lunes, 3 de octubre de 2011

Mi lectura del 15M

¡Indignaos! Proponía Stephane Hessel en su manifiesto por la conciencia política de esta sociedad. Y así fue, el pueblo decidió hacer caso a esta petición y alzarse frente a un sistema que lejos de mantenerse, avanza peligrosamente hacia una debacle sin precedentes. Sin embargo, este acto, sin más, podría ser catalogado como uno de los grandes momentos en la historia de este país, esos en los que la población se revela para recordar que seguimos ahí, que nos importa este país y que, sin duda, nos negamos a permanecer impasibles ante tanta injusticia.

¡Indignaos! Ante una clase política capaz de negar una crisis de esta magnitud, incapaz de ofrecer soluciones y alternativas, digna de lo indigno que nos rodea.

¡Indignaos! Al descubrir que debe ser un anciano francés quien nos abra los ojos, un luchador de más de noventa años, quien tras una vida de penurias y logros sociales, aún encuentra fuerzas para, desde la elocuencia más inaudita, descifrar los errores y peligros que acechan nuestro bienestar. Todo ello mientras nuestro país, plagado de personas preparadas y dedicadas al ejercicio de la política, hace oídos sordos desde el olimpo que tanto les ha costado construir, y que de ninguna manera están dispuestos a destruir.

¡Indignaos! Cuando descubráis las desigualdades económicas que reinan en este país, curiosamente considerado entre los desarrollados, y donde el número de licenciados supera holgadamente al número de personas dispuestas a aprender un oficio, ante el desprestigio social al que se han visto sometidos los gremios profesionales más antiguos y necesarios.

¡Indignaos! Cuando veáis un país capaz de desperdiciar sus años de bonanza económica en exprimir la gallina de los huevos de oro, sin siquiera plantearse la posibilidad de buscar sectores de referencia alternativos.

¡Indignaos! Pese a que una gran parte de esta sociedad, sea partícipe de este caos económico, a través de la concesión y aceptación de infinidad de becas y subvenciones innecesarias, el derroche de la inversión europea en proyectos dilatados por intermediarios desconocidos, la especulación urbanística frente a jóvenes y familias sin vivienda en la que ejercer su derecho constitucional, y productos básicos en peligro de extinción ya que el verdadero trabajador se arruina ante los encargados de velar por su negocio.

¡Indignaos! Ante un sistema educativo decapitado, en el cual el profesor pierde toda autoridad frente a sus alumnos gracias a la indiferencia o, incluso el apoyo, de unos padres “pseudo amigos” que en su afán por ganarse el beneplácito de su descendencia, hacen caso omiso de las obligaciones que se les presuponen y que motivaron el por qué de su existencia actual.

¡Indignaos! Frente a una sociedad capaz de hablar de sostenibilidad desde un sistema por definición insostenible, en el que existe una mayoría que vive del Estado y emplea sus días en lastrar burocráticamente a aquellos elegidos para mantenerlos, y esa minoría, supuestamente destinada a sustentarlo, que prefiere evadir dicha responsabilidad mediante argucias económicas.

¡Indignaos! Ante un presente ajeno al pasado y dispuesto a dilapidar su propio futuro.

¡Indignaos! Porque vivimos para trabajar. Hemos creado un “juego” en el cual unos pocos trabajamos mucho, otros muchos trabajan poco, y lejos de existir un reparto equitativo o coherente, cada vez ganamos menos y se enriquecen más.

¡Indignaos! El único objetivo en la vida parece ser el dinero y el poder, sinónimo actual del dinero. La felicidad, efectivamente, viene asociada al dinero, ya que se ha apropiado definitivamente de ella. Un bien, capaz de generar negocios donde los poderosos flirtean con su lado más ambicioso mediante la manipulación de los mercados a través de un peligroso “juego de niños” a escala mundial. Un bien, que ha motivado la creación de una nueva industria a su alrededor, donde se "garantiza" la seguridad a sus propietarios sin que exista el menor compromiso de devolución o responsabilidad, y a la cual debemos rescatar al descubrir que en su afán por “rizar el rizo”, han logrado destruirse a sí mismos. Un bien, con complejo de mal.

¡Indignaos! Nos han convertido en un conjunto manipulable, donde el deporte y los escándalos, son empleados para cegar nuestro intelecto mientras los medios se encargan de mostrarnos una realidad direccionada y alejada de esa objetividad que se les presupone.

¡Indignaos! Por esa infinidad de razones que podrían seguir a todas aquellas ya redactadas y que están ahí, entre nosotros, dispuestas a que alguien las descubra y las ayude a rehabilitarse.

Pero lo más importante, ¡indignaos! Porque cuando parecía que habíamos encontrado la solución a todo esto, el inicio de un fin, cuando las nuevas tecnologías habían sido empleadas para orquestar la más pacífica de las revueltas, cuando se había logrado que entre todos diésemos ese puñetazo en la mesa que tanto se necesitaba, me encuentro con que ese nuevo arma constructora, de posibilidades infinitas, ha sido desactivada a las primeras de cambio. Ha sido destruida. Me da la sensación de que hemos malgastado una herramienta de gran utilidad que parecía que habíamos ya olvidado que existía, y que es por cosas como esta, por lo que permanecerá de nuevo durante años en la sombra, acechando sin que nadie la vea. Señores, el movimiento del 15M es sin duda un ejemplo para la esperanza, una muestra inequívoca de que la gente no está rendida ni se muestra indiferente ante los problemas, un reducto de carácter que nos recuerda que estamos aquí para opinar y ser escuchados. Sin embargo, no hemos sabido canalizar estas ideas, esta iniciativa, hacia alternativas políticas reales. ¿Por qué? Pues en mi opinión porque no hemos sido capaces de asumir que siempre hace falta un líder, un grupo capaz de proponer ideas y transmitirlas. Un grupo o un individuo en el que creamos y al que apoyemos, que plantee soluciones y escuche las reacciones ante estas. Porque la libertad total, puede desembocar en el libertinaje, un caos en el cual nadie sabe realmente qué hacemos aquí y qué podemos llegar a conseguir.

Hemos pretendido prolongar una buena idea hasta el punto de molestar a la gente y lograr enemigos entre nuestros propios amigos, es decir, hasta “quemarla”. No hemos sabido retirarnos a tiempo, pensar y madurar las opciones, para después volver con más fuerza y llevarlas a cabo. Ya somos conscientes de que existe un muro frente a nosotros y de que si continuamos avanzando nos chocamos contra él, pues bien, no hace falta que sigamos embistiendo dicho muro, sino alejarnos levemente y desde una nueva perspectiva analizar las opciones de las que disponemos para poder sortearlo y proseguir nuestro camino.

Desde aquí invito a los artífices de tan interesante hazaña, que no desfallezcan ante esta posible derrota, y recapaciten sobre lo ocurrido para retomar lo bueno y enfocarlo esta vez hacia medidas concretas que contribuyan a mejorar esta situación. Asimismo, invito a aquellas personas que compartan los ideales de fondo causantes de esta indignación y se encuentran preparados para dirigir un cambio en clave política y legal, a dar un paso al frente y empezar a andar el camino. Mostrarse y ofrecerse para tal fin. Hacen falta lideres y personas implicadas dispuestas a cambiar las cosas.

Desde aquí, planteo una medida con la que instar a todos a avanzar, probemos a mostrar nuestro descontento sentándonos frente a los colegios electorales el día de las próximas elecciones. Hagamos ver a nuestros dirigentes políticos, que no es indiferencia lo que justifica la escasa participación ciudadana, sino una desoladora falta de candidatos que representen nuestros intereses y necesidades. Confiemos en ellos, en que serán capaces de “coger el testigo”, hacer autocrítica y replantearse este sistema hasta el punto de volver a los principios fundadores que motivaron una transición ansiada por todos. De no ser así, confío que el espíritu del 15M, aquel capaz de hacernos estremecer a todos, no se pierda tan fácilmente, y que todo ello derive en nuevos tangibles que nos hagan disfrutar de los deseados intangibles.

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