lunes, 31 de octubre de 2011

Homenaje a un grande


Como principiante en esto del escribir, no me avergüenza reconocer mi admiración hacia aquellos que, mucho antes que yo, decidieron explorar este bello arte y permitir al resto de humanos disfrutar de otro de los grandes placeres de esta vida, el leer.

Imagino que cada uno habrá pensado en un autor concreto al enfrentarse al párrafo anterior. Posiblemente, alguno que otro, haya, incluso, coincidido conmigo. Sin embargo, sea quien sea a quien les haya recordado, de lo que estoy seguro es de que no hay mayor homenaje que puedan brindarle. Es por ello, que aprovecho hoy para reconocer los méritos de aquel que me inspiró a escribir, por poco que esto pueda llegar a enorgullecerle.

En mi caso es, Don Arturo Pérez-Reverte, aquel auténtico sinvergüenza maleducado, que lejos de resultar pedante, nos deleita cada semana con su más sincera opinión, le moleste a quien le moleste. Ese es el tipo de escritor al que admiro, ese capaz de decir lo que piensa sin preocuparse más allá. Sí, evidentemente, todos tenemos que comer. Y en este sentido, no hay excepciones. En el trabajo, la prioridad es ganarnos el pan. Por muy rebelde y polémico que uno pueda ser, su límite es siempre bastante claro y evidente, no arruinarlo todo y poner en peligro su bienestar. Pues bien, con Arturo, si se me permite la confianza, he llegado a dudar de dicha máxima. A veces parece no importarle lo más mínimo, todo lo que no sea escribir, y sobre todo, transmitir su verdad.

Evidentemente, no me planteo copiar a un maestro, me vale con aprender lo posible de él y pensar que algún día, alguien escribirá algo así sobre mí. O, quien sabe, quizá el propio homenajeado, me devuelva el detalle. Pero no se asuste, maestro, no le escribo para adularle, dorarle la píldora o mendigar su reconocimiento. Es un homenaje sincero, más a mí mismo que a usted. Como le decía, algún día me gustaría recibir un artículo así sobre mí, de ahí que pensara que para ello, debía ser el primero en hacerlo. Por aquello de dar ejemplo, ¿sabe usted?

La verdad es que ahora entiendo como alguien puede dedicar su vida a esto. La primera vez que me senté frente a mi ordenador, no creo poder decir que me sintiera realmente orgulloso de mí mismo, más bien fue una solución desesperada ante la frustrante situación que me veo obligado a vivir. Una realidad, que lejos de agradarme, me revuelve el estómago cual alimento caducado. Esa sensación que tantos hemos podido sufrir en estos últimos tiempos, que hemos compartido en cada tertulia familiar y cada discusión fortuita. Esa queja derrotada, ausente de fe, sin la más mínima intención de hacer algo al respecto. Sin embargo, un día te levantas más incendiario de la cuenta, y decides que es el día, el día de ponerte el mundo por montera y decir todas las barbaridades que te pasan por la cabeza. Lo más curioso es que tan radical reacción, puede llegar a ser, el principio del cambio, un auténtico punto de inflexión. Este hecho aparentemente lleno de ira y frustración, es más bien el primer paso hacia una crítica constructiva, una esperanza de cambio, una ilusión por mejorar. Si todos dijéramos lo que pensamos abiertamente, desde el respeto, probablemente nos sería más fácil detectar lo que no nos gusta y lo que realmente queremos. Pero claro, nos frena la desidia y la comodidad que nos ofrece el permanecer impasibles ante la injusticia, el placer de mirar hacia otro lado.

Por eso les digo: necesitamos más impresentables como yo, atrevidos como Pérez-Reverte, dispuestos a mostrar su verdad, por desgraciada o macarra que pueda parecer. Pues, en el peor de los casos, sabremos con quien no compartimos nuestra manera de pensar, lo cual supone un gran avance hacia el descubrimiento de nuestra verdadera opinión, aquella con la que estamos completamente de acuerdo, y por la que estaremos dispuestos a luchar.

Permítame que emplee una de sus últimas historias para resumir este artículo: me planto frente a usted, como lo haría Canelo en mitad del campo de batalla, para mirarle desafiante desde el lado opuesto de la contienda, sabedor de mi inferioridad, y pese a ello, invitarle a participar de esta iniciativa cultural que nos empeñamos en defender con uñas y dientes, pese a, quizá, lo descabellado de la idea. Queremos promocionar la cultura, pero no la cultura comercial, sino la cultura real, natural, aquella libre de colorantes y conservantes, recién sacada de nuestras cabezas para motivar a aquellos pocos que decidan seguirnos, a activar su industria de opiniones y deleitarnos con sus posibles locuras. Opiniones anónimas regaladas al colectivo, ausentes de todo rastro de individualidad codiciosa. Se trata de ofrecer un papel en blanco para aquellos que tengan algo que decir, o un papel repleto de ideas para aquellos que se molesten en aprender. Es por ello que le invito, más bien le reto, a olvidar su ajetreado día a día para dedicar unos segundos a este proyecto y recoger el guante.

A aquellos que aún sigan leyendo, decirles que no hay nada de malo en reconocer o agradecer una determinada ayuda, por involuntaria que pueda ser. No creo que nadie se atreva a negar, que son estos pequeños detalles los que nos invitan a seguir. Por mi parte, cada comentario, crítica, lector satisfecho, o seguidor incondicional, es lo que me anima a continuar intentándolo, a perseverar.

Un saludo y gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario