios si se estima que no son necesarios o productivos, pero si existe una creación de empleo que demande trabajadores. No sirve de nada aumentar el número de ciclistas que podrían subir bidones de agua a los compañeros, si no existen tales compañeros o equipos de ciclistas.

Así las cosas, creo que primero habría que arreglar el pinchazo que tienen los bancos en sus cajas, luego habría que cambiar las normas de la carrera para que las empresas o equipos de ciclistas puedan ser rentables y eficientes, reduciendo las cargas y costes superfluos que toleran y, por último, habría que cuidar a los ciclistas o trabajadores, porque al final, si ellos no están bien, nadie puede estar bien. Sin ciclistas no hay carreras de bici, lo mismo que sin trabajadores-consumidores, no hay mercado en el que vender lo que las empresas producen, y no habrá necesidad de crecer o mejorar a base de créditos.

Cuando uno anuncia buenos premios en una carrera y se asegura la cobertura televisiva, todavía no hay ninguna señal de que la carrera triunfará y de que tendrá un seguimiento que atraiga a las empresas que se quieren publicitar, pero es un riesgo a asumir por organización y televisión para que aparezcan los ciclistas y se genere ese producto que luego se venderá.

Ahora nos toca incentivar todo, incluso a base de endeudarse, para que la economía empiece a funcionar. La única manera de que la economía funcione es haciendo que el dinero se mueva, simplificando la creación de empresas, reduciendo sus cargas iniciales, creando la expectativa de que las nuevas empresas tendrán clientes y crédito. Ya habrá tiempo, cuando la carrera esté lanzada, de recuperar la inversión.

Cuando una carrera es deficitaria, se recorta en gastos superfluos, nunca en número de ciclistas o equipos. Igualmente ahora hay que recortar en gastos de política (número de senadores y diputados, coches oficiales, tarjetas para gastos de representación, consejeros, etc…), pero nunca en incentivos a la economía o en la creación de futuros buenos trabajadores (educación) o en el mantenimiento de la salud de los actuales (sanidad).

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